Música mexicana moderna y contemporánea
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La música mexicana durante el siglo XX se vio sometida a las mismas influencias que en el resto del mundo occidental, sin embargo el nacionalismo que en Europa se mostró a finales del siglo XIX, en México se hizo particularmente evidente durante la primera mitad del siglo XX.
En los primeros años del siglo, durante la era porfiriana, los compositores crearon piezas orientadas principalmente a satisfacer las necesidades de la clase acomodada, esto se reflejó en un gusto por música para bailar, especialmente valses y polcas. El exponente más conocido es Juventino Rosas y su obra más conocida, "Sobre las olas" evoca los valses vieneses al grado de que se le llegó a negar la autoría por considerarse que un mexicano no estaba a la altura de los compositores europeos. Otros compositores mexicanos de este período son Felipe Villanueva y Ernesto Elorduy, autor de exquisitas mazurcas que mezclan la forma tradicional polaca con melodías de tipo hispano-mexicano; y Ricardo Castro, quien compuso las primeras sinfonías y conciertos (para piano y para violonchelo) del México moderno.
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[editar] Modernismo y nacionalismo
Compositores más jóvenes, como José Rolón y Manuel M. Ponce, continuaron con un estilo más bien romántico, pero poco a poco transitaron -también por influencia europea- hacia un lenguaje modernista que exploraba por primera vez las combinaciones politonales y neomodales, aunque con un sentido tradicional del empleo de los instrumentos. A Ponce se debe, en particular, parte del reperotorio mexicano más representativo de la época, para piano y para guitarra, instrumento al que contribuyó en su desarrollo moderno gracias a una directa colaboración con el concertista español Andrés Segovia.
El primer compositor mexicano que emprendió investigaciones dirigidas a la organización tonal y la división de la escala en intervalos más pequeños que el semitono, fue Julián Carrillo quien escribió numerosos tratados musicales y publicó su teoría del Sonido 13, según la cual los sonidos se pueden dividir en mitades de semitono (cuartos), mitades de mitades de semitono (octavos), etc., pero también en cualquier otra fracción racional (sextos, novenos, treceavos, etc.), para lo cual creó también sus propios instrumentos musicales (pianos y arpas, especialmente) y compuso un amplio repertorio. Asimismo, compuso obras microtonales para coro y cuatro óperas.
Al mismo tiempo, en un ambiente cultural que buscaba encontrar y exaltar las raíces nacionales mexicanas, posterior al triunfo de la revolución mexicana, nació una corriente de compositores nacionalistas que crearon con base en temas musicales folclóricos y populares. Algunos de ellos combinaron estos temas con técnicas modernas, como polirritmia, modalismo y atonalismo. Los compostires más sobresalientes de este periodo son Carlos Chávez, quien fue la cabeza visible del movimiento, Silvestre Revueltas, sin lugar a dudas el compositor más representativo y talentoso, Blas Galindo, que utilizó temas de música tradicional como los sones de mariachi, y Candelario Huizar que produjo obras de marcado estilo mexicano, pero sin recurrir a la cita textual de temas populares. Cabe indicar que esta corriente, al igual que otras ramas culturales del México pos-revolucionario, tuvo gran apoyo gubernamental, lo que opacó movimientos alternativos. El mismo fenómeno se dio en la pintura con el muralismo y en la literatura, con la novela revolucionaria.
