Novela bizantina
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La novela bizantina, o libros de aventuras peregrinas, es uno de los principales tipos de prosa narrativa del siglo XVII. En cierta manera, se trata del género antecesor de la moderna novela de aventuras.
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[editar] Características
La expresión designa un tipo de relato surgido en la literatura griega y cuya estructura y argumento responden a un esquema común: dos jóvenes amantes, que desean casarse, encuentran graves obstáculos que se lo impiden: forzada separación, viajes peligrosos, naufragios, cautiverio, etc. hasta que, finalmente, consiguen la realización de sus anhelos al encontrarse y comprobar, con satisfacción, que su amor ha permanecido fiel y se ha fortalecido en medio de tantas pruebas y contratiempos arriesgados.
Se trata, pues, de un género de estirpe clásica. Los valores descubiertos en cuanto a la técnica narrativa: verosimilitud de la acción y descripción de espacios, verdad psicológica de los personajes, ingenio de la composición, comienzo in medias res (como en la poesía heroica), etc. y, sobre todo, en el contenido: visión moralizadora de la vida, exaltación del amor casto y de los afectos puros promotores de felicidad, castigo del amor ilícito, abundancia de máximas y sentencias, etc., convierten a estas obras en el modelo ideal de lectura humanista frente a la invasión de la literatura caballeresca.
[editar] Orígenes
Los orígenes de la novela bizantina se remontan a los principios del siglo III d. C., en que el escritor griego Heliodoro de Émesa compuso la obra clásica del género, las Etiópicas o Teágenes y Cariclea. Este y otros autores de su tiempo como Aquiles Tacio y su Leucipa y Clitofonte fueron traducidos en Europa durante el Renacimiento y sirvieron de modelo para que se recrease el género en los siglos Siglo XVI y Siglo XVII, en que este género, a causa de su origen griego, fue considerado una especie de épica en prosa por los preceptistas.
[editar] Obras representativas
El primer español en crear una novela bizantina fue Alonso Núñez de Reinoso con su Historia de los amores de Clareo y Florisea, y los trabajos de la sin ventura Isea (1552), bastante influida por la novela de Aquiles Tacio, que pretende imitar.
Siguió luego la Selva de aventuras, de Jerónimo de Contreras (1565) y El peregrino en su patria (1604), de Lope de Vega, que se singulariza por nacionalizar el género haciendo que casi todos los viajes y aventuras transcurran dentro de la misma España e incluir poemas y autos sacramentales.
También Miguel de Cervantes sintió el encanto del género y lo cultivó en dos de sus Novelas ejemplares, La española inglesa y El amante liberal, e incluso la última novela que llegó a componer, Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), pertenece a este género.
La anónima Los amantes peregrinos Angelia y Lucenrique, compuesta entre 1623 y 1625; Historia de Hipólito y Aminta (1627), que llegó a alcanzar cuatro ediciones, de Francisco de Quintana, Historia de las fortunas de Semprilis y Genorodano (1629), de Juan Enríquez de Zúñiga, Eustorgio y Clorilene, historia moscóvica (1629), de Enrique Suárez de Mendoza, marcan la madurez del género.
Después, la novela bizantina adquirió una gran carga alegórica y moral que impulsó su crisis como género narrativo. Esta etapa la testimonian obras como el León prodigioso (1634) y Entendimiento y verdad (1673) de Cosme Gómez Tejada de los Reyes, y El Criticón (1651, 1653 y 1657) de Baltasar Gracián.