Conquista y colonización española de Argentina
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Este artículo trata de la conquista por parte de los españoles al territorio de la actual argentina, la colonización, y el virreinato.
[editar] La Conquista española (1516-1665)
[editar] Las capitulaciones y la fundación de Asunción
Los primeros europeos llegaron a la región con la expedición de Américo Vespucio, que costeó la entrada del Río de la Plata en 1502. Posteriormente, el navegante español Juan Díaz de Solís, en búsqueda de un paso interoceánico, descubrió el Río de la Plata en 1516, y al desembarcar en el actual territorio del Uruguay, fue atacado y muerto por los charrúas. Los sobrevivientes se embarcaron nuevamente hacia España, pero muchos de ellos naufragaron y se refugiaron en la isla de Santa Catalina, actual Brasil.
Hernando de Magallanes recorrió la totalidad del litoral argentino en 1520, se encontró con los Tehuelches, a los que por su altura denominó como Patagones, en relación a un personaje de ficción de la época, y descubrió el estrecho que lleva su nombre. Se cree que naves de su expedición, desviadas por causa de un temporal, habrían llegado a las islas Malvinas; en su expedición viajó Antonio Pigafetta, autor de las primeras descripciones geográficas del país. En 1526, una expedición con el objeto de repetir el viaje de Magallanes y Elcano, capitaneada por el italiano Sebastián Gaboto, se encontró con los náufragos de Santa Catalina, los cuales le contaron historias recogidas de los locales, según las cuales, remontando el llamado "Mar de Solís", se llegaba a una tierra llamada "Sierra del Plata". Tentados por posibles riquezas, los expedicionarios decidieron ir en su búsqueda. Así, se internaron en el "Mar de Solís" (el río de la Plata), al que renombraron "Mar Dulce", y en la ribera del río Paraná fundaron el fuerte Sancti Spíritu, cerca de la actual ciudad santafesina de Coronda. Remontó el Paraná, llegando al Paraguay, infructuosamente, regresando a España en 1530, en dónde se difundieron las leyendas de la Sierra del Plata y "El Rey Blanco".
Luego de la conquista del Perú, la corona entregó títulos sobre las tierras de Sudamérica en " capitulaciones", concedidas al mejor postor. En 1534 La parte norte de la actual Argentina se entregó a Pedro de Mendoza y la mayor parte de la Patagonia le fue concedida a Simón de Alcazaba. Con posterioridad la región que se extiende desde el estrecho de Magallanes hasta el Polo Sur fue otorgada a Pedro Sarmiento de Gamboa. En los hechos, los españoles nunca tomaron control de amplios territorios sudamericanos, entre los que se encontraban la Patagonia, la mayor parte de la llanura pampeana, y el Gran Chaco.
Mendoza llegó al Río de la Plata en febrero de 1536 y fundó el Puerto de Santa María del Buen Ayre, en honor a la virgen de Bonaria, de la ciudad de Cagliari, en Cerdeña, patrona de los navegantes. Oficialmente se ha establecido que la ciudad se habría asentado en el actual Parque Lezama de Buenos Aires, aunque existen serias dudas [1]. El trato con los pampas y querandíes que habitaban el área fue al comienzo cordial, abasteciéndose la expedición de víveres gracias a ellos, pero como estos pueblos eran nómadas y llevaban una economía de subsistencia, pronto las relaciones se tensaron debido a que los españoles demandaban lo que los "indios" no tenían para dar. Así, mientras los capitanes de la expedición recorrían la región en busca de oro y plata, quienes se quedaron en la ciudad guerreaban constantemente con los locales. En esta situación tras una cruel matanza de aborígenes, éstos cercaron la ciudad, llevando a sus ocupantes a la hambruna y el canibalismo.