[editar] Segunda mitad del siglo XX
La segunda mitad del siglo XX recibió el impulso de varios compositores extranjeros que se radicaron en el país luego de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos figuran de manera prominente Rodolfo Halffter, de origen español, a quien se debe la formalización de la enseñanza de la música serial en el Conservatorio Nacional de Música; Conlon Nancarrow, de origen estadounidense, a quien se atribuye el desarrollo de la polirritmia y la polimétrica mediante el uso experimental de la pianola automática; y Gerhart Muench, de origen alemán, quien ejerció influencia entre los nuevos compositores mexicanos, principalmente en Mario Lavista, cuya obra es conocida ampliamente en el ámbito de la música de concierto en México, Europa y Estados Unidos. Sin embargo, el compositor mexicano más influyente entre 1960 y 1990 fue quizás Manuel Enríquez, quien desarrolló modelos personales de escritura musical y creó un abundante repertorio para instrumentos de arco y percusiones, principalmente, así como obras sinfónicas en que por primera ocasión el concepto de tono cede su lugar prominente a la textura (o sea, la elaboración de una gama de sonidos por vía del tratamiento instrumental). Otros compositores destacados de este período son Joaquín Gutiérrez Heras, especialmente conocido por su música para cine; Manuel Jorge de Elías, quien además de ser compositor y promotor de la música latinoamericana, destacó como director de orquesta; y Héctor Quintanar, discípulo de Chávez a quien se debió la continuidad del Taller de Composición del Conservatorio Nacional de Música y quien inauguró el Laboratorio de Música Electrónica en ese plantel, en 1971 (ver más abajo: Música electrónica y electroacústica).
[editar] Vanguardia y posmodernismo
Hijo de inmigrantes españoles transterrados en México a raíz de la Guerra Civil Española, es Julio Estrada, profesor e investigador de tiempo completo en la Escuela Nacional de Música de la UNAM (Coyoacán, DF) y en el Instituto de Investigaciones Estéticas de esa misma universidad. A Estrada se debe el desarrollo de técnicas de representación musical multidimensional y de formación de modelos de análisis y estructuración de alturas musicales, mediante herramientas tomadas de la teoría de conjuntos, tema de su libro Música y teoría de grupos finitos (3 variables booleanas) [UNAM, 1984], escrito en colaboración con el matemático Jorge Gil. Entre las obras de Estrada sobresale la ópera Los murmullos del páramo, basada en la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
Entre los compositores mexicanos más activos de la última generación sobresalen Ana Lara, quien realizó estudios de especialización en Varsovia, con Witold Lutoslawski, y a quien se debe la creación del Festival Internacional de Música y Escena de la ciudad de México. Hilda Paredes, quien cursó el doctorado en composición en la Universidad de Manchester, fue la primera compositora latinoamericana que presentó una ópera propia en escenarios europeos y ha sido promotora de la música contemporánea de jóvenes latinoamericanos, y catedrática y conferencista en seminarios internacionales de composición.
Hebert Vázquez, hijo de un científico uruguayo que emigró a México con su familia a causa de la dictadura militar en su país, ha sido uno de los principales impulsores de la nueva teoría musical desarrollada en México, sobre el espacio de alturas musicales, asimismo bajo el enfoque de la teoría de conjuntos. El mismo ha impartido seminarios de análisis musical en los principales planteles de enseñanza musical de la República Mexicana.
No menos relevante es el trabajo de Carlos Sánchez Gutiérrez, actualmente catedrático de composición en Eastman School of Music de Nueva York; Javier Torres Maldonado, profesor de esa materia en el Conservatorio de Milán y director del Ensamble Dynamis, con el cual ha presentado su obra en Europa, y ganador de los prestigiados premios Reina Marie José de Suiza y Reina Elisabeth de Bélgica; Ignacio Baca Lobera, quien enseña composición y teoría de la música en la ciudad de Querétaro, adonde han acudido jóvenes de diferentes ciudades de la República Mexicana para estudiar con él, y a quien se debe gran parte de la supervivencia del concepto de "vanguardia" en el país, gracias a sus obras que conjuntan innovación formal con un casi agresivo ingenio colorístico que recuerda la ruta abierta por Enríquez.
