Canonización
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Se llama canonizar al acto por el que el Papa declara que una persona es digna de culto universal. La canonización tiene el propósito de presentar a dicha persona como modelo de conducta ante los creyentes dándole reconocimiento por el grado de perfección alcanzado y como intercesor ante Dios.
La Iglesia Católica es la única confesión religiosa que posee un mecanismo formal, continuo y altamente racionalizado para llevar a cabo el proceso de canonización de una persona. Actualmente las canonizaciones se efecúan después de un proceso judicial, llamado proceso de beatificación y canonización, o simplemente proceso de canonización. El proceso de canonización podríamos definirlo como el proceso que dilucida la duda acerca de la santidad de una persona. Hay dos vías para llegar a la declaración de canonización, la vía de virtudes heroicas y la vía de martirio; en el proceso de canonización se establece la duda procesal de si el candidato a santo (o siervo de Dios) ha vivido las virtudes cristianas en grado heroico, o si ha sufrido martirio por causa de la fe. Además, para llegar a la canonización se requiere uno o dos milagros
La canonización se lleva a cabo mediante una solemne declaración papal de que una persona está, con toda certeza, contemplando la visión de Dios. El creyente puede rezar confiadamente al santo en cuestión para que interceda en su favor ante Dios.
El nombre de la persona se inscribe en la lista de los santos de la Iglesia y a la persona en cuestión se la "eleva a los altares", es decir, se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica por parte de la Iglesia católica.
Los santos originalmente eran aclamados a vox populi (por aclamación popular), se trataba de un acto espontáneo de la comunidad cristiana local. Para evitar abusos, los obispos tomaron responsabilidad por la declaración de santos en su diócesis. Entonces se le asignaba un día de fiesta, generalmente el aniversario de su muerte. Finalmente, en el año 1234, se reservó oficialmente al papado el derecho de canonización. En el año 1588 el Papa Sixto V puso el proceso en manos de la Congregación para las Causas de los Santos y del Santo Padre, que se encarga de estudiar, comprobar y verificar todo el proceso.
Hay cuatro pasos en el proceso oficial de la causa de los santos:
El Obispo diocesano y el Postulador de la Causa piden iniciar el proceso de canonización. Y presentan a la Santa Sede un informe sobre la vida y las virtudes de la persona.
La Santa Sede, por medio de la Congregación para las Causas de los Santos, examina el informe y dicta el Decreto diciendo que nada impide iniciar la Causa (Decreto "Nihil obstat"). Este Decreto es la respuesta oficial de la Santa Sede a las autoridades diocesanas que han pedido iniciar el proceso canónico.
Obtenido el Decreto de "Nihil obstat", el Obispo diocesano dicta el Decreto de Introducción de la Causa del ahora Siervo de Dios.
- Venerable: Con el título de Venerable se reconoce que un fallecido vivió virtudes heroicas.
- Beato: Se reconoce por el proceso llamado de "beatificación". Además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, se requiere un milagro obtenido a través de la intercesión del Siervo de Dios y verificado después de su muerte. El milagro no es requerido si la persona ha sido reconocida mártir. Los beatos son venerados públicamente por la iglesia local.
- Santo: Con la canonización, al beato le corresponde el título de santo. Para la canonización hace falta otro milagro atribuido a la intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación. Al igual que ocurre en el proceso de beatificación, el martirio no requiere habitualmente un milagro.
Mediante la canonización se concede el culto público en la Iglesia católica. Se le asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar iglesias y santuarios. No existe un cómputo preciso de quiénes han sido proclamados santos desde los primeros siglos. En 1988, para celebrar su IV centenario, la Congregación para las Causas de los Santos publicó el primer "Index ac status Causarum". Este libro y los suplementos que le siguieron, escritos enteramente en latín, están considerados como el índice definitivo de todas las causas que han sido presentadas ante la congregación desde su institución. Juana de Arco fue canonizada 500 años después de morir a los 19 años.
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