Mientras tanto Juan de Ayolas remontó el río Paraná, a orillas del cual fundó el fuerte Corpus Christi, cerca de las ruinas de Sancti Spiritus. En el norte del Paraguay, sobre el río del mismo nombre, fundó Candelaria, desde dónde saldría en dirección al Alto Perú como gobernador delegado desde que Mendoza volvió a España debido a su salud, muriendo de sífilis en el trayecto.
Desde Candelaria, Domingo Martínez de Irala y Juan Salazar de Espinosa continuaron la exploración, cuyos resultados fueron la fundación de Asunción (1537) y la llegada a la ansiada "Sierra del Plata", en realidad el cerro Potosí, a la que otra expedición española había arriba con anterioridad. Por su extraordinaria riqueza en plata Potosí se convertiría en el centro económico de la dominación española en América del Sur.
En 1537, a raíz de la muerte de Mendoza, la corona dictó la real cédula del 12 de septiembre de 1537, que determinaba que, en caso de la muerte de Ayolas, quedaría a cargo un gobernador elegido por el voto de los habitantes. Tras la muerte de Ayolas, Irala fue elegido gobernador y entró en conflicto con Francisco Ruiz Galán, comisionado por Mendoza a cargo de Buenos Aires. Al frente del gobierno, Irala ordenó el despoblamiento de Buenos Aires, lo cual ocurrió en 1541.
En el caso de la otra capitulación que cubría el actual territorio argentino, a cargo de Simón de Alcazaba y un grupo denominado "los leones", tuvo destino trágico. A principios de 1535 la expedición llegó al Golfo de San Jorge, actual Chubut, donde fundó el fuerte denominado Nueva León, desde el cual realizaron varias expediciones. Sin embargo, debido a las inclemencias del clima y el terreno, los pocos sobrevivientes se amotinaron, mataron a Alcazaba y se dedicaron a la piratería.
En cuanto a Sarmiento de Gamboa, logró fundar Filipolis (o Real Felipe) y Nombre de Jesús en el estrecho de Magallanes (actualmente jurisdicción chilena), pero estas fundaciones fracasaron por el clima y -sobre todo- por la actividad de corsarios ingleses (Sarmiento de Gamboa fue secuestrado por éstos).
De este modo puede decirse que las capitulaciones tuvieron pobres resultados, con excepción de la fundación de Asunción del Paraguay, conocida como "Madre de Ciudades", pues se constituyó en la base española para la conquista y colonización de la mayor parte de lo que luego sería la Argentina, Paraguay y Uruguay y el sector oeste de Bolivia (Santa Cruz de la Sierra).
[editar] La fundación de Santiago del Estero y la conquista del reino de Tucma o Tucumán
El interior argentino comenzó a ser explorado poco después de la conquista del Perú. En 1536 Diego de Almagro recorrió el norte en busca de un paso hacia Chile. Fue Diego de Rojas el primero en realizar una exploración con destino al territorio entonces conocido como Tucumán. Entrando por la Quebrada de Huamahuaca en 1543, Rojas fue muerto enn una reyerta con los indígenas en Santiago del Estero. La expedición continuó al mando de Francisco de Mendoza, con quien llegaron al río Paraná. Sin embargo Mendoza fue muerto por sus hombres debido a su trato despótico y los sobrevivientes volvieron al Perú. El gobierno peruano, a cargo del "pacificador" Pedro de la Gasca, encomendó una tercera expedición al mando de Juan Núñez del Prado, quien comenzó su marcha en 1549 con el objetivo de colonizar el territorio. La "entrada" de Núñez del Prado consiguió su objetivo en 1550 con la fundación de la ciudad Del Barco al amparo de la sierra del Aconquija (actual provincia de Tucumán). Poco tiempo después llegó al lugar Francisco de Villagra, lugarteniente del adelantado de Chile, Pedro de Valdivia, alegando que esas tierras correspondían a la jurisdicción de la Capitanía General de Chile. Núñez del Prado decidió trasladar la ciudad más al norte, en los Valles Calchaquíes, de difícil acceso y dónde se habían refugiado varias tribus aborígenes de la persecución española. La hostilidad de los diaquitas determinó que la ciudad del Barco se trasladase una segunda vez, nuevamente al sur, estableciéndose a orillas del río Dulce (actual Santiago del Estero). Enterado de esto, Valdivia envió a Francisco de Aguirre para remplazar a Núñez del Prado, a quien despachó al Perú apresado. Ya en posesión de la ciudad, decidió un tercer traslado, dos km al sur, a un lugar más elevado, renombrándola Santiago del Estero (1553).