Armando Luna Ponce, quien es profesor de composición e instrumentación en el Conservatorio Nacional de Música, y que es autor de un catálogo que se distingue por un manejo experto del ensamble de cámara, casi siempre en un diálogo entre propuestas personales de interés colorístico y rítmico, basado en formas clásicas mexicanas antiguas, como la chacona, la zarabanda o el guateque, pero con una total reinterpretación de este material. Gabriela Ortiz, profesora de composición en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, autora de un amplio catálogo que explora diversos aspectos del posmodernismo mexicano; y Georgina Derbez, reconocida dentro y fuera de su país por su destreza en la orquestación y en la forma musical.
Víctor Rasgado y Juan Trigos, quienes saltaron al primer plano de la música mexicana a inicios de los años noventa por su labor educativa, organizando en la ciudad de México los seminarios internacionales de composición con Franco Donatoni, siguieron más tarde su carrera por caminos distintos. El primero de ellos, luego de recibir premios como el del Concurso Internacional de Composición “Alfredo Casella” (1993) o el Internacional de la Ópera de Spoleto, por su ópera Anacleto Morones (1991), ha continuado una brillante trayectoria como enseñante en el Centro de Investigaciones y Estudios Musicales "Tlamatinime" (CIEM). Y por su parte, Trigos ha combinado como ninguno otro en su generación, una habilidad musical lo mismo como compositor que como director de orquesta, con lo cual también ha dado impulso al trabajo de compositores mexicanos más jóvenes.
Entre los compositores de la última generación se encuentran Leticia Cuen, alumna de Julio Estrada, residente en París desde 1999, donde ha dado a conocer la mayor parte de su obra de cámara; Gabriel Pareyón, alumno de Mario Lavista y Clarence Barlow, quien ha escrito para instrumentos musicales autóctonos de México, empleándolos bajo modelos matemáticos de algoritmos y series; Mauricio Rodríguez, discípulo del mismo Estrada y Barlow, y de Brian Ferneyhough, y a quien se debe un trabajo de minuciosa representación musical, separado de la influencia de sus maestros; Juan Cristóbal Cerrillo, quien ha sido seleccionado por ensambles internacionales como el Cuarteto de Cuerdas Arditti y el ensamble de cámara del festival Acanthes, de Francia y José Luis Hurtado, primer latinoamericano aceptado al programa de doctorado en composición de la Universidad de Harvard donde estudió con Mario Davidovsky, Chaya Czernowin y Magnus Lindberg.
[editar] Música electrónica y electroacústica
En el ámbito de la música electrónica, se puede decir que este género a logrado la madurez en México con la producción de compositores como Roberto Morales (cofundador del festival Callejón del ruido, de la ciudad de Guanajuato), Antonio Russek, Manuel Rocha y Javier Alvarez, egresado del Royal College of Music de Londres y doctorado por la City University, quien, desde 2005, es profesor de composición y director de la licenciatura en música en la Escuela Superior de Artes de Yucatán en Mérida, Yucatán. Álvarez, quien ha recibido numerosos premios en Europa por su producción electroacústica, es posiblemente el compositor mejicano de su generación con mayor reconocimiento internacional. Su trabajo se conoce por el empleo de instrumentos tradicionales de México fuera de su contexto original. siendo uno de los primeros en haberlos utilizado con gran destreza en obras con recursos mixtos. Tal es el caso de la ya clásica "Temazcal" (1984), para maracas y sonidos electroacústicos, considerada como una obra paradigmática del género.
Compositores más recientes son Juan Sebastián Lach, Andrés Solís, Rodrigo Sigal, Rogelio Sosa, Héctor Bravo Benard, Felipe Pérez-Santiago, Alejandro Castaños y Sergio Luque, quienes han participado en festivales de música electrónica en México, Estados Unidos, Europa y Japón, y han obtenido premios internacionales en reconocimiento a sus aportaciones.
Cabe señalar que actualmente el festival Radar, que se desprende del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México, es uno de los encuentros más reconocidos en su tipo.
[editar] Enlaces externos
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[editar] Vínculos internos
- Música prehispánica de México
- Música folclórica de México
- Música virreinal mexicana
- Música popular mexicana