Misandria
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La misandria es el odio a los varones. Proviene del griego μισανδρία misandría, de μισεǐν miseín: ‘odio’ άνδρός andros, ‘hombre’. Por etimología es el directo antónimo de misoginia. Sigmund Freud ya contemplaba desde sus análisis del psiquismo humano un movimiento opuesto a la misoginia, descubierto al estudiar un caso de homosexualidad femenina o lesbianismo, pero en su tiempo aún no existía un nombre para definirlo: "Indignada y amargada ante esta traición, la sujeto se apartó del padre y en general del hombre. Después de este primer doloroso fracaso rechazó su femineidad y tendió a dar a su libido otro destino. En todo ésto se condujo nuestra sujeto como muchos hombres, que después de un primer desengaño se apartan duraderamente del sexo femenino infiel, haciéndose misóginos" (S.Freud Obras Completas. “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina o lesbianismo”, 1920. Ensayo CXII, pág.1516).
La Real Academia Española aun no la contempla como palabra española, y como antónimo de "misoginia" (‘odio a la mujer’) utiliza "androfobia" (‘horror al varón’), que en realidad es el antónimo de ginefobia (esta palabra sí aceptada por la RAE). El griego fobos significa ‘fobia, miedo’, en cambio miseín significa ‘odio’. En la Wikipedia se encuentra la entrada inglesa [Misandry] palabra con un uso más extendido que en el español, pero también de nueva acuñación e impugnada por algunas corrientes feministas. También está en uso el vocablo francés [Misandrie].
Esta palabra surge a finales del siglo XX por la aparición (mediados de ese siglo) de una cultura feminista que se basa en el odio al hombre, y en una venganza visceral hacia el supuesto sistema patriarcal de todas las sociedades, que durante siglos les habría subyugado y condenado a desempeñar funciones secundiarias en prácticamente todas las sociedades(en definitiva es otra forma de sexismo).
Paul Nathanson y Katherine K. Young son los autores del libro Spreading Misandry: The Teaching of Contempt for Men in Popular Culture, publicado en 2001, con el que se convirtieron en los más recientes investigadores del fenómeno. Según estos autores la misandria convierte a los hombres en los chivos expiatorios de todos los males sociales y a las mujeres en las víctimas oficiales responsables de todo lo bueno. Arguyen que el feminismo misándrico: “es una ideología derivada del marxismo y del Romanticismo en la cual la clase o la nación son remplazados por el género como concepto central”.
Otra investigadora del fenómeno, Judith Levine, en su libro de 1992 My Enemy, My Love: Man-hating and Ambivalence in Women's Lives denomina la misandria como “el odio que no se atreve a declinar su nombre”. Y añade: “el odio al hombre es un problema emocional en la medida en que crea dolor y hostilidad entre hombres y mujeres. Pero no es una neurosis individual… El odio al hombre es un problema cultural… un fenómeno cultural… y los hombres, en cuanto objetos de ese odio, son también parte de él”.
[editar] Entre una patología tratable y un fenómeno psicológico y sociocultural
La androfobia está considerada una patología mental tratable, a diferencia de la misandria, que es desarrollada en paisajes formativos (ya sean culturales o sociales).
Un ejemplo de Misandria es el Manifiesto de SCUM de 1967, escrito por la feminista radical [Valerie Solanas], famosa por disparar contra Andy Warhol. El Manifiesto ha sido traducido al castellano y comentado por Diego Luis San Román en su trabajo SCUM, Cell 16 y la revolución hiperfeminsta.
La tesis fundamental del Feminismo de la Emancipación, que tiende a la vindicación de la igualdad entre mujeres y hombres, tiende también a pretender anular las diferencias de naturaleza entre los géneros (en contraposición al Feminismo de la Diferencia[[1]]) bajo la hoy muy compartida y justa reivindicación de la igualdad de derechos ciudadanos. Este posicionamiento junto a la tesis central de que es el Hombre, como género (y no las condiciones estructurales, sociales, psicológicas, económicas, biológicas, etcétera) el que ha mantenido a lo largo de toda la Historia de la Humanidad a las mujeres dominadas y sometidas, lo que se conoce como Patriarcalismo o Falocentrismo, ha llevado a que en diversos grados se exprese, experimente y cultive la misandria en el Feminismo Emancipatorio. Identificar al varón como el sujeto del mal y la causa de los dolores y los sufrimientos de las mujeres de todos los tiempos es, en cuanto punto de partida y nudo central de ciertos tipos de feminismo, un posicionamiento misándrico o que puede generar misandria.
