Los Persas
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Los Persas (en griego:Πέρσαι) es una tragedia de la Antigua Grecia escrita en el 472 adC por Esquilo. Es la segunda parte de una trilogía de obras, de las que sólo se conserva "Los Persas" . Está situada en la Batalla de Salamina, correspondiente a las Guerras Médicas, hecho histórico contemporáneo al autor.
[editar] Argumento
La obra queda localizada en Susa, capital de Persia, comenzando con la intervención del coro (representando a nobles persas) y de la Reina Madre Atossa esperando noticias sobre la guerra en la que el rey Jerjes combatía contra los griegos. Ya el comienzo resulta inusual para tratarse de una obra de Esquilo, que solía situar la aparición del coro en un punto más avanzado de la obra, después de un discurso que solía ser recitado por algún personaje secundario.
Es en este momento cuando un mensajero entra en escena, portando las noticias de la derrota en la batalla del ejército persa, así como los nombres de los numerosos generales persas que habían caído. Pese a ello, el rey Jerjes ha conseguido escapar, y se encuentra de regreso. Es entonces cuando comienza una gráfica descripción del transcurso de la lucha hasta su sangriento final. El punto álgido del soliloquio del mensajero cuando cuenta el grito de batalla con el que avanzaban los griegos: "Adelante, hijos de Grecia. Liberad vuestra patria, a vuestros hijos, a vuestras mujeres, a los templos de vuestros dioses ancestrales, a las tumbas de vuestros antepasados: esta es la batalla por todo ello".
Es entonces cuando Atossa acude a la tumba de su esposo, Darío I, quien se le aparece en forma de fantasma, y le explica que el motivo de la derrota persa ha de buscarse en la hibris (desmesura) de Jerjes, que construyó un puente a base de barcos a lo largo del Helesponto, ofendiendo así a los dioses. Cabe destacar que la aparición en escena de un fantasma en una tragedia griega es algo muy poco común. De hecho, sólo se conoce otro caso semejante, en el que el fantasma de Clitemnestra aparece en Las Euménides, de la Orestíada de Esquilo.
Jerjes, el héroe trágico de la obra, no aparece hasta el final. Vuelve vencido y avergonzado por la derrota, y no acepta que fue su hibris la que condujo a Persia a ese fatal desenlace. La representación concluye con abundantes lamentos del Jerjes y del coro. Al contrario que la mayor parte de los desenlaces de las tragedias griegas, esta no incluye una peripeteia (punto de inflexión en la que cambia la fortuna del personaje hacia un punto trágico). Jerjes no figura como un rey cuyo destino le depara un giro en su suerte. De hecho acaba aceptando la causa de su derrota (anagnorisis) y acaba la obra en una posición más digna que la que tenía al comienzo.