Gusto
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El gusto consiste en registrar el sabor e identificar determinadas sustancias solubles en la saliva por medio de algunas de sus cualidades químicas. Aunque constituye el más débil de los sentidos, está unido al olfato, que completa su función. Esto, porque el olor de los alimentos que ingerimos asciende por la bifurcación aerodigestiva hacia la mucosa olfativa, y así se da el extraño fenómeno, que consiste en que probamos los alimentos primero por la nariz. Una demostración de esto, es lo que nos pasa cuando tenemos la nariz tapada a causa de un catarro: al comer encontramos todo insípido, sin sabor.
Este sentido, además, es un poderoso auxiliar de la digestión, ya que sabemos que las sensaciones agradables del gusto estimulan la secreción de la saliva y los jugos gástricos. Las papilas gustativas juegan un papel muy importante en este sentido
[editar] El mal gusto y el buen gusto
El mal gusto o el buen gusto respecto a algo ( o a alguien) puede entenderse como una distinción que evalúa la elegancia, la belleza o la fealdad de objetos, personas, usos y costumbres. Ej: nuestro contador público tiene una forma de expulsar gases repugnante y de muy mal gusto.
Es indudable que esta acepción de la palabra gusto es un relativismo cultural, así que se recomienda no abordar este asunto con una visión simplista y abolutista. Para muchos occidentales, por ejemplo, es de mal gusto eructar durante una comida, mientras que en otras regiones del planeta, como el Medio Oriente, esto se considera un gesto de educación, satisfacción y gratitud. El Diccionario de la Real Academia Española habla del gusto como una 'facultad' de sentir o apreciar lo bello o lo feo. Ej: En esa ciudad la gente tiene mal gusto.
Esta práctica de distinción de los usos de un grupo social cede con frecuencia ante la tentación muy humana de estigmatizar y señalar despectivamente a otras personas. En los países del tercer mundo esta costumbre se ha constituído en un elemento que agudiza la polarización entre personas ricas y pobres. En las capitales latinoamericanas, por ejemplo, algunos representantes de las élites tienen como pasatiempo mirar con repulsión las prácticas de los ciudadanos pobres. Esta posición, además de resultar políticamente reprochable, es paradójica en el caso de países como Estados unidos (principalmente) Perú y México, donde un considerable número de ciudadanos ha logrado acumular fortuna gracias a actividades ilícitas como el tráfico de estupefacientes, pero conservando en su esencia, a pesar de contar con un capital económico descomunal, costumbres propias de las clases más populares, como las serenatas con mariachis o la tendencia a comportarse de manera fulgorosa e imprudente.