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Gustavo Gutiérrez Merino

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Gustavo Gutiérrez Merino
Nacimiento: 1928
Lima
Ocupación: Sacerdote y teólogo

Gustavo Gutiérrez Merino es un filósofo y teólogo peruano, nacido en Lima en 1928 y ordenado sacerdote en 1959. Se le considera el precursor de la Teología de la Liberación. Es fundador del Instituto Bartolomé de las Casas de Lima. En sus libros critica duramente el marco político que ha perpetuado la pobreza en Sudamérica.

Fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2003, en palabras del jurado, "por su coincidente preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje".

Tabla de contenidos

[editar] Obras

  • Líneas pastorales de la Iglesia en América Latina (Montevideo, 1969)
  • Teología de la liberación (Lima, 1971, traducida a veinte idiomas)
  • La fuerza histórica de los pobres (Lima, 1979)
  • Beber un su propio poso. En el itinerario espiritual de un pueblo (Lima, 1983).
  • Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflexión sobre el libro de Job (Lima, 1986)
  • La verdad los hará libres (Lima, 1986)
  • Dios o el oro de las Indias (Lima, 1989).
  • El Dios de la vida (Lima, 1989).
  • Entre las calandrias. Un ensayo sobre José María Arguedas (Lima, 1990)
  • En busca de los pobre de Jesucristo, el pensamiento de Bartolomé de Las Casas (Lima, 1992).

[editar] Su pensamiento

Todo pensamiento teológico se ve afectado, en menor o mayor grado, por la experiencia del que produce dicho pensamiento. Gustavo Gutiérrez no es la excepción a esta regla. Sin lugar a dudas su vida marcó de forma definitiva su pensamiento teológico. Gutiérrez nació el 8 de junio de 1928 en Lima. El mundo en el que vivió, que por cierto no ha cambiado mucho comparado con el nuestro, era un mundo de injusticia y opresión en contra de los menesterosos. Como él mismo dice: “Vengo de un continente en el cuál más del 60% de la población vive en situación de pobreza, y el 82% de esta se encuentra en pobreza extrema”. Desde su juventud estuvo en contacto con esta realidad.

Realizó estudios de medicina y letras en el Perú mientras era miembro de un “grupo apostólico laico” en el que desarrollaba sus primeros esbozos de reflexión teológica. Fue en esta época cuando él sintió la necesidad de profundizar en sus estudios teológicos: “compartí con otros amigos la inquietud de conocer más y mejor la doctrina cristiana. Era lo que llamábamos el aspecto de estudio o formación que veíamos como condición necesaria para la acción según el famoso principio… ’Nadie da lo que no tiene’“. Efectivamente, su relación con la realidad de su país se convirtió en un compromiso que le obligó a profundizar en su conocimiento de la palabra de Dios.

Realizó sus estudios teológicos en varias universidades de Europa, donde recibió la influencia de teólogos como Moltmann. En 1959 fue ordenado sacerdote. Desde esa fecha ha demostrado un profundo compromiso con los pobres.

[editar] Descripción del pensamiento

No es sencillo resumir el pensamiento de Gutiérrez en unas cuantas páginas. Ni siquiera es sencillo decidir como sistematizarlo. Sin embargo, por fines puramente prácticos, el pensamiento de Gutiérrez se presentará en tres puntos considerados importantes. En primer lugar, se observará la realidad latinoamericana, fundamento y motor de la teología de la liberación, tal y como la entiende él.

[editar] La realidad latinoamericana en ojos de Gutiérrez

La teología de la liberación surgió originalmente como la respuesta cristiana a la situación injusta en la que vive gran parte de la población de América latina. Por lo tanto, para entenderla es forzoso ver, o al menos intentarlo, la realidad de este continente como Gutiérrez la vio hace más de 30 años.

Para Gutiérrez el centro del problema en América Latina es el pecado manifestado en una estructura social injusta y o de la vida… luchamos por esta vida contra la muerte… la necesidad nos hizo salir de nuestros pueblos lejanos trayendo una fe profunda en Dios, movidos por el anhelo de una vida más humana.

Aquí se puede percibir el profundo dolor y compromiso que Gutiérrez mantiene por la causa de los pobres. La descripción presa frase debe entenderse a la luz de la frase anterior “los pobres de la Iglesia”. Se nota claramente como Gutiérrez pone énfasis en la dignidad de los pobres al priorizar la gloria que Dios ha puesto en ellos.

