Nacionalismo español
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El nacionalismo español (también llamado españolismo), es la corriente de pensamiento que defiende la existencia de la unidad territorial del Reino de España en forma de una única Nación totalmente centralizada. No debe confundirse ni con patriotismo ni con constitucionalismo.Se contrapone pues a los constitucionalistas, federalistas y nacionalismos periféricos que buscan un mayor o menor grado de autonomía para las diferentes regiones y pueblos de España. El nacionalismo español tiene una característica: que se niega como nacionalismo, que se presenta como no nacionalista, como si la condición de español estuviese por encima de los virus que afectan a otros nacionalismos. Esto ocurre porque el nacionalismo español es un nacionalismo identificado con el Estado desde su nacimiento en las Cortes de Cádiz. Estado y nación se solaparon como realidades idénticas bajo el nombre de España y el sustantivo de España se nacionalizó de modo dogmático.
El nacionalismo español abarca a todo el espectro político desde diferentes concepciones de lo que es España que van desde la izquierda más radical hasta la ultraderecha pasando por todas las ideologías moderadas intermedias. La intensidad de la reivindicación nacional varía mucho yendo desde una fanática exclusión de quien no se siente español hasta la creencia en la posibilidad de integración y aceptación mutua de los diferentes pueblos y realidades nacionales que configuran el estado español. Por eso, el propio concepto de España no es unívoco. Cada ideología y cada grupo lo interpreta de un modo distinto: es como un saco roto donde cada cual echa unos intereses o un modo de organizar la sociedad. Lo grave es que en 1936 las tropas sublevadas contra la legalidad republicana fusilaron en nombre de España. Desde entonces la palabra España se convirtió en motivo de guerra de afectos, ideas y -lo más grave- de excusa para matar a otros españoles tildados como antiespañoles.
Históricamente el nacionalismo español surgió con el liberalismo y en la guerra contra Napoleón. Desde entonces ha cambiado sus contenidos y propuestas ideológicas y políticas. En concreto, con el nombre de panhispanismo (que más propiamente se refiere a un movimiento centrado en la unidad de las naciones hispanoamericanas) entendido como imperialismo español, suele referirse concretamente al aparecido tras la crisis de 1898, dentro del contexto más amplio en en que se encuentran el regeneracionismo y la generación del 98 (cuyos autores, viniendo de la periferia, coincidían en consider a Castilla la expresión de "lo español"), expresada en su forma más clara por Ramiro de Maeztu (en su segunda etapa). Tuvo como ideólogos y políticos a Ramiro Ledesma (fundador de las JONS) y José Antonio Primo de Rivera (fundador de Falange Española); utilizando una expresión que tiene su origen en José Ortega y Gasset, define a España como una unidad de destino en lo universal, defendiendo una vuelta a los valores tradicionales y espirituales de la España imperial.
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[editar] Antecedentes
A semejanza de otros estados europeos en los siglos XVIII y XIX, el reino de España sufrió profundos cambios sociales y políticos, especialmente a partir de la invasión napoleónica. Las guerras napoleónicas transformaron toda Europa haciendo surgir sentimientos nacionales de donde antes no los había, o no se expresaban con el nuevo concepto identitario surgido en la Revolución francesa: el de nación como sujeto de la soberanía (Sieyès). España no fue una excepción a esa nueva corriente nacionalista. Desde la guerra contra la Convención, la propaganda antifrancesa iba generando la idea de un enemigo exterior, que se concretó de forma evidente con la Guerra de la Independencia Española, aunque la adopción de las teorías y prácticas políticas del "enemigo" eran evidentes: la Constitución de Cádiz de 1812 no era en muchos aspectos menos "afrancesada" que la Constitución de Bayona de 1808.
En los nuevos estados-nación, se iban desarrollando unas nuevas colectividades interclasistas, homogeneizadas y codificadas de ciudadanos propietarios, habitantes de un espacio económico cada vez más abierto para el despliegue eficaz de las formas capitalistas. La insegura implantación del estado liberal en España fue paralela a las peculiaridades del proceso de industrialización (fracasado para algunos autores, como Jordi Nadal) y de conformación del sistema de propiedad (con la desamortización como hecho principal).
Esos nuevos colectivos nacionales, en proceso de formación, necesitaban un nuevo instrumento para la cohesión social. Los liberales necesitaban además un instrumento de legitimación del poder que sustituyera al derecho divino o la cuna que tan bien había funcionado legitimando al antiguo régimen absolutista, al feudalismo y a los emperadores romanos.
Ello contribuyó a la instrumentalización de la historia, trasladándola desde el lugar marginal que ocupaba, hasta el centro de un nuevo sistema pedagógico, útil para formar, a leales ciudadanos.
La historia obtuvo en esa nueva era un protagonismo más relevante que el que tenía en la antigüedad. Este nuevo rango no le hará olvidar la base de su sustento y seguirá manteniendo su finalidad política anterior, pero esta vez, al servicio de los nuevos grupos sociales. El origen de la historia como ciencia en la era moderna es, por tanto, inseparable de su utilidad pública, de su uso como herramienta de legitimación.
