Críticas a la Inconmensurabilidad
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[editar] III. Las críticas:
[editar] III.a. La crítica de Popper:
La crítica elaborada por Popper (1994) ilustra claramente un ejemplo de las detracciones que se pueden formular ante la tesis de la inconmensurabilidad cuando ésta se define como la imposibilidad de un entendimiento. Popper abre su artículo mencionando, en contra de la inconmensurabilidad, que ésta favorece la violencia al imposibilitar una comunicación racional, sin embargo, como Mitchell (2003) ha argüido, estos juicios de índole política no se sostienen ni pueden ser justificatorios pues dependen de una serie de valores condicionados por un momento histórico en el cual cierta visión de la ciencia se favorece sobre otras. Pero si hemos de adentrarnos en la crítica misma debemos comenzar aludiendo a lo que Popper considera como el mito del marco, y que se expresa como sigue: “Una discusión fructífera y racional es imposible a menos que los participantes compartan un marco común de asunciones básicas o, al menos, que para los propósitos de tal discusión acuerden discutir bajo un marco de esta índole.” (Popper, 1994).
Popper reconoce que: 1) una discusión como la descrita anteriormente es difícil mas no imposible, 2) que una discusión fructífera generalmente no es aquella que se da entre personas que sostienen puntos de vista muy similares, y por lo tanto 3) que las discusiones más fructíferas para la ciencia son precisamente las que involucran grandes desacuerdos (Popper, 1994). En su opinión, ha sido un error de concepción por parte de los autores que sostienen la tesis de la inconmensurabilidad el interpretar una discusión fructífera como aquella que termina en un acuerdo total; incluso tal acuerdo puede ser indeseable, pues dada la falibilidad de nuestras teorías llegar siempre a un acuerdo aumenta el riesgo de que nuestras teorías aceptadas sean falsas, sobre todo, cuando la evidencia dista mucho de ser concluyente. Pero sin duda, y más allá de si una discusión es concluyente o no, ciertamente una discusión es fructífera cuando permite generar nuevos argumentos para defender las posiciones en conflicto (Popper, 1994) . En este sentido, Popper considera que la expectativa de una eterna coincidencia conduce a una decepción, la cual, aunada a un admirable deseo de tolerancia y una lógica dudosa, lleva a ciertos filósofos a postular el mito del marco (Popper, 1994). El origen del mismo, afirma Popper, se rastrea hasta Hegel y ciertos filósofos postcríticos alemanes que confunden el falibilismo de las teorías con la noción de que la verdad, como las costumbres, no es más que un producto social. Popper considera entonces que la noción de verdad absoluta y objetiva es reconciliable con la tesis del falibilismo como lo muestra la teoría de la verdad tarskiana de la siguiente forma:
“Un enunciado de algún lenguaje, digamos el Inglés, es verdadero si y sólo si se corresponde con los hechos... Así, es imposible, de acuerdo con la teoría tarskiana, que dos enunciados que son la traducción el uno del otro, pudiesen ser uno verdadero y el otro falso. La Verdad, de acuerdo a la teoría tarskiana, no es por lo tanto dependiente o relativa a un lenguaje... [sin embargo Popper admite posteriormente que] Puede ocurrir que un enunciado en un lenguaje no sea traducible a otro, o en otras palabras que un hecho... que puede ser descrito en un lenguaje no pueda ser descrito en otro.” (Popper, 1994; pp. 48-49).
A continuación, en ese mismo pasaje, Popper concede que un caso de intraducibilidad puede construirse artificialmente si diseñamos un lenguaje en el cual sólo puedan expresarse predicados monádicos, de tal forma que ningún predicado diádico pueda ser expresable, p. Ej. si admitimos los enunciados ‘Paul es alto’ y ‘Peter es alto’ no podemos expresar nunca el enunciado ‘Paul es más alto que Peter’ Popper, 1994) .
Sin embargo, tal situación puede ser superada si trascendemos las reglas de nuestro propio lenguaje mediante la crítica, simplemente –como se mencionó en el pasaje de Feyerabend– al tomar nuevas reglas que permitan incorporar los enunciados en conflicto. Estas nuevas reglas serán evaluadas mediante una crítica a posteriori, es decir, se aceptarán si su implementación ha conducido a un aumento en nuestro entendimiento, si lo anterior se logra el mito del marco no es un problema (Popper, 1994).
