Concilio de Clermont
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El Concilio de Clermont fue un sínodo mixto de eclesiásticos y laicos de la Iglesia católica que tuvo lugar en noviembre de 1095 y que desencadenó la Primera Cruzada.
En 1095, el emperador bizantino Alejo I Comneno envió legados a occidente solicitando ayuda militar contra los selyúcidas. El mensaje fue recibido por el papa Urbano II; éste se encontraba a la sazón en el Concilio de Piacenza, y en noviembre de aquel año convocó el Concilio de Clermont para debatir el asunto. Al convocar el concilio, Urbano pidió a los obispos y abades que trajeran consigo a los señores locales de importancia.
El Concilio duró desde el 18 hasta el 28 de noviembre de 1095 y asistieron unos 300 clérigos de toda Francia. Urbano trató las reformas cluniacenses y confirmó la excomunión al rey francés Felipe I por su segundo matrimonio. El jueves 27 de noviembre, Urbano habló por primera vez de los problemas en el este y declaró la guerra santa (bellus sacrum) contra los musulmanes que ocupaban Tierra Santa.
Según el historiador contemporáneo Fulquerio de Chartres, Urbano también habló de varios abusos de la Iglesia como la simonía y del incumplimiento de la Tregua de Dios. Luego pidió a los cristianos occidentales, pobres y ricos, que acudiesen en auxilio de los griegos en el este, pues Deus vult ("Dios lo quiere"), exclamación con la que el papa terminó su discurso. Fulquerio recoge que Urbano prometió la remisión de los pecados para aquéllos que realizaran el viaje a Tierra Santa, aunque probablemente no se refería a lo que con el tiempo se llamaría indulgencias.