En teología de la liberación, perspectivas Gutiérrez realiza un excelente análisis bíblico de la percepción bíblica de Pobreza. En esta obra, distingue dos estados de Pobreza: como un estado escandaloso y como infancia espiritual. Gutiérrez observa que mientas el primero es aborrecido por Dios, el segundo es valorado. Por un lado, “La pobreza es para la Biblia un estado escandaloso que atenta contra la dignidad humana y, por consiguiente, contrario a la voluntad de Dios”. Para poder llegar a esta conclusión Gutiérrez realiza un excelente análisis de la condena de la pobreza en el antiguo testamento, principalmente en los profetas, y en el nuevo testamento. Por otro lado, presenta la pobreza como una infancia espiritual, refiriéndose, por supuesto, a las bienaventuranzas de Mateo y Lucas. “Bienaventurados los pobres porque el reino de Dios ha comenzado”. Sin embargo, para Gutiérrez estos dos estados de pobreza conviven en la fe de los creyentes de América latina. Por un lado hay hambre de Dios, por otro hambre de Dios: “ ‘Yo deseo que el hambre de Dios permanezca; que el hambre de pan se haga resolver’… hambre de Dios sí, hambre de pan no”. En América latina se vive un binomio no compatible. Mientras un pueblo profesa una inmensa fe en el Dios de vida, muere presa del hambre, la desnutrición, o la injusticia de un sistema hostil.

En las obras de Gutiérrez, la pobreza juega un papel importantísimo por ser esta la causa del surgimiento de esta teología. Gutiérrez critica en numerosas ocasiones la forma en que otras naciones conciben la situación del tercer mundo, específicamente de América latina. Gutiérrez, hablando del desarrollo de los países tercer mundistas, comenta: “Para algunos el término desarrollo sería, por decirlo así, negativo. Habría surgido como oposición al término subdesarrollo que expresaba la situación –y angustia– de los países pobres comparados con los países ricos”.

Solamente por medio de la manifestación de una fe comprometida se puede llegar a manifestar los propósitos de Dios para el hombre, sin importar el color o l clase social bajo la que haya nacido. Precisamente por esto, la teología de la liberación intenta ser “la expresión de la vivencia de la inteligencia de la fe cristiana de los pobres. La teología de la liberación insiste en priorizar el don de vida como manifestación suprema de Dios”.

Para Gutiérrez el problema se incrementa cuando se nota que en el pobre hay una “ausencia del reconocimiento de su dignidad humana y de su condición de hijas e hijos de Dios, sea tanto por razones económicas, como raciales, de género, culturales, religiosas u otras”. Este problema es mucho más antiguo que la teología de la liberación. Ya en la Iglesia primitiva Santiago advertía sobre el desprecio de la dignidad de los creyentes pobres. Pablo también condena esta situación que se estaba gestando en el seno de la iglesia corinta. Gutiérrez, en este punto, exhorta a la comunidad cristiana a recordar las enseñanzas de los apóstoles sobre este tema en particular.

Además, la pobreza para Gutiérrez es el resultado de estructuras injustas y pecaminosas, como él mismo argumenta: “La pobreza no es una fatalidad, es una condición; no es un infortunio, es una injusticia. Es resultado de estructuras sociales y de categorías mentales y culturales, está ligada al modo como se ha construido la sociedad, en sus diversas manifestaciones”. En esta cita se deben notar dos cosas. En primer lugar, Gutiérrez hace un llamado a entender la realidad del pobre. Ser pobre no es, simplemente carecer de los recursos económicos para el desarrollo. Por el contrario, Gutiérrez entiende la pobreza como “un modo de vivir, de pensar, de amar, de orar, de creer y esperar, de pasar el tiempo libre, de luchar por la vida”. Por eso dice: “La pobreza no es un fatalidad, es una condición”. Por otro lado, Gutiérrez enfatiza que la pobreza es el resultado de la sociedad: “no es un infortunio, es una injusticia”. Gutiérrez acierta al decir que la sociedad en su afán por alcanzar el “progreso” el promueve la injusticia y la pobreza de quienes menos tienen. Sin embargo, parece que reducir el problema de la pobreza a algo totalmente social es bastante simple. El origen de la pobreza es mucho más complejo. En América Latina se origina desde los tiempos de la conquista y a eso se agrega varios factores políticos, geográficos, y personales.