[editar] III.b. La crítica de Davidson
“Los esquemas conceptuales, nos dicen, son formas de organizar la experiencia; son sistemas de categorías que dan forma a los datos de las sensaciones; son puntos de vista desde los cuales los individuos, culturas o períodos examinan los acontecimientos que se suceden.” (Davidson, 1974b; pp. 189)
En su (1974b) Davidson presenta una crítica detallada ante la noción de esquema conceptual, en esta obra no sólo reniega de la posible multiplicidad de esquemas sino de la existencia de algo que pueda ser denominado esquema. En su opinión, tal formulación entraña una paradoja puesto que la idea de diversos puntos de vista sólo puede ser inteligible a la luz de un sistema de coordenadas común en el cual podamos representarles, sin embargo, tal sistema lleva al desvanecimiento de la noción misma que se pretendía esclarecer . La enunciación anterior, pese a su aparente simpleza, entraña una complejidad conceptual que debe ser explorada paso a paso pues el argumento de Davidson consiste en caracterizar lo que es un esquema conceptual, para luego mostrar que la idea misma es estéril. Pero tal esterilidad debe exponerse a la luz de sus concepciones sobre el significado, la traducción, la interpretación y las relaciones que entre estos conceptos existen. Primero, cabe hacer notar que no existe aquí una equiparación entre los lenguajes y los esquemas conceptuales, sino una relación de subordinación entre los primeros para con los segundos de tal forma que los cambios en los esquemas desencadenan necesariamente cambios en los lenguajes (Davidson, 1974b). Sin embargo, Davidson nos aclara, lo anterior no pretende implicar que la mente tenga categorías ajenas a cualquier formulación lingüística sino sólo reflejar la suposición de que en principio dos lenguajes pueden compartir un mismo esquema conceptual cuando éstos son intertraducibles (Davidson, 1974b). En este sentido la noción de traducibilidad se vuelve fundamental y puede adquirir dos sentidos, el primero, cuando la intraducibilidad es total y tenemos así un fallo completo, el segundo, cuando el fallo es parcial y la intraducibilidad sólo ocurre entre ciertas oraciones de dos lenguajes (Davidson, 1974b). En este punto es preciso mencionar que Davidson supone que una intraducibilidad total puede darse entre dos lenguajes, incluso si éstos pudiesen ser traducidos parcialmente a un tercero que se encontrase en un punto medio entre los primeros. Lo anterior ejemplifica como las pequeñas diferencias entre lenguajes cercanos pueden acumularse y conllevar una intraducibilidad completa cuando comparamos lenguajes más distantes (Davidson, 1974b). Con ello Davidson apuntala que la traducibilidad no es un atributo transitivo. Segundo, la relevancia que el proceso de la traducción tiene a la hora de definir la inconmensurabilidad, que tanto Kuhn como Feyerabend han defendido, puede desencadenar un genuino problema de entendimiento pues “...parece improbable que podamos atribuir inteligiblemente a un hablante actitudes tan complejas como éstas [Davidson está ahora hablando de creencias e intenciones], a menos que podamos traducir sus palabras a las nuestras.” (Davidson, 1974b; pp. 191). Y si en efecto este fuese el caso, la atribución de creencias sería imposible, y de igual forma lo sería la interpretación , al menos en el caso radical. Lo anterior, sin embargo, sólo hace evidente un problema al que cotidianamente nos enfrentamos y que se expresa así: cómo podemos saber que los demás hablantes usan las palabras para significar lo mismo que nosotros (1974). La propuesta de Davidson consiste en afirmar que si esta interrogante, en el caso límite, no es un problema, entonces no lo será tampoco en el caso más familiar. Para resolver este problema, primero necesitamos desarrollar una teoría del significado, la cual habrá de reunir cuatro requisitos (Davidson, 1973) para romper el círculo vicioso ya descrito: primero, aquel que conozca la teoría podrá interpretar las emisiones para las cuales la teoría es aplicable, segundo, se le podrá apoyar o verificar por medio de evidencia plausiblemente disponible, a saber, las conductas de los hablantes ante los enunciados, tercero, que el significado de los enunciados esté en función del significado de sus partes , y cuarto, que no haga referencia a ningún lenguaje intermedio, es decir, que vincule directamente el lenguaje objeto con el metalenguaje del intérprete sin antes tener que elaborar un manual de traducción entre el lenguaje objeto y el lenguaje del intérprete. Y es en este punto cuando Davidson introduce su teoría de la interpretación, la cual parte de dos supuestos. El primero es que los hablantes asienten sinceramente cuando creen que una oración es verdad; segundo, y dado el primer supuesto, cuando un hablante asiente ante una oración es porque el hablante cree la oración (Davidson, 1974). Estos dos supuestos son los que permiten que su teoría satisfaga los criterios expuestos en el párrafo anterior. Más allá de estos supuestos, la teoría de la interpretación de Davidson se basa en la Teoría tarskiana de la verdad pero redefinida, pues Tarski buscaba dar cuenta de qué es la verdad mientras que Davidson (1973) pretende dar cuenta de cómo es posible la interpretación. El concepto clave en ambas es el de enunciado T, que obedece a la siguiente forma:
S es verdadera (en el lenguaje objeto) si y sólo si p.