La provincia del Tucumán siguió dependiente de Chile por diez años. En ese período se fundaron tres ciudades como defensa de Santiago del Estero, Cañete, Londres y Córdoba del Calchaquí, pero la hostilidad del gobernador Castañeda hacia los indios determinó un alzamiento de éstos bajo la dirección de Juan Calchaquí, cacique de los Omaguacas, quienes destruyeron las ciudades establecidas como defensa. Cuando en 1563 Felipe II decretó que el Tucumán dependería de la Audiencia de Charcas, fue nombrado gobernador nuevamente Francisco de Aguirre. Éste decidió reconstruir las ciudades que habían sido destruidas, y, en 1565 Diego de Villaroel fundó San Miguel de Tucumán dónde antes había existido Cañete. El sucesor de Aguirre, Jerónimo Luis de Cabrera, busco desprenderse de la tutela de Charcas, orientando la colonización hacia el Atlántico para relacionarse directamente con España. Así, en 1573 fundó la ciudad de Córdoba del Tucumán.
[editar] La refundación de Buenos Aires desde Paraguay
En el Río de la Plata, la colonización se había concentrado en el Paraguay, donde los guaraníes eran numerosos y sedentarios, pasibles de ser encomendados. Luego del largo gobierno de Irala, el gobernador Juan de Garay tenía la misma idea que Cabrera, de manera que en 1573 marchó a repoblar Buenos Aires. En el camino a la vera del Paraná se encontró con Cabrera, quien le reconoció el derecho sobre la zona. Garay entonces decidió fundar en el lugar una ciudad intermedia: Santa Fe de la Vera Cruz. La tarea de Garay se completó en 1580, cuando fundó la ciudad de Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, que con el tiempo sería conocida como Buenos Aires.
[editar] La fundación de Mendoza y la conquista del territorio huarpe desde Chile
En la región del Cuyo, todavía bajo autoridad de Chile, ese gobierno hizo fundar en 1561 la ciudad de Mendoza, por Pedro del Castillo, reemplazada al año siguiente por Juan Jufré, cuyo hijo, Luis Jufré, fundó la ciudad de San Juan de la Frontera en 1562. Años más tarde, en 1594 sería fundada San Luis de la Punta de los Venados, atribuida a Luis Jofré de Loaysa, completando la colonización de Cuyo, habitada por los pacíficos huarpes, quienes debieron sufrir duramente el yugo impuesto por los conquistadores (trabajo y muerte en las minas de Chile), hasta que un casi completo mestizaje con los europeos trajo la paz.
[editar] Fundación de ciudades que serían las semillas de las futuras provincias
Desde los distintos centros españoles instalados originalmente en territorio argentino, la colonización continuó de manera paulatina, mediante la fundación de ciudades que siglos más tarde serían origen de las provincias argentinas: Hermando de Lerma funda en 1582 la ciudad de San Felipe de Lerma en el Valle de Salta, en 1588 culmina el proceso en la provincia del Río de la Plata con la fundación de San Juan de Vera de las Siete Corrientes, en 1591 Juan Ramírez de Velasco funda la ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, y en 1593 es fundada San Salvador de Jujuy por Francisco de Argañaraz. La última de las ciudades argentinas es San Fernando del Valle de Catamarca, fundada en 1683 por Fernando Mate de Luna.