Ahora bien, es necesario aclarar que el concepto de pobreza de Gutiérrez abarca mucho más que la pobreza

[editar] La praxis liberadora

La reflexión teológica no puede limitarse a ser un simple discurso sin implicaciones prácticas y concretas. Cuanto más, cuando dicha reflexión gira en torno a una situación humana que amenaza con destruir la dignidad y las vidas de los hombres y mujeres que habitan en este continente. Por lo tanto, la reflexión en torno a esta situación debe desembocar en lo que los teólogos de la liberación llaman “praxis liberadora”. Por praxis liberadora, los teólogos de la liberación entienden el proceso por medio del cual la fe de la Iglesia construye la liberación económica, espiritual e intelectual de los pueblos socialmente oprimidos como cumplimiento del ya del reino de Dios.

Ahora bien, para Gutiérrez la praxis liberadora es un proceso poco más complejo. Esto se debe a que Gutiérrez distingue de la praxis liberadora la praxis histórica.

La historia forma parte fundamental en el pensamiento de Gutiérrez pues, la fe se vive en la historia. “La historia es concebida por Gutiérrez como ‘proceso de liberación del hombre’… convertirse a la historia es convertirse al prójimo a la justicia social, lo histórico está ligado a lo conflictual, a lo temporal, a lo terreno, material, social, a lo existencial y concreto”. Por lo tanto, todas las conclusiones de la reflexión deben verse reflejadas en la lucha por humanizar a los oprimidos.

Esta conclusión procede en buena medida de la concepción presente del reino de Dios y de la irrupción de la escatología en la historia. Esto se ve reflejado en la siguiente cita: “si la historia humana es, ante todo, una abertura al futuro, ella aparece como una tarea, como un quehacer político, construyéndola el hombre se orienta y se abre al don que da sentido último a la historia: el encuentro definitivo y pleno con el Señor y con los demás hombres”.

Entonces, la construcción de una historia, y consecuentemente un presente, más justa para todos los hombres “orienta” al hombre al reino de Dios. Sin duda esta afirmación pueda incomodar al lector dispensacionalista. Sin embargo, es necesario recordar que el reino de Dios no es, solamente, una realidad futura. Por el contrario, el reino de Dios se hizo presente en la historia humana por medio de la llegada del Rey, Dios mismo hecho hombre. Los principios de dicho reino deben impulsar a quienes viven bajo él a contribuir para formar un mundo que refleje dichos principios. Sin embargo, parece ser que Gutiérrez olvida de su análisis histórico/escatológico la importancia de la esperanza en la vida del creyente. Es cierto que el creyente debe esforzarse por cumplir los propósitos del reino de Dios sobre esta tierra. Sin embargo, no se debe olvidar que la consumación total de ese reino solo tendrá lugar cuando el Rey mismo regrese y complete en esta tierra la obra que inició en su primera venida. La esperanza, por lo tanto, debe funcionar no como el opio del que hablaba bien sino como el motor que conduzca a los creyentes a glorificar a Dios por medio de una vida de justicia. Para Gutiérrez la fe debe demostrarse con un compromiso auténtico con la situación de los hombres.

Los cristianos evangélicos, tradicionalmente, han negado la importancia de las necesidades físicas y sociales del hombre, refugiándose en un dualismo platónico que es totalmente antibíblico. Esto creado un serio divorcio entre fe y realidad. Sin embargo, la teología de la liberación rescata esta esfera de la fe. Gutiérrez recuerda que “la fe en un Dios que nos ama… no solo no es ajena en la transformación del mundo sino que conduce necesariamente a la construcción de esa fraternidad y de esa comunión en la historia”. La praxis liberadora, entonces, tiene su base en el amor que Dios manifiesta por lo hombres y, por otro lado, en el sentido de solidaridad y compañerismo que debería existir en las relaciones interpersonales entra los hijos de Dios. Sin embargo, parece ser que Gutiérrez olvida que, aunque la transformación social del mundo es de suma importancia para Dios, la transformación interior del hombre es también primordial. La praxis debería conducir a una liberación integral del hombre, en primer lugar liberación del pecado y en segundo lugar libertad de las estructuras opresoras, libertad del hambre y de la enfermedad. Si no se enfatiza la importancia de la primera, entonces la teología se convertirá en un simple movimiento social sin implicaciones profundas en la vida de las personas.

