Aecio
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Flavio Aecio, General romano, m. en el 454. Nacido en Italia, era hijo del magister equitum Gaudencio y de la dama romana Auraelia con quienes se trasladó de pequeño a la provincia de Mesia a la que su padre fue destinado. Los primeros años de aprendizaje los pasó como rehén de Alarico I, lo que le permitió conocer el modo de pensar y luchar de los godos. Sirve a su vez como magister equitum en las Galias durante la jefatura militar de Felix, hasta que en el 433 dC alcanza él mismo dicha magistratura de magister militum.
Precedido por mediocres y efímeros predecesores, Aecio destaca en su cargo por ser capaz de poner orden en un caótico Imperio de Occidente que se tambalea. Protege Italia y detiene la expansión de los bárbaros: frena a los visigodos en la Galia y arrincona a los burgundios en Saboya. Otras decisiones son mal recibidas, pero inevitables, como el reconocimiento del asentamiento vándalo en el norte de África.
Pero su campaña más notable, la que le valdrá para la historia el sobrenombre de "el último romano", será la que dirigirá contra los hunos. Sintiéndose insultado su caudillo Atila por el emperador Valentiniano III ante el rechazo de la petición de mano de su hermana Honoria, se lanza a destruir Roma. Para ello convoca una gran confederación de tribus escitas, sármatas, gépidas, ostrogodas, alanas, que se unen a los hunos en su marcha. Pero Aecio dirigiendo magistralmente, a francos, vándalos, visigodos, y las tropas romanas que quedan logra una gran victoria en los Campos Cataláunicos en el año 451: es la última gran batalla del Imperio de Occidente.
En ésta batalla cayó el poderoso rey visigodo Teodorico, vital aliado de Aecio. Éste, temiendo un peligroso incremento del poder visigodo, alentó a Torismundo, hijo de Teodorico, a acudir a Tolosa para asegurarse la sucesión con la idea de envolver al reino visigodo en una guerra entre pretendientes rivales al trono. La marcha del importante contingente visigodo impidió a Aecio exterminar a los invasores permitiendo a Atila la retirada con los restos de su ejército. El rey huno, pues, podrá reorganizar sus tropas e invadir la península itálica al año siguiente (452) ante la total impotencia de Aecio. Llegado ante las murallas de Roma, se cuenta que Atila no tomó la ciudad gracias a la intervención del Papa León I.
Para desgracia de Aecio, su gran victoria le valdrá el recelo del emperador, que, abrigando sospechas de una hipotética pretensión al trono, ordena matarlo en el 454. Posteriormente la intriga palaciega se vuelve contra el propio Valentiniano, que es asesinado un año después por seguidores de Aecio.