[editar] Las Guerras Calchaquíes entre españoles y diaguitas
Durante todo el período de la conquista los españoles no habían logrado penetrar en los Valles Calchaquíes, donde se habían refugiado la cultura diaguita (autodenominada pazioca), una avanzada confederación de señoríos agroalfareros independientes perteneciente a la Cultura Santa María, unidos por una lengua común, el kakán y parte a su vez del gran grupo de la civilización andina. Los españoles se refirieron a sus integrantes, incorrectamente, como calchaquíes, nombre correspondiente a uno de los señoríos paziocas. Los señoríos paziocas estaban reunidos en tres grandes naciones: pulares al norte, diaguitas al oeste y calchaquíes el este. Una antigua tradición de independencia de los paziocas y la escasa cantidad de invasores españoles en el Tucumán, permitió una serie de actos de defensa de su territorio por parte de la confederación Pazioca. Estas luchas han sido históricamente conocidas como las Guerras Calchaquíes que se extendieron por más de un siglo y que comenzaron en 1562.
La Primera Guerra Calchaquí se desató en 1562 y fue conducida el cacique Juan Calchaquí, curacas Quipildor y Viltipoco. La confederación logró mantener a los invasores fuera de su territorio, arrasando las tres ciudades nuevas fundadas por los españoles: Cañete (Tucumán), Córdoba de Calchaquí y Londres (Catamarca). La historiografía hispano-americana considera a esta guerra como "una de las mayores tragedias de nuestra historia" [2]. Esta guerra provocó la decisión del Rey español en 1563 separar el Tucumán de Chile para crear una gobernación dependiente del virrey de Perú.
En Segunda Guerra Calchaquí duró 7 años (1630-1637) y fue dirigida por el Curaca Chalamín. Los diaguitas volvieron a destruir las ciudades instaladas por los invasores, Londres II (Catamarca) y Nuestra Señora de Guadalupe (Calchaquí). En 1637 el ejército español atrapó y ejecutó al curaca Chalamín. Los habitantes del señorío diaguita, que condujo la guerra, fueron deportados y reducidos a la esclavitud por los españoles.
La Tercera Guerra Calchaquí se extendió por ocho años (1658-1667). Esta guerra tuvo la particularidad de que, en sus inicios, actuó un aventurero andaluz, Pedro Bohórquez, quien sostenía ser inca, fue aceptado como líder militar por los paziocas. Bohórquez maniobró con astucia, obtuvo incluso el apoyo de los jesuitas, y organizó un sólido ejército pazioca con el que mantuvo el control de la región durante varios años. Sin embargo en 1659 pero se entregó a los españoles con la intención de ser perdonado, quienes lo enviaron a Lima y finalmente lo ejecutaron. La confederación continuó la guerra dirigida por José Henriquez. Al ser vencido el señorío de los Quilmes en 1665, que condujo la tercera guerra, los españoles dispusieron su completo desarraigo y deportación a una zona cercana a Buenos Aires, donde finalmente fueron exterminados [3]. En ese lugar hoy se levanta la ciudad de Quilmes. La guerra terminó el 2 de Enero de 1667 al ser vencidos el último de los señoríos paziocas, los Acalianes o Calianos [4]. Los españoles tomaron la decisión de dividir, deportar y reducir a los pueblos pazioca a la esclavitud.
[editar] La colonia y el Virreinato (1665-1810)
La represión de los indígenas de los valles Calchaquíes, la entrega en mita de muchos de ellos para trabajar en las minas del Potosí, el proceso de mestizaje y la gran aculturación hicieron que las encomiendas que alguna vez florecieran en el Tucumán fueran reemplazadas por un campesinado relativamente libre. En la segunda mitad del siglo XVI, tanto el Alto Perú y el Tucumán, como el Paraguay exigían la creación de un puerto en el Atlántico sur para poder establecer lazos de comercio más cercanos con España y a la vez disminuir su aislamiento. Es por estos motivos, y por la amenaza de incursiones extranjeras en el Río de la Plata que la Corona española autoriza la segunda fundación de Buenos Aires. Desde entonces se convirtió en la salida natural de los productos altoperuanos (entre ellos la plata) y del Paraguay. Se estableció entonces, en la década de 1580, un lucrativo comercio entre el Tucumán y el Brasil, a través de la ciudad. Sin embargo, debido a la salida no autorizada de metales precisos por esta vía, en 1594 la corona prohíbe el comercio en el puerto de Buenos Aires, con algunas excepciones para evitar el desabastecimiento de la población: la autorización de fletar dos embarcaciones anuales con productos de la zona (cueros, principalmente), y una cierta tolerancia al contrabando.
