Missy

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Missy

Missy, (24 de septiembre, de 1967) fue una estrella estadounidense del cine porno, hasta que dejó la industria en 2001.

Tabla de contenidos

1 Biografía
2 Missy en escena
3 La dualidad de Missy
4 Referencias
5 Enlaces externos

[editar] Biografía

Missy nació en Burbank, California, y comenzó su carrera en la industria del porno en 1994, apareciendo primero en videos amateurs con su esposo de aquella época, Mickey G. Pronto adquirió celebridad, y fue contratada como estelar para Wicked Pictures.

Missy no encajaba bien en el estereotipo típico de la rubia. En ella se hallaban combinados una actitud abierta y desenvuelta en escena, al unísono con una mirada tierna y reservada que expresaba una enorme vulnerabilidad a través de probablemente los ojos azul turquesa más bellos y melancólicos del mundo, además de un delicado y torneado cuerpo de bellísima piel blanca sin tatuajes, el cual difícilmente podía ocultar una poderosa sexualidad, combinación que hizo de Missy una extraña mezcla que la industria del cine adulto supo aprovechar, y que haría de ella una figura única e irrepetible.

El momento cúspide de su carrera llegó en enero de 1997 cuando obtuvo el honor sin precedentes de ganar dos estatuillas de la AVN por Mejor Estrella Debutante y Actriz del año. Su película para JM Productions, The violation of Missy fue nombrada como la Mejor película de acción solo femenina del año, además de obtener el premio a la Mejor escena grupal y Mejor escena sólo femenina; al año siguiente obtendría el mismo premio por una escena sólo femenina por su papel en la película Satyr de Wicked Pictures.

Su sensualidad y dualidad fue explotada por el industria del cine adulto, y su nombre se volvió legendario, llegando a convertirse en una de las figuras femeninas más buscadas y amadas, sólo comparable a la de Savannah.

Missy abandonó la industria del cine porno en 2001, a través de una carta abierta publicada en AVN, en la que detallaba que había hallado la religión tras sufrir un colapso mental.^[1]

Pese a haber dejado la industria del cine adulto, es una de las figuras más memorables del cine porno, y una estrella extraña y poderosamente hermosa, dulce, tierna, y al mismo tiempo de una sensualidad al parecer irrefrenable. Esto la hizo absolutamente inolvidable.

[editar] Missy en escena

En el escenario, Missy se transformaba. Una de sus actuaciones más memorables se halla en The Malibu Madam, película dirigida por Herschel Savage, una parodia en clave porno del hecho real de la Madam de Hollywood, Heidi Fleiss, cuya relación con el hecho real era sólo un pretexto. En esta película, Missy aparece acreditada como Missy B., y es acompañada por un reparto de primer orden en el ámbito del cine porno de la época: Nici Sterling, Jeanna Fine, una deslumbrante Crystal Gold (con quien desarrolla en la película una lúbrica escena lésbica), y en los papeles masculinos Peter North, Tony Tedeschi, Chris Sterling y T.T. Boy.

Lejos de reflejar la realidad, la película desarrolla una historia paralela, ubicada en Malibú, en donde una mujer (Jeanna Fine, en una actuación lúbricamente deslumbrante) ofrece servicios carnales a hombres que buscan aventuras, pero requieren de cierta lejanía de la prensa.

En la primera escena de la película aparece Peter North como un actor en ascenso que busca una relación con una mujer, y acude a la Madam de Malibú para que le ayude a contactar con una mujer (Missy) que conoció la noche anterior. Tras concertar la cita, ésta lo visita. La presencia de Missy es verdaderamente deslumbrante, en un ajustado vestido azul, que apenas oculta sus curvas, y medias blancas que la hacen lucir como una diosa, sentada en un pequeño taburete de piel blanca; North se aproxima a ella, rodeándola, y mirándola lúbricamente, y acto seguido recibe un regalo, que es un atuendo más sexi: una blusa blanca y una falda moteada. Tras cambiarse, Missy desarrolla para el un strep tease de una sensualidad y elegancia a la vez como pocas veces el cine porno había logrado. A lo largo del breve baile, Missy se prepara para darle sexo oral al actor, y después ejercitan el sexo vaginal, hasta concluir en su rostro. Pero a lo largo de esta escena a cada instante es posible ver asomos de lujuria y ternura, de abierta depravación y de intensa fragilidad, en todos sus gestos, una y otra vez, como en una suerte de asombroso desdoblamiento actoral pocas veces visto, en donde Missy se ve absolutamente fascinante y deslumbrante.

