Batalla de Miraflores
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La Batalla de Miraflores realizada el 15 de enero de 1881 fue la culminación de la Campaña de Lima, tercera fase de la Guerra del Pacífico y marcó el inicio de la Campaña de la Breña que duró entre 1881 y 1883.
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[editar] Actitudes de Piérola, Cáceres e Iglesias
Al término de la batalla, así lo cuenta José María Químper,
“Piérola dormía encerrado en una habitación de la hacienda Vásquez, a la izquierda de nuestra línea de Miraflores, a más de una legua de este pueblo” — cf. Documento citado de la Recopilación de Ahumada Moreno, cit.
A esas horas, tras la dura jornada, Cáceres tendía su capote en el suelo para descansar un momento junto a sus soldados, pensando constantemente en la manera de revertir la situación que no podía ser más grave. Esa noche las tropas chilenas se hallaban entregadas al saqueo y la embriaguez en Chorrillos, solicitó de Piérola con terquedad, autorización para emprender un ataque que hubiese cogido de sorpresa al adversario; y bien conocido es también que el dictador desechó el proyecto, calificándolo de estéril e inútil.
Se pactó tregua el 14, durante la cual Miguel Iglesias, prisionero la víspera, fue comisionado por los chilenos para negociar con Piérola. El armisticio debía durar hasta la medianoche del 15 de enero, pero no fue respetado por el adversario, que el mismo 14 movilizó sus tropas en disposición de ataque sobre Miraflores.
[editar] La línea de Miraflores
En la mañana del 15, Cáceres recorrió todo su sector, dictando diferentes disposiciones de combate, y, principalmente arengando a sus soldados para combatir con honor por el triunfo o el sacrificio. Al percatarse que las guerrillas enemigas se situaban a 500 metros de su frente, Cáceres hizo notar al general Pedro Silva que la tregua era violada, obteniendo por respuesta "...que por nuestra parte teníamos que cumplirla rigurosamente". Pero casi de inmediato, cuando empezaba la tarde, se dio inicio a la batalla, al contestar las tropas de Cáceres el ataque frontal de la división Lagos al tiempo que de flanco eran bombardeadas por la escuadra enemiga. Desde el principio la lucha fue desigual, pero con todo, los peruanos hicieron allí prodigios de valor, haciendo honor a la tradición de su heroico conductor.
[editar] Piérola a buen recaudo
Ninguna respuesta favorable obtuvieron las ayudantes que envió Cáceres ante Piérola demandándole refuerzos:
“El generalísimo, escribió el héroe, en ningún momento se presentó en la línea y permaneció en Vásquez con sus ayudantes y el coronel Echenique, jefe del Ejército de Reserva”. — Memorias, Lima, 1980, tomo I, pp. 144–145
Relata un reservista de Piérola,
"...como trastornado, procuraba alejarse a galope de los sitios peligrosos al tiempo que el coronel Cáceres dirigía su anteojo sobre las polvaredas que pudieran indicar opas en marcha. Refuerzo, ninguno. Eran, mientras tanto, las 4 p.m., y el fuego enemigo continuaba con gran vivacidad… Hacía más de tres horas que combatíamos y sin embargo ¡no recibíamos ningún refuerzo! Cáceres, desesperado, decía confidencialmente en un grupo: “No tenemos ya municiones; estamos perdidos”. — Apuntes de un reservista sobre las jornadas del 13 y 15 de enero de 1881, documento inserto en la Recopilación de Ahumada Moreno, tomo VI, pp. 190–196
[editar] Cáceres es herido en retirada
Según Cáceres, en la batalla San Juan, el ejército peruano no fue enteramente aniquilado sino más bien disperso. En realidad, para defender Miraflores, Piérola pudo reorganizar 10.000 hombres de los restos de San Juan, más 6.000 de la reserva y otros 2.500 que pudo solicitar al Callao. Pero sólo reorganizó 5.000 del ejército de línea y trajo del Callao apenas 800. Ellos, con la Reserva, sumaron los 12.000 que se formaron contra los 22.000 chilenos.
La línea de Miraflores se organizó en tres sectores de defensa. El de la derecha quedó a órdenes de l coronel EP Andrés Avelino Cáceres; el centro a las del coronel EP Belisario Suárez y la izquierda a las del coronel EP Justo Pastor Dávila. En los diez reductos desparramados en una extensión de doce kilómetros, intervalos de 800 a 1.000 metros, se montaron algunas piezas de artillería, guardadas por tropas de reserva. Quedaron a las órdenes de Cáceres los batallones Juan Fanning García, Arias y Aragüez, Carlos Arrieta, Augusto Seminario, Maximiliano Frías, Noriega, Frisancho, Porras, Garay, Crespo y Zevallos.
