Zaida
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Zaida fue una princesa musulmana de al-Andalus, nuera de al-Mu'tamid y concubina de Alfonso VI con quien tuvo a Sancho Alfónsez muerto en la Batalla de Uclés.
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[editar] Biografía
La biografía de la princesa Zaida no sólo está llena de amplias lagunas -como por ejemplo fecha y lugar de nacimiento, padres y fecha concreta de fallecimiento- sino que además antiguos historiadores manipularon de forma interesada pasajes importantes de su vida, rebatidos posteriormente por otros estudiosos basándose en diversas pruebas escritas inexploradas hasta entonces.
[editar] Al-Andalus
Su nacimiento debió de producirse hacia 1063 en al-Andalus.
Las primeras informaciones sobre la vida de Zaida son para decirnos que se casó con Abu Nasr Al'Fath al-Ma'mun, rey de la taifa Córdoba, hijo del rey sevillano Muhammad ibn 'Abbad al-Mu'tamid (1040-1095).
Alfonso VI (1040-1109) toma en 1085 Toledo, alarmando a los andalusíes que ven peligrar su futuro, forzándoles a tomar la decisión, no sin grandes reparos, de llamar en auxilio a unos curtidos guerreros, nómadas bereberes -sobre todo lamtumas- del otro lado del estrecho llamados almorávides. Son éstos unos integristas radicales del Islam, incultos como su jefe Yusuf Ibn Tasfin, austero derviche, vestido con pieles de oveja que se alimentaba de dátiles y leche de cabra como los legendarios guerreros fundadores del Islam.
El rey sevillano al-Mutamid le pide ayuda en estos términos:
- Él [Alfonso VI] ha venido pidiéndonos púlpitos, minaretes, mihrabs y mezquitas para levantar en ellas cruces y que sean regidos por sus monjes [...] Dios os ha concedido un reino en premio a vuestra Guerra Santa y a la defensa de Sus derechos, por vuestra labor [...] y ahora contáis con muchos soldados de Dios que, luchando, ganarán en vida el paraíso.
- (Citado por al-Tud, Banu Abbad, de Ibn al-Jakib, al-Hulal, pg. 29-30).
Yusuf viene con su ejército y se encuentra con una tierra de gran riqueza; también observa el relajamiento de los preceptos doctrinales del islam y la gran tolerancia para con los judíos y cristianos. Esto le exaspera y, alentado por la división entre las distintas taifas, se vuelve contra los que le llamaron en auxilio. Caen Málaga, Granada y viendo el giro que habían tomado los acontecimientos el rey al-Mu'tamid le pide a su hijo al-Ma'mun, que dejó al cargo de Córdoba, que mantuviese a todo trance la posición de la ciudad, pues sería impensable que tras la caída de esta fortaleza se pudiera mantener la de Sevilla. Los almorávides se acercan a Córdoba y al-Ma'mun, previendo un fatal desenlace, pone a salvo a su esposa, Zaida, enviándola con setenta caballeros, familiares incluidos, al castillo de Almodóvar del Río que anteriormente había fortificado y abastecido.
La dispersión de los barrios cordobeses y la connivencia de sus moradores influyeron decisivamente para que el 26 de marzo de 1091 cayera la capital según lo cuenta Abbad, T.Ipg. 54-55, en su obra Cartás y Abd-al-Wahid: "Fath al-Ma'mun intentó abrirse camino con su espada a través de los enemigos y de los traidores pero sucumbió al número. Se le cortó la cabeza, que la pusieron en la punta de una pica y pasearon en triunfo".
[editar] En Toledo
Enterada de la desgracia de su marido y de la pérdida de la ciudad en que vivió, sabiendo que ya nunca podría regresar, descarta dirigirse al palacio sevillano de su suegro, al-Mu'tamid, al que se le presagia la misma suerte y acepta el consejo de éste para ponerse a salvo: refugiarse en la corte toledana de Alfonso VI (entre ambos reyes hubo múltiples acuerdos y desacuerdos, alianzas y batallas) siendo portadora de un tratado de estricta supervivencia, consistente en la entrega de las plazas en la frontera norte de Uclés, Amasatrigo y Cuenca para su defensa y protección a cambio de ayuda al sevillano ante la crítica situación frente a los almorávides.
Hay un escrito sobre Zaida, donde lo de menos son las inexactitudes históricas, un bello poema de la antigua lírica castellana, contemporánea y similar al Cantar de Mio Cid, aunque más reducido por estar prosificado donde describe a la protagonista como gentil princesa, doncella de gran hermosura, muy virtuosa, gallarda, discreta, esbelta, de singular belleza, de tez espléndidamente blanca, la epopeya no ahorra piropos, fiel al florido romanticismo dice que "se enamora de oídas" del "apuesto guerrero Alfonso VI gallardo y muy ducho en el manejo de las armas". Esta joya literaria medieval, El Cantar de la Mora Zaida, está recogida en Leyendas Épicas Españolas editado por Rosa Castillo en la colección Odres Nuevos de la editorial Castalia.
