Segunda Guerra de los Balcanes
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El 1 de junio de 1913, Grecia y Serbia pusieron fin a su alianza con Bulgaria, lo que provocó el estallido de la Segunda Guerra Balcánica el 29 de junio del mismo año.
El Tratado de Londres había creado fricciones entre los aliados balcánicos, especialmente entre Serbia y Bulgaria. Una de las causas de la desavenencia fue la negativa de Bulgaria a reconocer la reivindicación Serbia sobre la posesión de determinadas áreas de Macedonia que se hallaban bajo control búlgaro. Además, Serbia deseaba vengarse por no haber podido conseguir ningún territorio en la costa adriática.
E 29 de junio de 1913, un general búlgaro, que no actuaba bajo las órdenes de su gobierno, lanzó un ataque sobre las posiciones defensivas serbias. Aunque el gobierno búlgaro negó tener conocimiento alguno de esta ofensiva, Grecia y Serbia le declararon la guerra a Bulgaria el 8 de julio.
Dos semanas después, Montenegro, Rumanía y el Imperio Otomano también le declararon la guerra a Bulgaria. El 30 de julio, los búlgaros, incapaces de enfrentarse a esta coalición, solicitaron un armisticio que les fue concedido.
Según el acuerdo de paz resultante, denominado Tratado de Bucarest y firmado en la capital rumana el 10 de agosto, Bulgaria perdió una parte considerable de su territorio, incluidos unos 7.700 km². que fueron asignados a Rumania. Entre otras compensaciones, la mayor parte de Macedonia pasó a formar parte de Serbia y Grecia. También Bulgaria tuvo que ceder una gran extensión de su territorio al Imperio Otomano en virtud de posteriores acuerdos.
Las Guerras Balcánicas influyeron profundamente en el curso posterior de la historia de Europa. El desmantelamiento del Imperio otomano y de Bulgaria originó tensiones igualmente peligrosas en el sureste europeo.
Los tratados de paz facilitaron la formación de un Estado serbio fuerte y ambicioso, pero también infundieron temor y un resentimiento antiserbio en el vecino Imperio Austrohúngaro. En 1914, el asesinato de Francisco Fernando de Austria, archiduque de Austria y heredero del trono imperial, proporcionó a Austria-Hungría un pretexto para invadir Serbia, lo que motivó el estallido de la I Guerra Mundial.