Miguel Miramón
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Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo (1831 – 1867) fue un General conservador mexicano y el Presidente más joven que ha tenido México en su historia.
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[editar] Origen
Nace en la Ciudad de México el 29 de septiembre de 1831 en el seno de una familia acomodada y muere en la ciudad de Querétaro el 19 de junio de 1867. En 1847 ingresó al Colegio Militar de Chapultepec, a cuya defensa concurrió el 13 de septiembre de ese año, siendo uno de los jóvenes alumnos que se batieron con valor contra los invasores estadounidenses. La anarquía y las constantes revoluciones que vivió el país en esa época, lo decidieron a militar en el Partido Conservador, al considerarlo como la única opción restauradora del orden y progreso de México. Combate a la revolución de Ayutla, participa en el pronunciamiento de Zacapoaxtla (1856) y apoya a Félix Zuloaga y el Plan de Tacubaya (1857).
[editar] La Guerra de Reforma
Luego de la repentina muerte del general Luis G. Osollo en junio de 1858, se consolida como caudillo de los conservadores. Vencedor de los liberales en las batallas de Puerto de Carretas, Barranca de Atenquique y Ahualulco, sitia al gobierno de Juárez en Veracruz, pero la intervención de la marina estadounidense le impide consumar la victoria. Gobierna México en dos períodos, ambos como Presidente interino; su primer mandato fue del 2 de febrero de 1859 al 13 de agosto de 1860, sucediendo a Manuel Robles Pezuela. El segundo mandato fue del 16 de agosto al 24 de diciembre de ese mismo año. Dos días antes, casi sin recursos, hizo un último intento por salvar a su causa, pero fue derrotado por los liberales en la batalla de San Miguel Calpulalpan dando fin a la Guerra de Tres Años o Guerra de Reforma, (1858 - 1861). Miramón renunció a la presidencia y abandonó el país, rumbo a La Habana, Cuba.
[editar] El Segundo Imperio
El gobierno republicano se consolidó con el gobierno de Benito Juárez pero los constantes problemas económicos, las deudas contraídas con otros países y la ruptura definitiva entre la Iglesia y el Estado fueron aprovechados por los conservadores, quienes buscaron ayuda en las Cortes españolas y francesas para imponer una Monarquía en México. Napoleón III, emperador de Francia, obtuvo el apoyo de la mayoría de los conservadores mexicanos para lograr sus designios imperialistas en México y, después de convencer a Maximiliano de Habsburgo-Lorena, Archiduque de Austria, para que se convirtiese en Emperador de México, invade México con sus tropas imperiales, dejando así al gobierno republicano en precaria situación y huyendo de la persecución francesa, los conservadores creyeron volver al poder, pero el Emperador se mostró como un liberal moderado. Aunque opuesto a la Segunda Intervención Francesa en México, Miguel Miramón regresa al país en 1863 para ofrecer sus servicios al Imperio. Maximiliano, receloso de su prestigio, lo envía a Europa a estudiar táctica militar. Vuelve en 1866 sólo para ver cómo el Imperio va retrocediendo ante las fuerzas republicanas, que cuentan con la decisiva ayuda económica y material del gobierno de los Estados Unidos. Este país se recuperaba de la recién terminada guerra civil. El retiro del apoyo de Napoleón III al Imperio, al ordenar a sus tropas regresar a Francia, ayuda a que los republicanos recuperen rápidamente el territorio. Maximiliano, abandonado por Napoleón, finalmente se apoyó en los militares conservadores que había relegado, principalmente Miramón, para levantar un ejército mexicano que defendiera su agonizante imperio; pero era demasiado tarde. El Emperador vaciló ante el consejo del general Bazaine, quien, como muchos otros, le pedían a Maximiliano que abdicara el trono y regresara a Austria. Él pensó aceptar dicha recomendación y tuvo serias dudas en hacerlo, pero pesó más su convicción de que un Habsburgo tenía un sentido del honor que le impedía abandonar sus deberes, y eligió quedarse en México y seguir luchando en contra de los liberales. La incansable actividad de Miramón rindió frutos, pues en poco tiempo organizó un respetable ejército, del que se puso al mando el propio Emperador.
En febrero de 1867 a pesar de las objeciones de Miramón, el general Leonardo Márquez persuadió a Maximiliano para que estableciese como base de operaciones la cuiudad de Querétaro; decisión poco juiciosa pues esa plaza presentaba más dificultades de defensa que la sede de los poderes imperiales en la Ciudad de México, además de ser suceptible de ser sitiada por completo, sin posibilidad de auxilio exterior, como en efecto ocurrió. El general Márquez permaneció en México con la encomienda de enviar refuerzos; en Querétaro los Generales Miramón y Mejía se encargarían de la defensa de la plaza y del mando de las tropas imperiales. Las fuerzas imperiales de Miramón y Mejía, completamente sitiadas por un ejército juarista muy superior en número y armamento, iban debilitándose a pesar de éxitos parciales, como la acción del Cerro del Cimatario que dirigió Miramón, logrando abrir momentáneamente el cerco, que inexplicablemente no fue aprovechado, como éste lo aconsejaba. El general Miramón planeó romper el sitio, pero el fin se precipitó con la traición del coronel Miguel López, quien entregó el Convento de la Cruz a los sitiadores, quedando la ciudad a merced de los liberales. Maximiliano fue apresado junto con el General Mejía y pronto fue apresado también Miramón, quien se encontraba herido y oculto. Los tres personajes fueron sometidos a juicio sumario y condenados a muerte según el decreto del 25 de enero de 1862 proclamado por el gobierno republicano. Tanto los dos Generales como el Emperador aceptaron su suerte con valentía. A las seis de la mañana del 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas en Querétaro, Maximiliano, Miramón y Mejía fueron pasados por las armas por un pelotón de soldados republicanos a las órdenes del General Mariano Escobedo. En un gesto de reconocimiento a su valor y lealtad, el emperador le cedió a Miramón el lugar de honor en el paredón.
[editar] El Legado
A continuación las últimas palabras que dirigió Miramón ante las tropas liberales antes de ser pasado por las armas: Mexicanos: en el Consejo, mis defensores quisieron salvar mi vida; aquí pronto a perderla, y cuando voy a comparecer delante de Dios, protesto contra la mancha de traidor que se ha querido arrojarme para cubrir mi sacrificio. Muero inocente de ese crimen, y perdono a sus autores, esperando que Dios me perdone, y que mis compatriotas aparten tan fea mancha de mis hijos, haciéndome justicia. ¡Viva México!
[editar] Enlaces externos
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