Un hombre para la eternidad (película)
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Título | Un hombre para la eternidad |
Ficha técnica | |
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Dirección | Fred Zinnemann |
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Producción | Fred Zinnemann |
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Guión | Robert Bolt |
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Música | Georges Delerue |
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Fotografía | Ted Moore |
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Montaje | Ralph Kemplen |
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Reparto | Paul Scofield Wendy Hiller Leo McKern Orson Welles Robert Shaw John Hurt |
Datos y cifras | |
País(es) | Reino Unido |
Año | 1966 |
Género | Drama |
Duración | 120 min. |
Compañías | |
Distribución | Columbia Pictures |
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Ficha en IMDb |
Un hombre para la eternidad, película dirigida por Fred Zinnemann en 1966, narra los últimos años en la vida del hombre de leyes, estadista, escritor, traductor y filósofo Santo Tomás Moro (Londres, 1478-1535), padre, junto a Maquiavelo, del pensamiento político moderno gracias a su libro "Utopía".
La película, que dura casi 2 horas, ganó 6 Premios Oscar en 1967, entre ellos el de mejor película; mejor director (Fred Zinnemann); mejor actor protagonista (Paul Scofield); y mejor guión. En el reparto, además de Paul Scofield en el papel de Tomás Moro, aparecen Robert Shaw (como Enrique VIII), Sussanah York, Vanessa Redgrave, Orson Welles o el futuro "hombre elefante" John Hurt.
[editar] Argumento
En la película se ve a Tomás Moro, negándose a reconocer a pesar de su fidelidad al rey Enrique VIII, la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón (quien sólo le había dado una hija sana) para que éste pudiera casarse con Ana Bolena ("Ana de los 1000 días" en otra película), hecho que acaba provocando la ruptura entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Inglaterra.
Muestra la encrucijada de Moro por tener unos fuertes principios morales y religiosos que le impedían dejar de reconocer a la iglesia y al Papa de Roma; y a la vez sentir fidelidad hacia la corona y a su patria, ceder a los chantajes que le venían por parte de Enrique VIII, rey que hacía la ley a su medida y que estaba tan dispuesto a ejecutar a los que consideraba traidores, como sumamente dolido de que su principal pensador le llevara la contraria.
A pesar de ser el más valioso consejero real, tiene que renunciar a sus cargos públicos (fue canciller), luego es acusado de alta traición al no reconocer a su rey como máxima autoridad de la iglesia por una ley escrita “ex profeso” para que así lo hiciera, después fue encarcelado en la Torre de Londres, “juzgado” (es un decir...) y condenado a muerte. Otros dirigentes europeos presionaron para que se le salvara la vida, como el Papa o el rey Carlos I (V de Alemania), quien veía en el al mejor pensador del momento, pero no sirvió de nada y fue decapitado el 6 de julio de 1535. La Iglesia Católica Romana le concede el título de Santo por su defensa de la fe.
Moro no fue el único que estuvo en la encrucijada de si debía seguir al Rey Enrique VIII o a la Iglesia Romana. El cardenal Juan Fisher, también pasó exactamente por lo mismo (incluso Enrique VIII tuvo el "detalle" de mandarle el capelo cardenalicio a prisión) y fue también ejecutado. También fue canonizado por la Iglesia como San Juan Fisher.