Las mujeres cuya identidad sexual se ha forjado en la dirección de buscar como compañeras a otras mujeres, las lesbianas (nombre que procede de ser frecuentes ese tipo de relaciones en la isla de Lesbos, de la antigua Grecia) pueden caer en la misandria como consecuencia del proceso de reafirmación dialéctica de su identidad. Así como el varón heterosexual se ha definido en relación a su identidad sexual por oposición al homosexual (proceso que puede conllevar a caer en la homofobia u odio a los homosexuales) la mujer lesbiana, identificada con el padre y en rechazo de la madre que no es dominante (considerada como sumisa, obediente y dominada) tiende a fortalecer su identidad sexual en detrimento de la del varón y la mujer heterosexuales, ya que el proceso edípico está cruzado y es el sujeto dominante (madre o padre) que desempeña los roles tradicionalmente asumidos por el varón el que determina la orientación sexual. Dicha forja de identidad lesbiana (y también la homosexual) en la edad moderna o a partir de la llegada del cristianismo (recuérdese que en la Grecia clásica la homosexualidad, la bisexualidad, el lesbianismo y la heterosexualidad no entraban en conflicto y eran identidades socialmente respetadas, admitidas y bien extendidas) fue vista como una anomalía o enfermedad, pero hoy vuelve a ser admitida como un proceso normal (entre otros) de constitución y desarrollo de la personalidad y la identidad sexual. Esto nos aboca a un mundo multipolar y plural en el que debe procurar evitarse que la reafirmación de la propia identidad tenga que lograrse por negación de su contraria, al pluralismo político social en las democracias del segundo milenio. En ese sentido la Misandria puede vincularse con fenómenos como el Racismo y la Xenofobia, según se pretenda reafirmar la identidad social en virtud del color de piel que se tenga (en detrimento de los que son diferentes) o según se quiera reafirmar la identidad nacional en virtud del nacimiento en un determinado lugar (en detrimento de los extranjeros). A este respecto el Feminismo de la Diferencia, que aboga también por la igualdad de derechos ciudadanos, adopta una posición más pluralista que el Feminismo de la Emancipación, al no confundir la igualdad de derechos y libertades con la supresión y rechazo de lo diferente, si bien en ocasiones incurre también en el posicionamiento emancipatorio; en la focalización de los principios y las causas de todo malestar de las mujeres en el Hombre, el género masculino y el varón heterosexual, bajo la rúbrica de la existencia de un falocentrismo a lo largo de la Historia.
La misandria es un fenómeno que ya empezaba a explicar el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, en su estudio “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” (1920), en el cual, investigó un caso de lesbianismo: "Ya mucho antes del nacimiento de su hermano menor y, por tanto, también de las primeras reprimendas paternas había mostrado un vivo interés por algunas mujeres. Su libido seguía, pues, desde época muy temprana dos distintos cursos, de los cuales el más superficial puede ser considerado, desde luego, homosexual, constituyendo quizá la confirmación directa e invariada de una fijación infantil a la madre. Nuestro análisis se ha limitado a descubrir probablemente el proceso que en una ocasión favorable condujo la corriente libidinosa heterosexual a una confluencia con la homosexual manifiesta. El análisis descubrió también que la muchacha integraba, desde sus años infantiles, un «complejo de masculinidad» enérgicamente acentuado. Animada, traviesa, combativa y nada dispuesta a dejarse superar por su hermano inmediatamente menor, desarrolló, desde la fecha de su primera visión de los genitales del hermano, una intensa «envidia del pene», cuyas ramificaciones llenaban aún su pensamiento. Era una apasionada defensora de los derechos femeninos; encontraba injusto que las muchachas no gozasen de las mismas libertades que los muchachos, y se revelaba en general contra el destino de la mujer. En la época del análisis las ideas del embarazo y del parto le eran especialmente desagradables, en gran parte, a mi juicio, por la deformación física concomitante a tales estados" (S.Freud Obras Completas. Ensayo CXII, pág.1521). En contra de lo que muchas hiperfeministas piensan Sigmund Freud no compartía los prejuicios de su época sobre la homosexualidad, como demuestra su famosa Carta del 9 de abril de 1935 a la madre de un homosexual en la que dice: "La homosexualidad, desde luego, no es necesariamente una ventaja, pero tampoco es nada de lo que haya que avergonzarse. No es un vicio, ni un signo de degeneración, y no puede clasificarse como una enfermedad. Más bien la considero una variación de la función sexual, originada en una detención del desarrollo sexual". Sin embargo la psicogénesis de la homosexualidad y el lesbianismo resultan de gran importancia para poder desentrañar y comprender el surgimiento a nivel psicológico del fenómeno de la misandria, ya que se conforma como la inversión de la misoginia, como el movimiento dialéctico de sentido contrario.
Bibliografía:
Manifiesto de SCUM. Valerie Solanas (1967).
Spreading Misandry: The Teaching of Contempt for Men in Popular Culture; Paul Nathanson and Katherine K. Young, McGill-Queen's University Press, Montreal, 2001.
Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina o lesbianismo; Sigmund Freud, Obras Completas, Ensayo CXII (1920).
When She Was Bad. Violent Women & the Myth of Innocence. Patricia Pearson; Viking Pr. Editions, October 1997.
Coupable d’etre un homme. George Dupuy; Coll. «Partis pris actuels», sept.2000.
The Myth of Male Power. Warren Farell; Berkley Publishing Group, january 2001.
My Enemy, my Love: Man-hating and ambivalence in women's lives, Judith Levine, 1992.