Invasiones holandesas de Brasil
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Invasiones holandesas es el nombre dado habitualmente, en la historiografía brasileña, al proyecto de ocupación del nordeste de Brasil por la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (WIC) durante el siglo XVII. Los holandeses invadieron Brasil dos veces, en sitios y ocasiones diferentes:
- Entre 1624 y 1625 en Salvador de Bahía
- Entre 1630 y 1654 en Pernambuco.
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[editar] Antecedentes
La motivación, en ambos casos, era la misma: los intereses de las Provincias Unidas en el comercio de azúcar habían resultado afectados por la unión de las coronas portuguesa y española en 1580 (Unión Ibérica).
Estando la corona española en guerra con los rebeldes holandeses, los cuales habían proclamado en 1581 la República de las Provincias Unidas, con capital en Ámsterdam, el rey Felipe II prohibió que los holandeses compraran azúcar en el puerto de Lisboa para revenderlo en el resto de la Europa, perjudicando los privilegios comerciales que estos poseían, y también, la recepción de empréstitos holandeses suministrados a los portugueses para el montaje de ingenios de azúcar.
A causa de estas restricciones, los holandeses se centraron en el comercio en el océano Índico, mediante la creación en 1602 de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que obtuvo el monopolio del comercio oriental.
El éxito de la experiencia llevó a la organización, en 1621, de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (WIC), que obtuvo el monopolio del tráfico de esclavos, durante 24 años, entre América y África. El mayor objetivo de la Compañía era ocupar las regiones productoras de azúcar y recuperar los beneficios del antiguo negocio.
La primera invasión holandesa en Brasil tuvo lugar en 1624 en la ciudad de Salvador de Bahía. Esta invasión fue de corta duración, puesto que fue rechazada por tropas luso-españolas. En represalia, corsarios de la WIC interceptaron y capturaron una flota española en el Caribe con el cargamento anual de plata enviado desde las colonias americanas.
[editar] La invasión holandesa en Pernambuco
En la capitanía de Pernambuco, la invasión holandesa se inició en 1630 con la ocupación de Olinda. Los portugueses opusieron resistencia, liderada por Matias de Albuquerque, que usó tácticas de guerrilla para confinar el invasor a las fortalezas situadas en el perímetro urbano de Olinda y de su puerto, Recife. Las llamadas "companhias de emboscada" eran pequeños grupos de 10 a 40 hombres, con alta movilidad, que atacaban por sorpresa a los holandeses y se retiraban velozmente, reagrupándose para nuevos combates.
Sin embargo algunos grandes propietarios de ingenios de azúcar aceptaron la administración holandesa por entender que una inyección de capital y una administración más liberal contribuirían al desarrollo de sus negocios. El mejor representante de estos fue Domingos Fernandes Calabar, considerado en la historia brasileña como un traidor, al apoyar a las fuerzas de ocupación y a la administración holandesa.
[editar] El gobierno de Nassau
Vencida la resistencia portuguesa, con el auxilio de Calabar, la WIC nombra al conde Johan Maurits van Nassau (Mauricio de Nassau) para administrar la conquista. Hombre culto y liberal, tolerante con la inmigración de judíos y protestantes, trajo consigo artistas y científicos para estudiar las potencialidades del territorio. Se preocupó de la recuperación de la agricultura y manufactura del azúcar, concediendo créditos y vendiendo en subasta pública las tierras de cultivo conquistadas. Cuidó del abastecimiento y de la mano de obra, de la administración y promovió una amplia reforma urbanística en Recife (bautizada como Ciudad Maurícia, Cidade Maurícia).
Concedió libertad religiosa, registrándose la fundación, en Recife, de la primera sinagoga del continente americano. La libertad religiosa concedida por Nassau era, en cierto modo, una necesidad, pues mientras que los propietarios de tierras eran católicos, las tropas holandesas eran protestantes, y los comerciantes portugueses que intermediaban el negocio de azúcar en la colonia eran judíos que ya tenían que esconderse más de la Inquisición.
A partir de 1640 con la restauración de la corona portuguesa, Brasil se pronunció a favor del Duque de Braganza, proclamado rey como Juan IV de Portugal. De esta forma, se firmó una tregua de diez años entre Portugal y las Provincias Unidas. En el nordeste del Brasil, aún bajo controlo holandés, las tierras productoras de caña de azúcar vivían dificultades en un año de plagas y sequía, presionados por la WIC que, sin considerar la moderación política de Nassau, pasó a cobrar la liquidación de las deudas a los propietarios de ingenios.
En 1644 Nassau vuelve a Europa, debido a desavenencias en la WIC. Esta coyuntura llevó a la explosión de la Insurrección Pernambucana (también conocida como Guerra de la Luz Divina), que culminó con la extinción del dominio holandés en el Brasil. Este movimiento fue liderazgo por el gran propietario de ingenios André Vidal de Negreiros, por el negro Henrique Dias y por el indio Felipe Camarão. La llamada Segunda Batalla de los Guararapes, en 1649, marcó una situación favorable a los luso-brasileños, y, en 1654, los holandeses dejaron Brasil.
Formalmente, la rendición fue firmada el 26 de enero de 1654, en la campiña de Taborda, pero sólo tuvo efectos completos el 6 de agosto de 1661, con la firma de la paz de La Haya, por la que Portugal pagó a Holanda 4 millones de cruzados, equivalentes a 63 toneladas de oro.
De acuerdo con algunos estudiosos de historia del Brasil, este movimiento significaría el início del nacionalismo brasileño, pues elementos blancos, negros e indios se unieron para luchar por los intereses de Brasil.
[editar] Consecuencias
A consecuencia de las invasiones del nordeste del Brasil, los capitales holandeses pasaron a dominar todas las etapas de la producción de azúcar, desde la plantación de la caña de azúcar hasta el refino y la distribución. Con el control también del mercado abastecedor de esclavos durante su ocupación de las posesiones portuguesas en África, pasaron a invertir en producción azucarera en la región de las Antillas. Al ser expulsados de Pernambuco, llevaron todo el conocimiento de producción adquirido, los capitales y el conocimiento comercial de los comerciantes judíos de origen portugués. En poco tiempo, la producción antillana se tornó más lucrativa para Holanda que el comercio con Portugal, y la economía brasileña entró en decadencia, solo recuperándose definitivamente en el siglo siguiente, con el descubrimiento de oro en Minas Gerais.