Donde s es un enunciado del lenguaje objeto o su descripción canónica y p es una traducción de s al metalenguaje. O más correctamente, ya que los enunciados T definen la verdad para enunciados cerrados –es decir aquellos que no tienen variables libres–:
S es verdadera para un sujeto x si y sólo si p ocurre en un tiempo t.
Los cuales pueden posteriormente ser generalizados de tal forma que el enunciado finaliza con la siguiente estructura:
(x) (t) [Si ($y) tal que y es una comunidad lingüística y x pertenece a ella entonces (x sostiene que s es verdadero si y sólo si p en t)].
Donde y es una comunidad lingüística, x un sujeto, t es la variable tiempo, y s y p poseen los mismos valores que antes (Davidson, 1973). En este mismo texto, Davidson afirma que la satisfacibilidad es la noción básica que orientó la construcción de tales enunciados, por lo que “...hemos abandonado la idea de que también debemos decir si lo que reemplaza a “p” traduce a s” (Davidson, 1973; pp. 145). Es importante notar que Davidson (1973) menciona que para la forma general presentada antes, ninguna evidencia es concluyente y que es gracias a la mediación del principio de caridad el que sostenemos tal generalización. Una vez caracterizados los enunciados T de Tarski, es preciso aplicarlos a un lenguaje específico siguiendo un proceso de construcción que tiene tres etapas. Primero, construimos enunciados T para verdades lógicas. Segundo, para enunciados con deícticos –aquellos cuya verdad o falsedad varía según ciertos cambios en el mundo, p. ej. ‘Está lloviendo’. Y tercero, para las oraciones restantes cuyo valor de verdad no depende sistemáticamente de los cambios del mundo. (Davidson, 1973). Lo anterior de ninguna manera garantiza que al final obtengamos un diccionario quineano de oraciones uno a uno, pues puede darse el caso de que la traducción esté indeterminada, sobre lo que Davidson afirma lo siguiente:
“La indeterminación del significado o traducción no representa una falla al capturar distinciones significativas; señala el hecho de que cierta distinción aparente no es significativa. Si hay indeterminación, es porque aun con toda la evidencia posible, diferentes formas de expresar un hecho permanecen” (Davidson, 1974; pp. 154) .
Esta teoría del significado será la herramienta adecuada para demostrar que la interpretación radical no es imposible pues toma a la creencia como constante hasta que es finalmente posible resolver el significado, pero en principio no se asume que p es traducción de s (Davidson, 1973), sino que “...dar condiciones de verdad es una forma de dar el significado de una oración...” (Davidson, 1967; pp. 45). Una vez aclarado lo anterior podemos regresar a su (1974b), en especial al comentario sobre el fallo total. Si lo que se quiere decir con esto, nos comenta Davidson, es que los dos esquemas conceptuales que son radicalmente diferentes, pueden ser asimismo verdaderos, cada uno en su propio sentido, entonces nuestra pretensión implica una separación entre la verdad y la traducibilidad, lo cual, dada la teoría de la verdad de Tarski, parece estar condenado al fracaso. Pero no sólo esto, pues al menos la posición kuhniana entraña un dualismo entre esquema conceptual y de contenido ininterpretado (empírico), este dualismo es, en palabras de Davidson (1974b), el tercer dogma del empirismo.
“La idea es entonces que algo es un lenguaje, y está asociado a un esquema conceptual, podamos o no traducirlo, si se encuentra en una cierta relación (de predicción, de organización, de estudio, o de ajuste) con la experiencia (naturaleza, realidad, apuntes sensoriales). El problema es decir qué es la relación, y dar una idea más clara de las entidades relacionadas” (Davidson, 1974b; pp. 197).