Ahora bien, muchas veces se ha tachado a la teología de la liberación de ser una simple ideología político social con ciertas implicaciones religiosas. Si bien es cierto que dichas afirmaciones poseen ciertas bases. Pues, en muchos casos los intentos de la teología de la liberación por realizar la praxis liberadora le llevaron a cometer actos en contra de la fe y en contra de otros hombres. Sin embargo, Gutiérrez, desde el inicio de su obra, indico que la teología de la liberación no intentaba crear una ideología más sino de presentar lo que la palabra de Dios dice sobre la situación de este continente:

No se trata de elaborar una ideología justificadora de posturas ya tomadas, ni de una afiebrada búsqueda de seguridad ante los radicales cuestionamientos que se plantean a la fe, ni de forjar una teología de la que se “deduzca” una acción política. Se trata de dejarnos juzgar por la palabra de Dios, de pensar nuestra fe, de hacer más pleno nuestro amor, y de dar la razón de nuestra esperanza desde el interior de un compromiso que se quiere hacer más radical, total y capaz.

Gutiérrez reconoce que la praxis liberadora debe de tener su base en la palabra de Dios. Como creyentes en la Biblia, es necesario reconocer que la Biblia debe ser la base de toda reflexión y práctica. En este punto se concuerda con Gutiérrez. El proceso de liberación del hombre debe basarse, en primer lugar, en un análisis objetivo de la palabra de Dios. Sin embargo, parece que en muchas ocasiones las conclusiones a las que se llegan no son las mismas. Esto, sin lugar a dudas, se debe a los métodos hermenéuticos seguidos por la teología de la liberación. Sin embargo, es imprescindible reconocer que el intento por poner a la palabra de Dios como el centro de la praxis es, per se, una fuerte muestra de la fe y compromiso que Gutiérrez mantiene con la Biblia.

Es bien conocido que uno de los fundamentos de la teología de la liberación es la opción preferencial por los pobres. Esta “opción preferencial”, de acuerdo con Gutiérrez, juega un papel fundamental en el desarrollo de la praxis liberadora. La proclamación del evangelio en medio de la situación injusta debe llevar a una praxis que se encuentre basada sobre principios obtenidos de la palabra de Dios. En el artículo “teología y pobreza” Gutiérrez recuerda que dicha opción debe conducir a tres acciones bien definidas:

La opción preferencial por el pobre nos recuerda un eje fundamental de la vida cristiana. Ella se despliega en tres niveles: a) el anuncio y testimonio del reinado de Dios, presente ya en la historia humana y llamado a transformarla, b) el de inteligencia de la fe, porque nos revela aspectos esenciales del Dios de nuestra fe y proporciona una perspectiva para el trabajo teológico, y c) el caminar tras los pasos de Jesús, lo que conocemos como espiritualidad, en el nivel más profundo y sobre el que todo lo demás reposa.

El principal fundamento bíblico en pro de esta praxis se encuentra en la encarnación de Cristo. La encarnación kenótica de cristo es la base y el ejemplo del ministerio de la Iglesia. En primer lugar, para Gutiérrez el ministerio de Cristo entre los rechazados y despreciados de su tiempo es un claro ejemplo para la Iglesia contemporánea. En segundo lugar, “a encarnación es una acto de amor. Cristo se hace hombre, muere y resucita para liberarnos y hacer que gocemos libertad (Gal. 5,1). Morir y resucitar con Cristo es vencer a la muerte y entrar en una vida nueva. La cruz y la resurrección sellan nuestra libertad”. La libertad de Cristo es vista por Gutiérrez como la dadora de libertad espiritual y económica.

[editar] El método teológico

Quizás lo más relevante de la teología de la liberación es su propuesta hermenéutica. Para la teología evangélica, se debe, en primer lugar, observar el texto bíblico para poder entender el mensaje original y, en base a eso, crear un puente con nuestra realidad. Por otro lado, la teología de la liberación entiende este método de una forma diferente. La teología de la liberación, en primer lugar, observa la realidad. Es decir, por medio de la ayuda de las ciencias sociales, y con mucha influencia del marxismo, analiza las condiciones socio políticas del contexto en el que se pronunciará el discurso teológico. Posteriormente va al texto bíblico para entender que aporta a dicha situación. Es necesario reconocer que, como creyente, el autor de esta monografía no comparte totalmente esta perspectiva hermenéutica. Es indudable que la realidad social contemporánea al teólogo tiene una importancia vital para el desarrollo de su mensaje. Sin embargo, la teología de la liberación, en mayor o menor escala, ha puesto más énfasis en el análisis social que en el bíblico. No es posible compartir esta línea. Las realidades cambian y no sería correcto comprometer el mensaje del evangelio con determinada situación histórica. Se reconoce la importancia de un análisis spcoal para las implicaciones del mensaje teológico. Sin embargo, se considera necesario enfatizar que para realizar una hermenéutica sana es necesario recurrir en primera instancia a la revelación.