[editar] El contrabando
Es justamente esto último (el contrabando) lo que sería la principal actividad económica de Buenos Aires colonial pre-virreinato, y un constante objeto de persecución de algunas autoridades. Entre éstos se destacó Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), primer gobernador del Río de la Plata nacido en América. Su constante lucha contra los contrabandistas criollos y portugueses en el Plata fue, sin embargo, en vano. Es por ello que, en 1617, obtiene la división de la provincia en dos: el Paraguay y el Río de la Plata (territorios de las ciudades de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes).
El contrabando se realizaba en forma bastante abierta: generalmente un barco portugués, holandés o francés se averiaba en las cercanías de la ciudad y solicitaba las reparaciones necesarias, las cuales pagaba con parte de la carga que llevaba. Muchos comerciantes hicieron grandes fortunas en Buenos Aires, debido a la necesidad de bienes materiales e insumos que eran necesarios en Tucumán y el Alto Perú, que se hacían innecesariamente onerosos a través del sistema de flotas y galeones, que debía atravesar el istmo de Panamá, embarcados hasta Lima y luego cruzar los Andes (y varias aduanas secas). Una aduana seca establecida en Córdoba en 1622 fue la reacción para detener la demanda de bienes contrabandeados.
La fundación de la Colonia del Sacramento por los portugueses justo enfrente de Buenos Aires en 1680, vino a reafirmar el crecimiento del contrabando. Tomada meses después por el gobernador del Río de la Plata José de Garro con un contingente de indios de las Misiones, fue restituida a Portugal un año después por un tratado. Colonia fue nuevamente tomada en 1705, bajo el influjo de la Guerra de Sucesión Española, para ser devuelta nuevamente en 1715, esta vez bajo el influjo de la Paz de Utrecht. La pelea entre España y Portugal por el Río de la Plata continuó en 1724, cuando el gobernador español Bruno Mauricio de Zavala funda la ciudad de Montevideo para evitar la toma de esa bahía por un contingente proveniente de Brasil. En 1750, España, por el Tratado de Permuta, intercambia Colonia a cambio del Mato Grosso y parte de las misiones guaraníticas, originando una guerra entre bandeirantes y guaraníes. Este tratado fue a su vez derogado en 1761, y en 1762, a causa de la Guerra de los Siete Años, el gobernador Pedro de Cevallos toma por tercera vez Colonia, que es devuelta al año siguiente por España a cambio de La Habana y Manila, tomadas por los ingleses.
Es finalmente en 1776 que España se da cuenta de que debe actuar para echar a los portugueses del Río de la Plata, cuando decide la creación del virreinato. Así es como Pedro de Cevallos es enviado a cargo de un importante ejército, que fue aumentado con un contingente de guaraníes, acostumbrados a luchar con los portugueses. Cevallos toma Colonia y la destruye, sembrando sal en el lugar de forma simbólica, ya que la ciudad sería luego repoblada por criollos. Mientras preparaba el ataque a la provincia portuguesa de Río Grande del Sur, se firma en 1777 el Tratado de San Ildefonso, que repite las cláusulas del de Permuta.
