Partido Democrático (España)
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El Partido Demócrata o Democrático es la expresión más coherente y radical de los principios formulados por el liberalismo en las mismas Cortes de Cádiz. Las ideas de democracia, con su lógica dimensión republicana, estuvieron ampliamente extendidas desde los años del Trienio Liberal (1820-1823) y tuvieron sus principales medios de difusión en periódicos como El Zurriago o La Tercerola, y en clubes como la Sociedad Landaburiana u organizaciones secretas nacionales creadas en este periodo como la Confederación de Caballeros Comuneros o Comunería o venidas desde el extranjero, como los Carbonari o Carbonería italiana y francesa;´hubo entonces figuras importantes como Álvaro Flórez Estrada o Juan Romero Alpuente; la reacción de la Década Ominosa y el predominio de los liberales moderados desde 1833 impidió su desarrollo por todos los medios, pero con la definitiva implantación del liberalismo durante la Regencia de Baldomero Espartero (1840-1843), los demócratas tuvieron periódicos propios (La Revolucióny El Huracán, dirigidos ambos por Patricio Olavarría; El Regenerador y El Argos, dirigidos ambos por José Ordax Avecilla; El Peninsular, dirigido por Manuel García Uzal; Guindilla, dirigido por Wenceslao Ayguals de Izco) y lograron ocupar bastantes puestos en los ayuntamientos. Sufrieron después la represión del general Narváez y de los moderados a partir de 1844, pero se reorganizaron y en abril de 1849 surgieron como fuerza política plenamente constituida como desgajamiento del Partido Progresista mediante la publicación del Manifiesto de Partido Progresista Demócrata. Sin exibir públicamente su republicanismo, demandaba el pleno reconocimiento de los derechos ciudadanos y las libertades individuales, (de conciencia, de expresión, de reunión, de religión, de asociación), la instrucción primaria pública gratuita, el sufragio universal, la desamortización de todos los bienes de la Iglesia, incluidos los bienes civiles, y la abolición de las quintas. Propugnaban la reforma fiscal y la asistencia social para cubrir los mínimos de los más necesitados, el unicameralismo, el juicio por jurados y la descentralización administrativa otorgando protagonismo a las diputaciones y ayuntamientos elegidos todos ellos. Entre los periodistas afiliados a esta tendencia estaban el ya conocido Ordax Avecilla, pero también Fernando Garrido, Federico Carlos Beltrán y Sixto Cámara, cuya obra periodística era sistemáticamente denunciada, de suerte que de casi todos los periódicos demócratas de entonces nos queda bien poco.
El partido actuó de manera parcialmente clandestina hasta la llegada del Bienio Progresista durante el reinado de Isabel II. En este momento aglutinó a algunos militares descontentos, al incipiente movimiento obrero y campesino, republicanos e intelectuales, y el bienio ayuda a su expansión. Con la llegada de la Unión Liberal al gobierno, regresa a la ilegalidad. En este momento se produce un debate abierto en el que se fija una aproximación al Partido Progresista, se declara abiertamente el republicanismo de la formación y los fundamentos del programa económico se acercan al pensamiento socialista. Su figura más relevante en este momento será Francisco Pi i Margall que es quien le da un verdadero contenido político y determina una mayor influencia en la sociedad gracias a su atractivo personal. Es el tiempo en el que desde el periódico La Discusión el partido se da a conocer más fuera de Cataluña donde había mantenido una actividad constante y cuyo diario más influyente era El Comercio de Barcelona. Otras figuras importantes del partido fueron José María Orense, Nicolás María Rivero, Eugenio García Ruiz, Emilio Castelar y Roque Barcia.
La posibilidad o conveniencia de alianzas con los progresistas llevarán a debates enconados en los que se enfrentarán unitaristas contra federalistas, partidarios de la alianza con las demás fuerzas democráticas y contrarios a ella. Tras los fracasos del general Juan Prim en sus distintas sublevaciones, firmaran el Pacto de Ostende en 1866 y el de Bruselas en 1867 para llevar a término con los progresistas la Revolución de 1868. El partido, con la llegada del Sexenio Democrático se deshará, integrándose sus miembros en otras formaciones de contenido republicano, y las maniobras para oficializar el turno de partidos por parte de Antonio Cánovas del Castillo conseguirán destruir la articulación de una verdadera alternativa democrática en el país.