Ahora bien, Gutiérrez reconoce la dificultad del desarrollo de la teología. “Toda teología es una palabra sobre Dios. En última instancia, ése es su único tema. El Dios de Jesucristo se presenta como un misterio. Una sana teología es por ello consciente que intenta algo muy difícil, pensar y hablar sobre ese misterio”. Gutiérrez acierta en su conclusión. La teología no puede pretender “aprender” a Dios. La inmensidad de Dios no puede ser captada por la limitada mente humana. Por eso Gutiérrez añade: “Dios es más objeto de esperanza que de Saber”. En efecto, la teología de la liberación remarca la esperanza en el Dios de la vida, en el Dios que se identificó con los hombres al hacerse uno de ellos y morir por su libertad. Además, agrega la esperanza en el futuro que se construye bajo este siglo, pero que ha de ser perfeccionado con la llegada plena del reino de Dios.

Para Gutiérrez, la teología, o inteligencia de la fe, se encarga de describir las creencias y convicciones. “La fe del pobre busca por exigencia propia comprenderse a sí misma. En el fondo no e sino una expresión del tradicional principio ‘fides quaerens intellectum’. El verdadero sujeto de esta reflexión es… la iglesia entera con sus diferentes carismas y responsabilidades”. La teología de la liberación es, por l tanto, la descripción de la fe de los pobres. Es tratar de comprender su propia identidad, su razón de ser y de existir.

Ahora bien, otro de los paradigmas teológicos que Gutiérrez presenta es la “opción preferencial por los pobres”: “Considero que la opción por el pobre es el aporte más importante de la vida y la reflexión de la Iglesia de América latina”. Básicamente este principio se basa en el ministerio de Jesús. De acuerdo con Gutiérrez el ministerio de Jesús enfatizó la acción social en pro de los pobres. Lamentablemente Gutiérrez ignoró que el ministerio de Jesús también incluyó a los ricos. Tal es el caso de Zaqueo, Juan y Andrés, y Mateo.

Ahora bien, las ciencias sociales, y en especial, las herramientas marxistas, han influido grandemente en el pensamiento de Gutiérrez. La teología de Gutiérrez, como se mencionó anteriormente, realiza un estudio social del medio en el cual será pronunciada. “Se trata entonces del recurso al análisis social en función del conocimiento de una situación y o para el estudio de asuntos considerados más estrictamente teológicos”.

Sin embargo, Gutiérrez está consciente de que los postulados marxistas contienen pensamientos contrarios a la fe cristiana. Por lo tanto, el advierte que es necesario ser precavido y estar consciente de las implicaciones que con lleva el aceptar un método ateo como herramienta de análisis social. En el artículo “teología y ciencias sociales, Gutiérrez dice al respecto:

“no se trata…de una eventual aceptación de un ideología (sic) atea. En esta posibilidad estaríamos fuera de la fe cristiana y no en una cuestión puramente teológica… estos dos aspectos, ideología atea y visión totalitaria quedan pues tajantemente descartados, rechazados desde nuestra fe, desde una perspectiva humanista y también desde una sano análisis social”.

Esto hace notar que Gutiérrez no está tomando una actitud irresponsable en torno al uso de las herramientas marxistas. Por el contrario, esta consciente de las consecuencias que puede traer sobre la teología. Sin lugar a dudas, dichas consecuencias se vieron en el fuerte compromiso que algunas teologías de la liberación tomaron con algunos movimientos guerrilleros. Sin embargo, advierte: “Es preciso estar atentos ante éste, sin olvidar las formas históricas, ateas y violentas del Marxismo”.

El compromiso que la teología de la liberación tuvo con el marxismo hace de esta un problema. Siempre que la fe cristiana se ha comprometido con algún sistema político o ideológico ha terminado en problemas para ambos. Por este motivo, no es posible aceptar los postulados de Gutiérrez sobre el uso de herramientas marxistas. Es cierto, Gutiérrez realiza las advertencias suficientes pero generalmente estas advertencias han sido ignoradas por parte de teólogos y laicos. Además, si se desea realizar un análisis social objetivo se debe recurrir también a otras escuelas sociológicas distintas.

