Ruptura Sino-Soviética
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La Ruptura Sino-Soviética es el nombre que recibió la crisis en las relaciones entre la República Popular China y la Unión Soviética que comenzó a finales de los años 1950 y se intensificaría durante la década de los años 1960.
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[editar] Orígenes
Las raíces del conflicto entre los comunistas chinos y la Unión Soviética se remontaban a la época en que Mao Zedong se había hecho con el poder en el Partido Comunista de China en contra de las preferencias soviéticas. Hasta ese momento, el Partido Comunista de China había estado tutelado por la Unión Soviética a través de la Komintern o Tercera Internacional, la organización financiada desde Moscú para promover el comunismo en el mundo. Mao Zedong había marcado distancias con el comunismo soviético, desarrollando una ideología comunista propia basada en los campesinos más que en los obreros urbanos, en contra de la ortodoxia ideológica soviética. En la lucha por el poder que tuvo lugar durante la Larga Marcha, Mao Zedong se convirtió en el líder indiscutible del partido, frente a los dirigentes de formación rusa apoyados por Moscú Bo Gu y Wang Ming. A pesar de estas diferencias y de la animadversión personal entre los dos líderes, Mao y Stalin, la victoria comunista en la Guerra Civil China en 1949 había hecho necesaria la alianza entre los dos regímenes por conveniencia mutua. La República Popular, especialmente tras la Guerra de Corea, no podía recurrir a la ayuda de Occidente, y la Unión Soviética era el referente internacional del movimiento comunista que, bajo Stalin, había logrado convertirse en una de las grandes superpotencias del mundo. A su vez, la Unión Soviética, en su papel de líder del movimiento comunista, veía la subida al poder de un partido comunista en el país más poblado del mundo como un paso de suma importancia en la expansión de su sistema político y su influencia global.
[editar] Desarrollo del conflicto
Sin embargo, las diferentes visiones china y soviética de la colaboración entre ambos provocarían un conflicto creciente. Mientras que la Unión Soviética pretendía tratar a China como uno más de sus satélites, al estilo de los países de Europa Oriental, los dirigentes de la República Popular deseaban un trato en condiciones de igualdad. No en vano, uno de los objetivos de la lucha comunista en China había sido liberar al país de la sumisión a las potencias extranjeras.
La ayuda de la Unión Soviética a China fue vista como mezquina e interesada por muchos dirigentes chinos, entre ellos Mao, a quien ya Stalin había tratado con desdén en su primera visita a Moscú en diciembre de 1949. Si bien el prestigio de Stalin había mantenido las formas y la necesidad de la colaboración con el único aliado natural con el que podía contar un nuevo régimen comunista, la subida al poder de Nikita Jrushchov reveló las profundas discrepancias entre las dos partes. Además, el abandono de la ortodoxia ideológica por parte de Jrushchov, que incluso hablaba de lograr una "convivencia pacífica" con el Occidente capitalista, encrespó a Mao, para quien la lucha contra el capitalismo hasta su aplastamiento era un dogma ideológico irrenunciable.
Así, Mao empezaba a ver a China como el nuevo referente real del comunismo en el mundo, que debía abandonar a una Unión Soviética que traicionaba a la causa ideológica. Precisamente este creciente enfrentamiento ideológico llevaría a la Unión Soviética a cancelar su proyecto de ayudar a China en su proyecto nuclear. Jrushchov, temeroso de un enfrentamiento armado con Estados Unidos por la cuestión de Taiwán, no apoyaba las acciones militares del ejército chino, el Ejército Popular de Liberación, contra los archipiélagos de Matsu y Quemoy, controlados por el régimen nacionalista de Taiwán, al final de los años 1950. En el año 1960, la Unión Soviética ordenaba la salida de todos sus expertos establecidos en China y cancelaba los proyectos de cooperación técnica. Unos años más tarde, en 1962, con las relaciones aún más tensas, la Unión Soviética negaría una vez más el apoyo a la República Popular en la breve guerra que ésta mantuvo con India por el control de una zona fronteriza. Los dirigentes chinos veían así como los intereses soviéticos no coincidían en absoluto con los chinos. Así, la República Popular China, en uno de los momentos más difíciles de su historia, se veía aun más aislada internacionalmente al no contar ni con el apoyo de Occidente ni con el del bloque soviético. Albania, el pequeño país europeo que había abandonado también el modelo soviético, se convertía en su único aliado ideológico.
[editar] Disputas territoriales y enfrentamiento armado
A estas desavenencias ideológicas se unieron otras de tipo nacionalista. Aunque en el Tratado de Amistad, Alianza y Asistencia Mutua firmado el 14 de febrero de 1950, la República Popular había aceptado reconocer la independencia de Mongolia Exterior, antiguo territorio chino, los dirigentes chinos intentarían reabrir la cuestión tras la muerte de Stalin. También se plantearon otras reivindicaciones territoriales chinas a lo largo de la frontera entre los dos países. Jrushchov rechazó de plano las pretensiones chinas de revisar la frontera sino-soviética. Estas disputas territoriales alcanzarían su momento de tensión máxima en el incidente de la isla de Zhenbao ("Damanski" en ruso) en el río Ussuri, donde se desarrolló una batalla entre tropas chinas y soviéticas por el control del islote. Este enfrentamiento armado supondría el punto más bajo en las relaciones entre los dos países, y se llegó a temer la posibilidad de una gran guerra entre las dos potencias comunistas.
[editar] Mejora de las relaciones al final del periodo soviético
Durante los años 1970, la República Popular China inició una política de acercamiento a Estados Unidos y las potencias occidentales. Esto le permitió arrebatar a la República de China, el régimen de Taiwán, el asiento de China en las Naciones Unidas y lograr por fin el reconocimiento diplomático de la mayoría de los países occidentales que seguían reconociendo al régimen de Chiang Kai-shek en Taiwán como gobierno legítimo de China.
Frente a esta apertura de relaciones hacia los países occidentales, las relaciones entre China y la Unión Soviética se mantendrían distantes hasta finales de los años 1980, cuando el líder soviético Mijaíl Gorbachov inició un proceso de apertura que lo llevó a visitar China en 1989. Este acercamiento se producía en un momento de grandes problemas para los dos países. La visita de Gorbachov a Pekín coincidió con las enormes protestas que se desarrollaban en toda China, en particular las protestas de la Plaza de Tian'anmen. A la crisis por la que pasaba el régimen chino, se unió la crisis del sistema soviético, finalmente mucho más grave, que provocó la disolución de la Unión Soviética al final de 1991, dividida en quince nuevas repúblicas independientes. Desde entonces, el principal estado sucesor de la Unión Soviética, Rusia, ha mantenido unas relaciones mucho más cordiales con la República Popular China, al desaparecer la antigua rivalidad ideológica.
[editar] Referencias
- Spence, Jonathan D. The Search for Modern China, W. W. Norton and Company, Nueva York, 1999 (ISBN 0-393-30780-8).
- Hsü, Immanuel C. Y. The Rise of Modern China, 6th edition, Oxford University Press, Oxford, 1999 (ISBN 0-195-12504-5).
[editar] Véase también