Lo cierto es que la llegada a Toledo de la joven y desvalida viuda turbó al maduro rey -51 años- que, casado con una mujer enferma y sin hijos, dio pie a una relación sentimental entre ellos. Las aventuras extramatrimoniales de los monarcas eran habituales y la historia no habría tenido especial interés en mencionar los amoríos con la bella princesa si no fuera por un hecho transcendental: tuvieron un hijo varón.
El rey castellano era de edad madura y tras cinco matrimonios y dos concubinatos no tuvo ningún hijo varón que le sucediera. Desde el mismo momento que nació Sancho Alfónsez, el rey lo reconoció como su directo descendiente llamado a gobernar Castilla, León, Galicia con Portugal y el resto de condados.
Los prejuicios de los cronistas cristianos hicieron que se apresurasen a incluir a Zaida entre sus mujeres legítimas.
Zaida se acomodó en la corte castellana, renunció al islam, corriendo el riesgo de muerte que tal acción suponía entre los mahometanos, y se bautizó en Burgos con el nombre de Isabel (no confundir con la francesa Isabel). No solo conservó todas sus costumbres sino que las difundió e introdujo nuevos y frescos aires culturales de la esplendorosa sociedad musulmana. El arabista González Palencia escribe en su Historia de la España Musulmana que la corte de Alfonso VI, casado con Zaida (sic), parecía una corte musulmana: "sabios y literatos muslimes andaban al lado del rey, la moneda se acuñaba en tipos semejantes a los árabes, los cristianos vestían a usanza mora y hasta los clérigos mozárabes de Toledo hablaban familiarmente el árabe y conocían muy poco el latín, a juzgar por las anotaciones marginales de muchos de sus breviarios".
Alfonso y su joven amada fueron inmensamente felices como se deduce por los epítetos con los que la enalteció "amantísima" y "dilectísima". Como fruto de su amor Zaida quedó embarazada, pero a la vez que nacía el tan deseado y esperado niño, Sancho Alfónsez, moría la madre. El rey quiso que descansara en el mismo sitio que había destinado para él mismo, sus reinas e hijos, y con tal fin la enterró en el Monasterio de Sahagún, exactamente en el coro bajo, antes de llegar al atril. Quadrado, en sus Recuerdos y bellezas de España, dice que en "Sahagún descansa en túmulo alto el rey y debajo de una sencilla lápida Isabel y el joven Sancho, su hijo". Según el epitafio que se conservaba, parcialmente destruido, murió de sobreparto, en León, por la mañana a la hora de tercia el jueves 12 de septiembre, desconociéndose el año "Una luce prins septembris quam foret idus sacina transivit feria 5 hora 3 Zaida Regina dolens peperit".
[editar] Legado
Hay también otro epitafio de sospechosa autenticidad en una humilde losa en el suelo de la basílica de San Isidoro de León, tardío, con el doble dato erróneo de que era hija del rey de Sevilla y fue reina "Hic quiescit Regina Domna Elisabet uxor Regis Adefonsi, filia Benabteh Regis Siuiliae, qua prius Zaida fuit vocata".
Sabiendo que su hijo murió en la famosa Batalla de Uclés o de los Siete Condes el 29 de mayo de 1108 cuando era niño, incapaz de defenderse pero podía montar a caballo, precisiones que mueven a suponer que contaría con doce o trece años. Lo más indicado sea pensar que naciera, y por tanto falleciera su madre, entre 1095 y 1097.
El Monasterio de Sahagún sufrió dos incendios, uno en 1812 y otro en 1835. Su comunidad fue exclaustrada temporalmente de 1820 a 1823 y definitivamente en 1836, lo que repercutió en los traslados de restos yendo a parar a la cámara del abad, al archivo, detrás del altar mayor y a la capilla de Nuestra Señora que servía de iglesia provisional mientras se restauraba la dañada. Cuando los monjes se fueron definitivamente, se los dejaron a sus vecinas, las hermanas también benidictinas, que los conservaron en secreto.
Cuenca ha querido reconocer a la que de una u otra forma ha influido en su historia y así, en el pleno del Ayuntamiento del 16 de febrero de 1959, siendo alcalde Bernardino Moreno Cañadas, se adoptó el acuerdo de otorgar una calle en el Polígono de Los Moralejos, en el Cerro Pinillos, de San Agustín, a la Princesa Zaida.
En Madrid, Zaida también dispone de su calle, desde el 14 de julio de 1950, siendo alcalde el Conde Santamarta de Babio, discurriendo desde la de Carlos Daban a la de la Oca.