La teología de la liberación ha demostrado ser un sistema teológico humano y con errores. Muchos de ellos se observan en el compromiso desmedido que esta teología tuvo con ciertos movimientos políticos. Su participación activa durante el tiempo de las revoluciones en América latina ha dejado una marcha imborrable sobre su nombre. Sin embargo, Gutiérrez mismo reconoce que su experiencia le ha hecho reevaluar su sistema:

Las situaciones interpelantes y difíciles que vivimos como personas y como miembros de una nación son ocasiones de revisar nuestras opciones a la luz de lo que las motivó. Son horas de crisis, de juicio sobre ellas; nos ayudan a no aferrarnos a lo que hemos hecho hasta el presente… Nos permiten ver que, tal vez sin darnos cuenta, hemos ligado excesivamente las metas con los medios para alcanzarlas. Nos convocan a una mirada limpia y despejada. Eso es establecer prioridades.

Esta actitud de apertura y revisión a su propio sistema hace que el método teológico de la teología de la liberación no se vuelva obsoleto. Por el contrario, su continua revisión ocasiona que el mensaje de Gutiérrez sea cada vez más pertinente para la Iglesia latinoamericana. Esto, además, debe motivar al lector a un análisis más cuidadoso de las propuestas de Gutiérrez.

En otro lado, Gutiérrez agrega: El paso del tiempo está haciendo que lo esencial se vea más claro y que lo accesorio pierda la relevancia que pareció tener en un momento dado. Un proceso de maduración está en curso.

[editar] Evaluación

En esta sección se desea aclarar dos temas. Por un lado, el pensamiento de Gutiérrez, ha influido de manera positiva y negativa el pensamiento teológico de la Iglesia. Por otro, comúnmente se dice que la teología de la liberación ha desaparecido.

Sin duda el pensamiento de Gutiérrez ha marcado, consciente o inconscientemente toda teología latinoamericana. Esta influencia puede observarse desde la propuesta evangélica de “misión integral” desarrollada años después del origen de la teología de la liberación, hasta el desarrollo de ministerios sociales dentro de las iglesias evangélicas en las últimas décadas.

Es indudable, la teología de la liberación fue un llamado a todos los creyentes de América Latina a retomar el compromiso bíblico con los pobres. Sus continuos mensajes sobre la realidad de este mundo trabajan, aun hoy en día, como una reprensión a quienes han olvidado esta importantísima esfera del amor cristiano.

Sin embargo, el pensamiento de Gutiérrez contiene algunas propuestas que no se pueden aceptar. El método hermenéutico sugerido por el posee grandes debilidades. Además, en muchas ocasiones, como él mismo lo reconoce, llegó a cambiar las prioridades que dieron origen al movimiento. Ahora bien, el pensamiento de Gutiérrez y toda la teología de la liberación están experimentando un cambió. Es necesario mantener los ojos abiertos a estos cambios para realizar continuamente evaluaciones de sus perspectivas.

Ahora bien, algunos argumentas que la teología de la liberación ha caído. No es posible realizar esa afirmación. Boff comenta al respecto:

La teología de la liberación podría estar en crisis si las condiciones sociales que le sirven de matriz generadora estuviesen –felizmente- superadas. En tanto, la teoría que redimensionar su discurso, sin sufrir, sin embargo, discontinuidad, en la medida en que no se identifica liberación con una mera solución de los problemas sociales crónicos.

Por lo tanto, no es posible suponer que los cambios en la sociedad han apagado el mensaje de la teología de la liberación. Hoy el mensaje de Gutiérrez continua escuchándose tal y como se escuchó en Medellín.

[editar] Conclusión

Gutiérrez ha mostrado que la situación social en América Latina no es sino la manifestación de una estructura de pecado. Además, si se realiza un cuidadoso análisis bíblico, el concepto de praxis liberadora puede, y debe ser, de gran utilidad para la reflexión teológica y para la vida de la Iglesia. Por otro lado, como creyentes no es posible aceptar al análisis marxista como parte de la reflexión teológica. Aunque las advertencias que Gutiérrez realiza al respecto son de valor, en muchos casos se hizo caso omiso a ellas.

Ahora bien, es necesario recordar que la teología de la liberación se encuentra en una revisión permanente. Por lo que es necesario prestar especial atención a los nuevos aportes.

Sea como fuere, se recuerda que la teología de la liberación ha venido a recordar a las otras teologías la importancia de la situación histórica social frente a la fe cristiana.

Dentro de sus más destacados seguidores se puede citar a los padres Hugo Echegaray y Luis Felipe Zegarra.

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