Martín de Santa Coloma

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Martín Isidoro de Santa Coloma y Lezica (1800 - 1852) fue un militar argentino. Nació en Buenos Aires el 3 de enero de 1800. Fue Coronel de la Confederación Argentina, y murió ejecutado luego de concluida la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.

[editar] Biografía

Era hijo de Juan Antonio de Santa Coloma, casado con Ana María de Lezica, quienes tuvieron en total 13 hijos, entre ellos Eugenio y Martín Isidoro de Santa Coloma. Vivían en su quinta de Quilmes, que fue donada por sus descendientes a las Hermanas de María Auxiliadora (Salesianas), las que afortunadamente la conservaron. La quinta fue tomada por el ejército inglés como cuartel general de John Whitelocke, durante las Invasiones Inglesas al Río de la Plata, en 1807. Hoy la quinta es monumento histórico de la ciudad de Bernal, en Quilmes, Argentina (ver Quinta de Santa Coloma en Bernal).

Sobre Martín de Santa Coloma no hay muchos antecedentes. Sí se puede afirmar con seguridad que, junto al General Lucio N. Mansilla, fue uno de los luchadores de la Batalla de Quebracho, contra el bloqueo Anglo-Francés del Río de la Plata. El cuadro ecuestre de Félix Revol, presente en el Museo Histórico Nacional, retrata al Coronel Santa Coloma dirigiendo las tropas de infantería en la Batalla de la Vuelta de Obligado. ^[1].

El 6 de diciembre de 1842, en la Batalla de Arroyo Grande, sobre la margen derecha del río Uruguay, el ejército de Manuel Oribe, compuesto de 8.500 hombres y bien armado, derrota al jefe uruguayo Fructuoso Rivera. Luego de la batalla, Oribe marcha sobre Montevideo. La batalla de Arroyo Grande fue decisiva y los derrotados se hicieron fuertes en Montevideo, sitiando Oribe a La Nueva Troya por nueve años. Se sabe que Santa Coloma estuvo al mando de Oribe en esa época, para enfrentar a Rivera, pero no está claro aún si estuvo en Arroyo grande o si cruzó o no al Uruguay, junto a Oribe.

Santa Coloma murió degollado por orden de Urquiza al finalizar la Batalla de Caseros, aparentemente señalado a Urquiza por Sarmiento, ya terminada la batalla y sin juicio alguno. Similar suerte siguió el Coronel Chilavert, que fue fusilado ese mismo día, también sin juicio alguno.