La forma en que Missy se relaciona con Peter North en esta escena es pavorosa, más allá de los estereotipos del género, y crea una inolvidable escena de una fuerza y contradicción poderosísimas. Por un lado, a cada instante se asoman en sus gestos y actitudes tanto la ternura y sorpresa de quien se ve llevada por la pasión de la carne, y por el otro, la lubricidad de quien sabe está entregada a un acto carnal en el que no hay más que una repetición de actos sin sentido más allá de sí mismos. En este sentido, sólo habría que comparar esta y otras deslumbrantes actuaciones suyas, con las cada vez más frías de su contemporánea Savannah, para percatarse de la enorme diferencia entre lo que transmite cada una. En Missy todo es un volcán de fuerzas que perecen estrellarse frente a la cámara. La lubricidad y el erotismo corporales se conjugan con miradas y gemidos que no ocultan el dolor y la profunda vulnerabilidad de la mujer que vive en ella.

La violencia implícita en el acto de copulación, en donde no hay lugar para emociones, es transformado por Missy en una experiencia que en verdad puede considerarse como sobrenatural. Al término de esta escena, una Missy transformada aparece en el balcón de la residencia de la Madam de Malibú para expresarle su agradecimiento por la experiencia vivida es de una contradicción fuera de serie, y en manos de otra actriz sería simplemente otro acto sin sentido.

Tomadas de ambas manos, Jeanna Fine encarna a la experta tratante de blancas, y Missy, en vez de semejar una actriz que trabaja entre trabajos fijos, parece una estudiante, y sus gestos, lejos de parecer los de alguien que acaba de realizar un acto sexual de enorme fuerza y violencia, parece la de una colegiala que acaba de realizar una travesura. De hecho, mientras sus manos se encuentran entrelazadas, Missy le manda un beso a Jeanna, en una imagen que se encuentra muy lejos de lo que uno esperaría en una escena entre actrices porno. Separan ambas manos, y Missy aproxima una de las suyas a la cadera de Jeanna y la otra a la parte superior del sexo, sobre la falda, apenas un instante, y sin perder nunca el aire de colegiala traviesa, abraza a Jeanna, quien sorprendida continúa con su diálogo, y por un instante asoma en ella una mirada de tranquilidad que parece fuera de sitio. Tras un instante, se separan; Missy entonces la toma de una mano, la vuelve a abrazar, esta vez con un abierto asomo de erotismo, y ambas salen de escena. La actitud de Missy en la escena es tan auténtica, que casi en un instante Jeanna parece más una confidente que una empresaria del mundo de la pornografía. La escena concluye en un abrazo de amigas. El contraste se da con la siguiente escena sexual, entre Jeanna Fine y Tony Tedeschi, con éste entre las piernas de ésta, antes de practicarle sexo oral, en un acto de fuerte carga sexual y violencia.

La siguiente escena de Missy en la película será con Crystal Gold y con la propia Jeanna Fine, en donde estos aspectos de violencia simbólica, abierta sexualidad, vulnerabilidad y ternura, se verán más claramente, en especial en ella y en la Gold.

Lo que en el resto del elenco es un puro vaciarse en el acto sexual, en Missy será una suerte de conjunción de los opuestos, en donde la maldad y violencia de la industria del cine porno no logra ocultar a la mujer vulnerable que lucha en el fondo por emerger.

[editar] La dualidad de Missy

Es justamente este aspecto paradójico el que marca cada actuación de Missy en las películas donde ella ocupaba un papel protagonista. La enorme vulnerabilidad (que compartía con otras actrices, como Savannah, pero quien no la transmitía en sus actuaciones tan vívidamente como Missy) de la mujer de carne y hueso hacían de ella el sueño lúbrico de más de uno. El contraste entre las miradas de lubricidad y de abierta ternura, que es posible detectar si se le observa con detenimiento (puedo decir, literalmente, cuadro por cuadro), hacían de Missy una actriz que representaba lo mejor y lo peor del ser humano y de la industria del cine pornográfico.

A la insensibilidad y violencia implícita en el actuar pornográfico, ella oponía gestos encantadores que desvelaban su vulnerabilidad, su fragilidad humana, su delicadeza femenina. Como en pocas actrices (tal vez sólo en la etapa inicial de la carrera de Shanna McCullough), ella encarnaba esta poderosa dualidad de ternura y fragilidad con violencia y pasión lúbrica. Como muchas actrices del género, Missy vivió esta contradicción hasta el límite, pero a diferencia de casi todas, ella se veía con absoluta claridad en sus actuaciones.

Esta contradicción inherente finalmente la hizo alejarse poco a poco del cine hasta abandonarlo definitivamente. No parece casual que en una industria donde lo único que importa es lo carnal y lo estrictamente material, halla renunciado a todo ese glamour exterior para buscar un refugio interior, espiritual, en la religión.

Otras actrices no lograron resolver esa contradicción, y pagaron un alto costo por ello.