Pese a tanta desventura, el coronel Cáceres alentaba sin cesar a soldados y reservistas, reclamándoles un último esfuerzo; y ellos, según refiere quien los vio nimbados de gloria en tan terribles momentos,
“...al reconocer a nuestro comandante general recorriendo la línea, se electrizaban con su presencia, como si ella les inspirara mayor confianza”. — “Lo que yo vi”, crónica publicada en el periódico “El Orden”, Lima, 1881
Sin apoyo y extenuada su hueste, Cáceres ordenó un primer repliegue; unió los restos de su ejército con la reserva que a las órdenes del coronel Correa y Santiago se puso a sus órdenes. Hubo un momento de tregua, pero porque el enemigo suspendió momentáneamente los fuegos para reagruparse y emprender la ofensiva final, con superioridad de fuerzas. Los valientes de Cáceres se defendieron en los reductos, pero al observar el jefe que era imposible y hasta inhumano continuar la resistencia sin municiones, perdida ya la esperanza de ver aparecer refuerzos, ordenó la retirada. Fue en esa circunstancia que dos balazos atravesaron su kepis sin herirlo, pero al detenerse para encabezar una postrera resistencia en la izquierda, recibió un balazo en la pierna al tiempo que su caballo era también alcanzado. Dice un testigo que entonces "perdimos al jefe que hubiese podido salvar en orden los restos del ejército y gran parte del parque". Ello sucedió alrededor de las 18:00 horas. Caído Cáceres nadie pudo contener la dispersión de las diezmadas tropas.
[editar] Cáceres anuncia La Breña
Poco menos que abandonado a su suerte, muertos o heridos casi todos sus ayudantes, Cáceres tomó el camino de Lima. En el trayecto fue auxiliado por el comandante Zamudio, quien le alcanzó un poco de agua y le vendó la pierna con su pañuelo. Entrada la noche, a caballo, Cáceres llegaba a la Plaza de la Exposición, pero ya no solo, pues al reconocerlo, se le había unido gran cantidad de dispersos dando vivas al coronel y reclamando los jefaturase en una nueva resistencia. En esos momentos le faltaron a Cáceres las fuerzas físicas y apenas pudo recomendar a sus fieles que buscaran jefes más aptos para proseguir la lucha.
Y a punto de desfallecer, alcanzó el puesto de la Cruz Roja, instalado en la calle de San Carlos. Le hicieron allí las primeras curaciones y luego fue conducido a una casa de probados patriotas, para ocultarlo, pues los chilenos destacaron varias partidas con órdenes de tomarlo prisionero. Impotente, desde su lecho de herido, el héroe comprendió que Lima no podía ya ser defendida. Y fue precisamente en ese crítico trance que concibió la idea de internarse en los Andes para continuar la resistencia a través de la guerra de guerrillas. La Breña se aprestaba a ser escenario de sus mayores glorias.
[editar] Bibliografía
- Para la redacción de este apunte se tomaron extractos del artículo Cáceres y la Defensa de Lima: Heroísmo peruano en San Juan y Miraflores, insertos en el libro Cáceres Inmortal, Comisión Nacional del Sesquicentenario del natalicio del Mariscal Andrés Avelino Cáceres, Lima, 1986, páginas 240-245, cuyo autor es del profesor Luis Guzmán Palomino, quien antes escribió una reseña parecida con el título La Defensa de Lima, incluido en el álbum Cáceres: Conductor Nacional publicado por la Comisión Permanente de Historoia del Ejército del Perú, Ministerio de Guerra, Lima, 1984, páginas 87-99. Un señor apellidado Herrera Cunti apareció como autor cuando es sinple y llanamente un plagiario, al que debe denunciarse. Al parecer este sujeto fue retirado de Wikipedia; de haber sido así, en buena hora, pues no se debe consentir tamaña desfachatez. Pedimos disculpas a los lectores por hacer esta aclaración, pero entenderán que era de rigor. Agregamos que lo hacemos respetando lo exigido por la enciclopedia, esto es sin violar las políticas de derechos de autor, sino todo lo contrario, para defenderlas, y basados en fuentes verificables. Los libros citados pueden revisarse en varias bibliotecas, entre ellas la del Ministerio de Defensa. Dicho lo cual citamos la bibliografía utilizada para esta nota, que es sólo parte de una más amplia:
Ahumada Moreno, Pascual. Guerra del Pacífico. Recopilación completa de todos los documentos oficiales. Valparaíso. 1886-1890./ Cáceres, Andrés Avelino. Memorias. La Guerra del 79 y sus campañas. Editorial Milla Batres. Lima. 1980./ Diario El Orden, Lima, 1881./ Diario El Comercio, Lima 1884.