Eduardo Liceaga Martínez
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Eduardo Liceaga Martínez, conocido también bajo el pseudónimo del "Alkimista", nació en México, Distrito Federal el 4 de abril de 1971. Se graduó de la Licenciatura en Derecho en la Universidad Anahuac del Norte (Estado de México), sin embargo mostró dotes literarias desde temprana edad caracterizándose por una prosa ágil y compacta edulcorada con ricas metáforas. Su obra comprende desde cuentos cortos como "Refugio", "Los silencios del olvido", "El Regreso" y otros más hasta su único libro de carácter antropológico denominado "Crónicas del Doloroso Camino/En Busca del Chamán (Mëxico, Nihongo Editores, S.A. de C.V. 2005), pasando por una gran compilación de poemas y ensayos políticos, editados en periódicos locales y revistas independientes.
De estilo decimonónico en veces y en veces tan sencillo como una bandeja con agua, da lugar a que sus críticos lo acusen de carecer de un estilo propio o que en el mejor de los casos sea tan variable como su temperamento.
Eduardo Liceaga Martínez, es un alma inventada por sus desencantos y fracasos cotidianos. Su vigorosa creación es una contradicción en sí misma. A veces autoindulgente, a veces brutal consigo mismo y con el entorno que lo rodea es un ángel-demonio hermosamente descarnado que desencadena su amor-furia contra todo y contra todos, pero siempre dejando un resquicio de salvación o de condena velada, según sea el caso.
Esta característica lo encadena ineludiblemente a un sentimiento de desilusión permanente. El mundo sin definitivos lo exacerba y lo hace intolerante dejando en el lector la semilla de una rabia contenida por los matices del mundo. “Nada vale la pena un real esfuerzo, porque nada en el corazón del universo es definitivo”. “¿Por qué esforzarse tanto para lograr estadios imperfectos de realidad cambiante?” Se pregunta una y otra vez, y de vez en cuando se responde con su particular recurso de metáforas bien logradas dotadas de sarcasmo ineludible. En Crónicas del Doloroso Camino/En Busca del Chamán, el cual resulta irresponsablemente autobiográfico, se vislumbra su alma atormentada, sin que desde el punto de vista literario cuaje definitivamente, aunque como ya se ha convertido en firma de la casa, logra en algunas páginas mostrar su poderosa narrativa y prosa contundente, aunque al final deja al lector con la sensación de que quedó demasiado a deber.
Por otra parte, su poesía es definitivamente asfixiante y devastadora. Siempre recurriendo a la fórmula del amor perdido irremediablemente como frontera del espíritu, vuelca toneladas de desasosiego en el que lo lee, mostrando deliberadamente una exacerbada sensibilería que extrañamente no resulta cursi, pues al borde del desquicio, contiene la exageración con pinceladas que enmarcan su espíritu derrochado en un cerco bien logrado de inteligencia.[1]
