Las tumbas de Atuan
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Las Tumbas de Atuan (título original: The Tombs of Atuan ), libro del género de fantasía, fue publicado en 1970, es el segundo libro de la serie de Terramar, de Ursula K. Le Guin. Se ubica unos diez años después de Un mago de Terramar.
[editar] Historia
Esta vez no tenemos a Ged por protagonista, sino a Tenar, una niña que es llevada al Lugar de las Tumbas, en la isla de Atuan, en las Tierras de Kargad, al noreste del Archipiélago Interior de Terramar, pues es reconocida como la reencarnación de la sacerdotisa de los Sin Nombre, antiguos poderes de Terramar que dominan el Lugar de las Tumbas, y que tiene el nombre de Arha, que significa "La devorada", pues a la niña se le despoja de su nombre (aunque no es su nombre verdadero, pues, y eso lo sabemos hasta En el otro viento, los habitantes de Kargad, al no practicar la magia, tampoco tienen algo así como "nombres verdaderos", como los hárdicos de las Islas Interiores).
Así, la historia se desarrolla cuando Arha, habiendo cumplido los trece años, recibe la totalidad de sus deberes y privilegios como Sacerdotisa de las Tumbas, una de las cuales es el acceso al Laberinto de las Tumbas, una suerte de pasadizos conectados en una catacumba, donde se solía encarcelar a los más grandes criminales. Pero también se oculta un tesoro como ofrenda para los Sin Nombre. Así pues, Arha comienza a pasar algún tiempo recorriendo los pasadizos, hasta que cierto día observa una luminiscencia en el laberinto, y descubre que se trata de un intruso, un hombre, aunque ella no sabía qué era un hombre porque en el Lugar de las Tumbas sólo se permitía el paso a sacerdotisas, princesas, y eunucos. Y, recordando la descripción física que la sacerdotisa Thar le había referido de los hechiceros de las Islas Interiores, Arha concluye que este hombre lo es.
Sin embargo, antes de hacer nada contra él, Arha comienza a espiarlo por mirillas que habían en los Templos sobre el laberinto, y cada vez la fascinación en ella es mayor, hasta que es obligada por otra sacerdotisa, Kossil, a atrapar y ofrecer al intruso en sacrificio para sus amos, los Sin Nombre. Así, ayudada por su eunuco personal, Manan, Arha atrapa al hechicero y lo encierra en una celda a la cual Kossil no tiene acceso, y comienza a interrogarlo. Éste le hace saber que su nombre es Gavilán, y que ha ido al Laberinto a robar un tesoro. Arha lo maldice, pero al final su interés por el hechicero es cada vez mayor. Finalmente, ante la exigencia de Kossil, quien comienza a hacer sentir a Arha su mayor influencia dentro del Lugar de las Tumbas, Arha finge sacrificar a Gavilán, pero en realidad lo lleva hasta la cámara del tesoro de las Tumbas, y ahí lo encierra, prometiéndole volver. A cambio, Gavilán la nombra por su nombre original, Tenar. Así, a la mañana siguiente, Tenar recuerda todo lo que creía haber olvidado de niña, y se da cuenta de que su verdadero nombre, su verdadera esencia, no es la de "La devorada", sino la de Tenar, y eso la mortifica enormemente. Decide entonces regresar a la cámara y liberar a Gavilán, quien mientras tanto ha hurgado en el tesoro, y ha encontrado lo que buscaba: la segunda mitad del Anillo de Erreth-Akbé. Tenar, quien tenía la mitad de Gavilán pero que se la había arrebatado cuando lo capturó, se la devuelve y así reúne las partes alrededor de la muñeca de Tenar (el anillo parecía más bien un brazalete). Entonces Gavilán le propone que ella huya con él, y al ver reunidas las partes, Tenar accede. Gavilán le da entonces a Tenar la mayor prueba de confianza: su nombre verdadero, Ged.
Entonces comienzan la huida, pero no sin la oposición de los Tenebrosos, quienes emplean su poder para provocar un terremoto que destruye El Lugar, pero que es contenido por Ged hasta que Tenar consiga sacarlos de ahí. En un momento dado, Tenar flaquea, pero Ged, que ha depositado su entera confianza en ella, la exhorta a mantenerse firme, y es así que consiguen escapar de la cólera de las tinieblas.
Pero ahora Tenar no sabe qué hacer. Habiendo conocido tan solo El Lugar y sus alrededores, no sabe nada del mundo exterior. Cuando ve un bosque por primera vez, le parece el mejor lugar del mundo, y cuando ve una pequeña fortificación, la toma por una poderosa ciudad. De pronto, Tenar descubre que sólo gracias a Ged ha podido llegar hasta aquí, y siente dolor cuando se entera que él no puede permanecer a su lado porque otros lo necesitan, y que ella debe hallar, por sí sola, su lugar en el mundo. De hecho, Tenar llora lágrimas de amargura durante el viaje, pero finalmente comprende que, pese a lo que diga Ged, su lugar no es en la maravillosa ciudad de Havnor, adonde la lleva para regresar el Anillo a su origen, sino algo más tranquilo, donde pueda encontrarse a sí misma, y Ged le propone llevarla con su antiguo maestro Ogion, en Gont. Ella accede, y así, finalmente, llegan a Havnor, donde todos los hárdicos la reciben con los brazos abiertos.
[editar] Análisis
Así como Un mago de Terramar nos muestra la maduración de un muchacho con extraordinarios poderes, Las tumbas de Atuan es el relato del momento en que una sacerdotisa, Arha, debe convertirse en mujer, tomando sus propias decisiones, y abandonando aquello que ella no ha elegido, y ciertamente no quiere para sí.
Pero sería injusto decir que ese es el fin de la novela. Las tumbas de Atuan es, por sí mismo, un relato envolvente, muy descriptivo, en el cual, como es la tónica del ciclo de Terramar, los sentimientos de los personajes están a flor de piel, pero es necesario leer con detenimiento para sentir cómo la duda permea en él, aparentemente, mundo perfecto de los personajes. Arha comienza a flaquear cuando Ged, el primer hombre que ve en su vida, la hace sentir como una tonta, como una ignorante, sin ser esta la intención del hechicero. Y su rabia es, en ese sentido, justificada; pero ella misma se percata de que su rabia no es sino simple orgullo, y que, en el fondo, hay algo en el hechicero que le atrae, quizá no en el sentido amoroso, sino en el sentido en que uno puede sentirse atraído por un halcón en pleno vuelo. Arha despierta, y recuerda su nombre, el nombre que su madre le había dado, y con ello halla las fuerzas necesarias para imitar al halcón que, por otro lado, desea ayudarla a emprender el vuelo. No es en absoluto casual que sea sobre la muñeca de Tenar sobre la cual Ged restaña el Anillo perdido. Así, emprenden su propio vuelo, o su propia travesía por el océano, hasta llegar a la isla de su elección, dejando atrás la predestinación para enfrentarse al destino.
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