Su crítica consiste en mencionar que se considera a la elección entre dos teorías inconmensurables como algo que puede darse, como si hubieran puntos de vista fuera del lenguaje, esto es, al asumir a la experiencia humana como proceso realmente existente pero ajeno al lenguaje (1974b). Sobre la idea de fallo parcial Davidson (1974b) concluye que su fertilidad es igualmente inexistente, interpretar términos ajenos siempre supone una interpretación caritativa en la cual finalmente somos capaces de reconocer las condiciones de verdad en las cuales el hablante ha formulado su proposición, es decir, el problema familiar se ha desvanecido con la misma respuesta que se ofreció ante el problema global.
“Así, lo que al principio sonaba como un descubrimiento estremecedor –que la verdad es relativa a un esquema conceptual– hasta ahora no ha podido demostrarse que sea algo más que el hecho pedestre y familiar de que la verdad de una oración es relativa (entre otras cosas) al lenguaje al cual ella pertenece” (Davidson, 1974b; pp. 194).
[editar] Leáse a continuación:
Una interpretación alternativa de Kuhn
Ø Davidson, Donald (1974); “Belief and the basis of meaning” en Inquiries into truth and interpretation, Oxford University Press, Reino Unido, 1984. Ø Davidson, Donald (1974b); “De la idea misma de un esquema conceptual” en De la Verdad y de la Interpretación, Ed. Gedisa, España, 1989. Ø Davidson, Donald (1973); “Radical interpretation” en Inquiries into truth and interpretation, Oxford University Press, Reino Unido, 1984. Versión en español de la cual se extrajeron las citas : Davidson, Donald (1973); “Interpretación radical” en De la Verdad y de la interpretación, Ed. Gedisa, España, 1989. Ø Davidson, Donald (1967); “Verdad y significado” en De la Verdad y de la Interpretación, Ed. Gedisa, España, 1989. Ø Feyerabend, Paul K. (1970); “Consuelos para el especialista” en I. Lakatos y A. Musgrave (comp.) La crítica y el desarrollo del conocimiento, Ediciones Grijalbo, España, 1975. Ø Feyerabend, Paul K. (1989); “Contra el Método”, Ed. Ariel, España, pp. 93-119. Ø Forster, Malcolm R. (2000); “Hard Problems in the philosophy of science: Idealization and commensurability” en R. Nola y H. Sankey (eds.) After Popper, Kuhn & Feyerabend: Issues in Theories of Scientific Method, Australasian Studies in History and Philosophy of Science, Kluwer. Ø Fu, Daiwie (1995); “Taxonomy in the sciences: higher taxonomy and higher incommensurability” en Stud. Hist. Phil. Sci., Vol. 26, No.2, pp. 273-294. Ø Galison, Peter (1998); “Trading Zone: Coordinating Action and Belief” en Mario Biagioli (ed.) The Science Studies Reader, Routledge, EUA, 1999. Ø Kuhn, Thomas S. (1983a); “Conmensurabilidad, comparabilidad y compatibilidad” en ¿Qué son las Revoluciones Científicas? y otros ensayos, Paidós, España, 1989. Ø Kuhn, Thomas S. (1971); “Las revoluciones como cambios de la concepción del mundo” en Pérez Ransanz A. R. y Olivé León (comps.) Filosofía de la Ciencia: Teoría y observación, coedición. Siglo XXI-UNAM, México 1989. Este artículo aparece como capítulo X en La estructura de las revoluciones científicas (1971), FCE, México. Ø Kuhn, Thomas S. (1987); “¿Qué son las revoluciones científicas” en ¿Qué son las Revoluciones Científicas? y otros ensayos, Paidós, España, 1989. Ø Kuhn, Thomas S. (1983b); “Racionalidad y elección de Teorías” en ¿Qué son las Revoluciones Científicas? y otros ensayos, Paidós, España, 1989. Ø Mitchell, Sandra (2003); “Biological Complexity and Integrative Pluralism”, Cambridge University Press, UK, pp. 179-218. Ø Pérez Ransanz, Ana R.; “Kuhn y el cambio científico”, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, pp. 83-122. Ø Popper, Karl R. (1994); “The Myth of the Framework“ en The Myth of the Framework, Ed. Routledge, UK. Ø Wang, Xinli. (2002); “Taxonomy, truth-value gaps and incommensurability: a reconstruction of Kuhn’s taxonomic interpretation of incommensurability”, Stud. Hist. Phil. Sci. Vol. 33, pp. 465-485.