[editar] Las reducciones jesuíticas
En 1609 se funda la primera de las misiones jesuíticas guaraníes. Las treinta misiones llegaron a ser, en el siglo XVIII, un verdadero emporio comercial, un "estado dentro del estado" como lo denominaban sus detractores, que se estableció como un sistema de organización económica y social distinto al de las colonias que las rodeaban. Es por esto, por el respeto que los jesuitas tuvieron por la organización social comunitaria de los guaraníes, en lo que se basó el crecimiento de ellas. Las misiones eran pueblos indígenas, administrados por los mismos guaraníes (bajo la mirada paternalista de los misioneros), donde la tierra se dividía en dos: la tupá mbaé (propiedad de dios), comunitaria, y la avá mbaé (propiedad del hombre), para la explotación familiar. El excedente era comercializado por todas las colonias circundantes (el Plata, Tucumán, el Brasil y hasta el Alto Perú y España) y les proporcionaba medios a los jesuitas para expandir las misiones y mantener sus colegios y universidades (como los que tenían en Córdoba, centro regional de la Compañía de Jesús).
Los principales productos comercializados por las misiones eran la yerba mate, el tabaco, el cuero y las fibras textiles. Sin embargo, las misiones debieron soportar un fuerte asedio de los bandeirantes, partidas de portugueses que se internaban en la selva para cazar indios con el objeto de venderlos como esclavos en su base de San Pablo, que irónicamente nació como reducción jesuita). Las misiones jugaron un papel clave en la defensa del Paraguay y el Río de la Plata de la expansión portuguesa. Justamente, después de la batalla de Mbororé, en 1641 (que duró 10 días), en la que un ejército de guaraníes al mando de los jesuitas (muchos de los cuales habían sido antes soldados) derrotó a una bandeira, que se les permitió por primera vez a los indígenas utilizar armas de fuego (si bien sólo las de menor calibre). Estos ejércitos misioneros fueron de gran utilidad durante los enfrentamientos entre España y Portugal en el Río de la Plata.
No sólo a trabajar, rezar y pelear les enseñaron los jesuitas, sino también música y arte. Es así que, luego de la expulsión de los jesuitas, muchos guaraníes se trasladaron a las ciudades coloniales, como Corrientes, Asunción o Buenos Aires, donde se destacaron como compositores y maestros de música, plateros y pintores. En 1767 España expulsa a la Compañía de Jesús de sus posesiones, con lo cual los pueblos de indios pasaron a depender de gobernadores civiles españoles, que los explotaron impunemente, hasta el punto que a principios del siglo XIX casi todas las misiones estaban despobladas y en ruinas.
[editar] Economía colonial
Durante la era colonial y hasta el Reglamento de Comercio Libre de 1778, la economía del Tucumán y Cuyo estaba dedicada a la producción de insumos y bienes de consumo para los mercados del Alto y Bajo Perú, Buenos Aires y Paraguay. Así, vinos y aguardiente de Cuyo, mulas de Córdoba, tejidos de Salta y Tucumán, carretas de Córdoba y Tucumán, etc., se producían bajo el amparo del proteccionismo español. En el siglo XVIII, bajo los Borbones, la actitud comenzó a variar, buscando proteger los intereses comerciales de los productores peninsulares en los mercados cautivos coloniales.
En un primer momento, la actitud fue eliminar a la competencia: en la localidad riojana de Aimogasta se conserva el "olivo histórico", según la tradición, el único sobreviviente de la tala ordenada por Carlos III para eliminar la competencia de las aceitunas españolas en el Plata (curiosamente, el español Antonio de Alcedo, en su obra Diccionario goegráfico-histórico de las Indias Occidentales o América, de 1786-1789, menciona que La Rioja "tuvo en otro tiempo algunos olivares, y viendo los vecinos las grandes utilidades que les producía el aceyte dieron en economizarlo de modo que ni aun para las lámparas de la Iglesia querían darlo, poniendo sebo en su lugar; desde entonces fuese castigo del Cielo ó casualidad apenas se halla hoy vestigio de ellos"; una visión algo distinta).
