Correr el cacharro
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Acto señalado de las fiestas en honor a San Andrés celebrado en el Valle de La Orotava y otras localidades del norte de la isla española de Tenerife, pero principalmente en el Puerto de la Cruz. Los niños y jóvenes, tras pasar días recolectando cacharros (latas, hasta electrodomésticos, bañeras, chatarra y cualquier objeto viejo que haga ruido) los ensartan en una verga (alambre) y al anochecer del día 29 de noviembre salen a las calles, armando un verdadero escándalo que llama la atención a los turistas que visitan la isla.
Esta manifestación está relacionada estrechamente con las tablas de San Andrés, pues es coincidente con la festividad de este santo y con la zona donde se realiza.
El origen de esta práctica es muy oscuro. Las explicaciones son fruto de la leyenda. Se cuenta que el objeto de correr cacharros era hacer ruido para ahuyentar a la langosta o a las brujas; también que como San Andrés era cojo, llegó «borracho» y cargado de cacharros días después a su fiesta; o que San Andrés se quedó dormido y hubo que despertarlo con el ruido de los cacharros que los niños habían colgado de sus ropas. Pero la que tiene más peso y relatada por investigadores es que en la víspera del días de San Andrés los dueños de las bodegas, para poder dar entrada al vino nuevo, bajaban a la costa para limpiar los toneles con agua salada, y se hacían rodar por las pendientes hasta la orilla del mar haciendo el ruido característico que luego los niños y jóvenes reproducían con sus cacharros.
A finales de los años 70 y en los 80 la fiesta tuvo su gran esplendor, pero se ha ido perdiendo en los pueblos, aunque algunas asociaciones de vecinos, barrios, con el apoyo de ayuntamientos están intentando conservarla. Cabe destacar la iniciativa del barrio de Los Cuartos-San Andrés en La Orotava y la recuperación de la tradición en torno a la conocida Plaza del Charco en el Puerto de la Cruz con el apoyo y organización del Ayuntamiento de la ciudad.