Dios nunca muere
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Vals mexicano escrito por el compositor y violinista Oaxaqueño Macedonio Alcalá en 1868. En el, al igual que en la Canción Mixteca, se refleja el dolor del pueblo oaxaqueño, obligado a migrar a otras tierras en busca de mejores oportunidades. Es también de facto el Himno de Oaxaca[1]. Ha sido cantado por intérpretes tan destacados como Pedro Infante y Javier Solis. En el caso de este último, existen dos versiones de la canción: una con respaldo de Banda Sinfónica, grabada en 1959 y otra con el Mariachi Nacional de Arcadio Elías, grabada en 1963.
Se cuenta que este vals fue compuesto cuando Macedonio Alcalá y su esposa pasaban por una situación económica precaria y además el compositor estaba en riesgo de morir. Una versión de la historia señala que su benefactor y amigo Roberto Maqueo, viéndolo en esta situación difícil, le dejó discretamente 12 pesos en plata. Otra versión señala que le visitaron indígenas de un puebio cercano para encargarle un vals para la patrona de su puebio, dejándole 12 pesos en plata como paga. En todo caso, se afirma que en cuanto Alcalá recibió el dinero, se incorporó en su cama y trazó en una pared los primeros compases del vals, los cuales transcribió después en un papel para música, con gran esfuerzo de su parte. Llamó a este vals Dios Nunca Muere en gratitud a que había recibido auxilio cuando más lo necesitaba.
A esta composición se le han asignado varias letras de las cuales la más conocida y que se reproduce seguidamente, fue escrita por Cipriano José Cruz.
Muere el sol en los montes
con la luz que agoniza
pues la vida en su prisa
nos conduce a morir.
Pero no importa saber
que voy a tener el mismo final
porque me queda el consuelo
que Dios nunca morirá.
Voy a dejar las cosas que amé,
la tierra ideal que me vió nacer,
pero sé que después
habré de gozar
la dicha y la paz
que en Dios hallaré.
Sé que la vida empieza
en donde se piensa
que es la realidad perdida.
Sé que Dios nunca muere
y que se conmueve
del que busca su beatitud.
Sé que una nueva luz
habrá de alcanzar
nuestra soledad
y que todo aquel que llega a morir
empieza a vivir una eternidad.
Muere el sol en los montes
con la luz que agoniza
pues la vida en su prisa
nos conduce a morir.