El comercio libre tuvo consecuencias desastrosas para la economía del interior de la actual república Argentina, de la que solo algunos sectores, como el aguardiente, las carretas y artículos de montura y transporte, y los tejidos de lana, pudieron sobrevivir. Por el otro lado, los comerciantes de Buenos Aires tuvieron un súbito aumento de su actividad, lo que trajo un auge comercial, poblacional y cultural a la capital del nuevo virreinato. El traslado de la aduana seca de Córdoba a Jujuy en 1696 estableció, para siempre, el área económica bajo dominio porteño y la frontera norte de la futura Argentina. En la Pampa, durante la colonia, la principal actividad económica era la ganadera. En un principio, debido a la existencia de miles de cabezas de ganado cimarrón, esta actividad se efectuaba a través de las "vaquerías", partidas que se internaban en la llanura desolada para capturar y desollar al ganado vacuno, muchas veces dejando la carne atrás, de menor valor económico. Cuando este ganado cimarrón comenzó a disminuir su número, comenzó el momento de las estancias y del ganado marcado, y de una mayor utilización del animal: nacieron entonces las fábricas de cebo y los saladeros.
[editar] Organización social
La sociedad colonial presentó aspectos disímiles de acuerdo a la región. En el interior, se determinó una sociedad de castas fuertemente diferenciadas, los hacendados blancos eran la cúspide de ésta y el poder en las ciudades, eran educados y refinados, mientras que el campesinado mestizo estaba en condiciones cuasi serviles. La población negra era muy escasa, reducida casi en su totalidad al servicio doméstico, salvo en ciudades algo más mercantiles como Córdoba. Al momento de la independencia, existían todavía algunas encomiendas en el NOA. En cambio, en el litoral, y especialmente en Buenos Aires, los estancieros no representaban (todavía) la cúspide de la sociedad, sino que eran productores medianos, de carácter rudo debido a la actividad ganadera y que residían la mayor parte del tiempo en la campaña. La elite porteña estaba representada por los comerciantes.
Sin embargo, con la instalación del virrey y el comercio libre, se instaló, aún por encima de aquellos, una burocracia a la que solo podía acceder los nativos de España, si bien en las posiciones más bajas se admitían criollos; y la multiplicación del comercio con España trajo la instalación de varias casas comerciales españolas se instalaron en la ciudad, compitiendo con los comerciantes criollos, de menores recursos. Comenzaba así la dicotomía entre criollos y peninsulares. En Buenos Aires, hacia esa época un casi un tercio de la población era negra, y si bien algunos se dedicaban a tareas domésticas y aún menos a tareas agropecuarias, la gran mayoría era instruida en algún oficio (como zapatero, por ejemplo), o se dedicaban al comercio ambulante, trabajabando de esta manera para el beneficio de sus amos.
Más que cualquier otro, el grupo humano que definió la colonia en la Argentina (aunque no estuviera presente en todas las regiones) fue el gaucho. En un ambiente social, el de la pampa, dónde el mestizaje fue minoritario, y en que el eje estaba centrado hegemónicamente en la ciudad y no en el campo, como fue el mundo pampeano previo a la aparición de la estancia como modo económico productivo paradigmático, aquellos que llevavan la marca en el orillo de la sangre indígena estaban destinados a ser alejados de ese mundo ciudadano. Nacidos de los encuentros de las vaquerías y las tolderías, su mundo era el campo. El gaucho es un ser seminómade, que en ocasiones mantiene una fammilia en un lugar fijo, pero que las más de las veces deambula, trabajando de a ratos, más después del fin de las vaquerías, para luego partir cuando ya no necesita del trabajo para sobrevivir. Ya desde el siglo XVIII es visto por las autoridades como parte de los "vagos y malentretenidos", criminales a quien hay que combatir. Pero será más adelante que se planteará el problema del gaucho, en el universo colonial no es un grave problema, ya que es parte del modo de vida tradicional pampeano.
