Intolerancia a la lactosa
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La intolerancia a la lactosa es la falta o insuficiencia de la enzima lactasa que impide la correcta absorción de la lactosa. Según el grado de intolerancia puede producir desde un rechazo inmediato a toda clase de leche hasta síntomas de difícil diagnóstico que entran en el ámbito del intestino irritable ya que una mala absorción de la lactosa produce una acumulación de gases en el intestino que producen dolor abdominal e incluso dolor de estómago y vómitos.
Cuando la intolerancia es total, puede producir, al igual que otros azúcares como el manitol una elevación de la presión osmótica en el colon, impidiendo la absorción de agua y produciendo una diarrea severa que se añade al incremento de gases.
Siendo la leche un alimento diseñado por la Naturaleza para la alimentación de las crías de los mamíferos, no es normal que éstos puedan digerir la lactosa correctamente en la edad adulta. Debido a la dependencia que algunas poblaciones humanas llegaron a desarrollar respecto al ganado lechero, la tolerancia a la lactosa se incrementó en dichas poblaciones, incluso en la edad adulta. Las civilizaciones basadas en la agricultura y en la crianza de los cerdos, sin embargo, no desarrollaron dicha tolerancia más allá de la infancia, por lo que la intolerancia a la lactosa es muy frecuente en el sur de Asia y África.
No se puede hablar de la intolerancia a la lactosa como enfermedad si no se manifiesta en la infancia, particularmente durante el periodo de lactancia. La falta completa de lactasa suele ser de origen genético encontrándose en el cromosoma 2 la mutación que lo produce. La población asiática suele ser particularmente proclive a este tipo de mutación genética.
En Europa, una mala diagnosis suele hacer entrar a los pacientes en el grupo de pacientes con síndrome de intestino irritable.