Daniel Alcides Carrión
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Daniel Alcides Carrión García (*Cerro de Pasco, 15 de mayo de 1859 - † Lima, 5 de octubre de 1885), es considerado un mártir de la medicina peruana, ya que sacrificó su existencia en busca de nuevos conocimientos sobre la Bartonelosis o mal de la Verruga.
[editar] Biografía
Nació en la Ciudad de Cerro de Pasco, provincia de Tarma, departamento de Junín, Perú, el 12 de agosto de 1857. Hijo del médico y abogado ecuatoriano doctor Baltasar Carrión de Torres y de doña Dolores García. Cabe resaltar que el año 1857, Cerro de Pasco pertenecía al Departamento de Junín, hoy Cerro de Pasco pertenece al Departamento de Pasco (del cual es su capital), y existen serios indicios de que Carrión nació en el actual Centro Poblado de Quiulacocha, a 10 minutos de viaje desde Cerro de Pasco.
Carrión, deseoso de contribuir en la obtención de conocimientos en el campo de la patología peruana, escogió como tema de sus investigaciones a la Verruga, enfermedad endémica en algunas zonas de la serranía del país, cuyas causas aún no eran del todo conocidas. En ese entonces, existía sobre esta patología la tesis de Tomás Salazar realizada en 1858, que consistía en un ensayo descriptivo de carácter netamente clínico; también existía la tesis de Armando Vélez, correspondiente a 1861, con observaciones anatomo-patológicas de la verruga cutánea. En 1870 se había propagado entre los trabajadores que construían el Ferrocarril Central, una epidemia llamada "Fiebre de La Oroya", cuya zona de trabajo coincidía con la zona endémica de la Verruga. Se comprobó que aumentaban los casos de ambas enfermedades, y que la mayoría de la población afectada estaba compuesta por gente foránea. Aunque Ricardo Espinal, sostuvo que en 1872 en la Maison de Santé que la fiebre precedía a la Bartonelosis o verruga, vislumbrando la doctrina unitaria acerca de la misma, las causas de esta enfermedad no eran bien conocidas y eran atribuidas ya sea a la intoxicación por ciertas aguas o a las condiciones palúdicas de las quebradas.
Después de hacer observaciones clínicas durante cuatro años sobre la Verruga y de reunir todos los datos posibles sobre la enfermedad, Carrión quiso conocer con mucha mayor profundidad las primeras fases de esta enfermedad y su verdadero carácter, experimentando en su cuerpo mediante la inoculación de la sangre de paciente infectado.
[editar] Acto Heróico
El 27 de agosto de 1885, en el Hospital Dos de Mayo, Carrión quiso hacerse a sí mismo la inoculación, y luego la efectuó Evaristo M. Chávez con cuatro lancetazos, utilizando a un joven de catorce años, robusto, exento de toda diátesis y con una verruga discreta en plena evolución eruptiva. Leonardo Villar, jefe de sala le dejó hacer, tras expresar su total desacuerdo, y dos estudiantes, Julián Arce y José Sebastián Rodríguez, sirvieron como testigos. No ignoraba Carrión que no había terapia alguna de eficiencia comprobada en el caso de que adquiriese el mal. Durante los días que duró el experimento, hasta que la agonía se acentuó, dió cuenta de los síntomas que padecía y describió así la verruga maligna, en la historia de la enfermedad que lo lleva al límite de la vida. Mediante su sacrificio triunfó la tesis "Unicista" entre la Fiebre de La Oroya y la Verruga eruptiva. Esto quiere decir que ambas reconocían el mismo origen y que la inoculación de ésta podía producir una fiebre anemizante grave. También quedó comprobado que la enfermedad era inoculable.
Daniel Alcides Carrión, en estado de agonía, fue trasladado a la Maison de Santé, el 4 de octubre y falleció al día siguiente, era el 5 de octubre de 1885, habiéndo transcurrido cuarenta días desde la inoculación. Sus últimas palabras fueron: C´est fini.. Antes de las mismas alcanzó expresar el deseo de que los estudios siguieran adelante, consciente de haber contribuido al mejor conocimiento de la dolencia que hoy lleva su nombre: "Aún no he muerto..amigo mío; ahora les toca a ustedes terminar la obra comenzada, siguiendo el camino que les he trazado...". Estas palabras fueron como su testamento espiritual.
Los restos de Alcides Carrión descansan en el Cementerio Presbítero Maestro. A manera de homenaje, muchas instituciones académicas y civiles, entre hospitales, estadios, centros de enseñanza, etc. llevan su nombre.