La creación del Virreinato del Río de la Plata trajo un auge de la ciudad de Buenos Aires, donde, en pocos años, se instalaron la administración burocrática virreinal, la aduana (1778), el Consulado (1794), obra de la iniciativa de Manuel Belgrano, la Audiencia (1785), el protomediacado, la Academia de Náutica y la Escuela de Dibujo (1798), esta última iniciativa también de Belgrano. El primer periódico nace en 1801, El Telégrafo Mercantil, que duraría poco debido a la censura del virrey. El segundo, el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, editado por Hipólito Vieytes en 1802, corre la misma suerte. La población de la ciudad crece de 9.568 en 1744 a 32.069 en 1778 a más de 40.000 en 1797 y a casi 100.000 en 1810.
[editar] Sistema de castas
En el aspecto social, la colonia fue organizada sobre un sistema de castas basado en las nociones de raza e híbrido y de la "pureza de la sangre". Los españoles consideraban la existencia de tres "razas": la "española" o "blanca", la "india" y la "negra". Del mestizaje entre esas tres razas surgían a su vez los siguientes "híbridos":
- Primer grado:
- de blanco con negro: mulato.
- de blanco con indio: mestizo
- de negro con indio: zambo, lobo o chino (en México).
- Segundo grado:
- de negro con mulato: zambo, grifo o cabro.
- de negro con chino: zambo.
- de blanco con mulato: tercerón o morisco.
- de blanco con mestizo: cuatralbo, castizo.
- de indio con zambo: zambaigo.
- de indio con mestizo: tresalbo.
- de indio con mulato: mulato prieto.
- de negro con zambo: zambo prieto.
- Tercer grado:
- de blanco con tercerón: cuarterón, albino[5]
En la cúspide del sistema de castas se ubicaban los españoles peninsulares, nacidos en España, seguidos de los españoles americanos o criollos, nacidos en América y registrados como descendientes legítimos de padre y madre española. Aunque en la colonia el mestizaje entre las diferentes etnias fue un fenómeno generalizado, el sistema legal español castigaba "la mezcla de sangres" que causaba su impureza o "manchado". Indios, mestizos, mulatos y negros resultaron postergados, ocupando los negros nacidos en África el lugar más bajo.
Los descendientes de padres mezclados de, Español y Negro permanecen manchados por generaciones incontables y no pueden escapar de su herencia, o perder su calidad primitiva de Mulatos. [...] Pasa lo mismo con la mezcla de sangre Negra con la India [...]. Con la mezcla continua de sangre Española e India hay regresión a los Indios. [...] el Indio puro es de sangre pura, tanto como el Español y los dos no están en conflicto como están los dos con el Negro. Aunque las mezclas de sangre Española e India no pueden escapar de su condición, permanecen incontaminadas, no obstante cuantos grados las separen de la pureza.[6]
España había impuesto el cristianismo y el idioma castellano en gran parte del actual territorio argentino. Por otra parte, en la América española regían las costumbres y modas españolas, así como las indoamericanas, y en menor medida las francesas y africanas.
[editar] Referencias
- ↑ Primera fundación de Buenos Aires, sus verdades y sus mentiras, por Martín Cagliani, sitio personal
- ↑ Jornada histórico-genealógica del Tucumán y Cuyo, 2002
- ↑ Las ruinas de los Quilmes, una historia de heroísmo y destierro
- ↑ Tres Guerras, Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA)
- ↑ Cfr. Rosenblat, Angel (1954). La Población indígena y el Mestizaje en América, 2 tomos, Buenos Aires: Nova, pp. 175-176. Tomado del cuadro de J.J. Virey en su Histoire naturelle du gente humain, 1ª ed., 1809 (2vol.)
- ↑ Documento sobre el sistema de castas (1774), citado en Mestizaje biológico: ¿Un concepto en cuestión?, por Tadashi Obara, CIESAS, 2002