Y es que este nuevo estado, además de nacionalizar las cuestiones esenciales del presente, la soberanía, la justicia, las riquezas en manos muertas, o el ejército, buscará también su legitimidad mediante la nacionalización de la cultura, la información, la memoria y el pasado, y todo ello buscando como objetivo una nueva cohesión social. En otras palabras: al mismo tiempo que el nuevo estado irá ordenando el territorio con las nuevas infraestructuras, también ordenará el pasado para hacerlo coherente con el status político del presente.
De esta manera los nuevos sistemas educativos basados fundamentalmente en la enseñanza de la historia y la geografía, pasaban a ser uno de los cauces, conscientemente utilizados desde el poder, para la homogeneización de los ciudadanos sobre los que se establecerá una nueva identidad, un nuevo universo simbólico que articulara unas determinadas lealtades y por ende unas determinadas formas de sentir y de actuar.
Así, transformando el conocimiento de la historia en disciplina de currículo obligatorio dentro de los nuevos sistemas educativos, los nuevos estados liberales ahormaban a la ciudadanía, como perteneciente a un acervo común y configurando en ella comportamientos nacionales.
Para ello los historiadores fueron seleccionando los innumerables hechos históricos con el fin de dotarlos de un destino manifiesto. Y tal selección conllevaba una afirmación de la rotundidad de algunos hechos y una relativización del significado de otros.
La forma de escribir la historia decidía por tanto quién fue importante y quién puede ser omitido en la recomposición del pasado. Quién debe ser recordado y quién puede ser olvidado.
De esta manera se realizaba una narración histórica sesgada, que no buscaba explicar sino reclamar: Una narración histórica que otorgase sentido histórico al pasado de la comunidad nacional del presente.
[editar] Inicios del nacionalismo español
Siguiendo las tendencias de los estados liberales europeos, la práctica totalidad de la producción de la historiografía nacionalista española, se construyó a partir de los segmentos, acontecimientos, datos, citas o textos que potencialmente tuvieran una coherencia nacional y que presentasen una significación por sí mismos, eliminando los elementos turbadores o incómodos para el encaje necesario en el devenir histórico de España como elemento unitario.
La historia tenía por tanto como función la de explicar y catalizar la nueva realidad estatal y nacional surgida a partir de las Cortes de Cádiz. Se tratará por tanto de hilvanar los hechos acaecidos en la península para corroborar una genealogía de España como nación, con un pueblo dotado, desde la más remota antigüedad, de una trayectoria vital común. La Historia se convertirá así en el soporte para construir el relato natural de España como nación.
Los procesos históricos rivales, las memorias alternativas construidas desde los nacionalismos periféricos, los hechos históricos analizados desde una visión más plural, compleja o incluso contradictoria de las Españas, serían en gran parte obviados por la visión centralista de la historia. Los nacionalismos periféricos, en cierto modo, compitieron en las regiones donde se desarrollaron con fuerza, País Vasco y Cataluña sobre todo, con el nacionalismo centralista y unificador lo que provocó no pocos conflictos entre las distintas visiones de la historia.
Siguiendo ese objetivo, en las décadas centrales del romántico siglo XIX los historiadores hicieron realidad la visión compacta de un Pueblo español dotado de ingredientes perennes, de una esencia española, mantenida inalterable, desde Indíbil y Mandonio. Esta lista de héroes de la Patria, expresarían con su actividad el sentir de toda la colectividad española. Así, tanto Recaredo y Guzmán el Bueno, como Roger de Lauria o Daoiz y Velarde, el Cid, Wilfredo el Velloso, Fernando III el Santo, Jaime el Conquistador, los Reyes Católicos, Agustina de Aragón o Hernán Cortés se transformaron en encarnaciones del carácter español. Incluso se encajó en esa lista de "españolidad", aunque con dificultad, tanto a los emperadores hispano-romanos, como Trajano o Adriano, como al rebelde lusitano Viriato.
De la misma manera tanto en el País Vasco como en Cataluña se desarrolló también el mito y la leyenda en torno a diversos personajes que debían encarnar la esencia de sus pueblos ancestrales que se remontaban ya desde la la antigüedad clásica o más allá.
Una vez los nacionales del 17 de julio de 1936, al mando de Francisco Franco, derrotaron a la II República, impusieron el españolismo como pilar ideológico. Con la restauración monárquica en Juan Carlos I esta visión histórica quedó aislada en los grupos más conservadores y favorables al anterior régimen. En el nuevo régimen los constitucionalistas, federalistas y nacionalistas periféricos brotaron con fuerza.
[editar] El nacionalismo español en la actualidad
Así como los nacionalismos periféricos fueron encajados en el panorama de la monarquía parlamentaria, hubo que encajar[cita requerida] al nacionalismo español en forma de un patriotismo constitucional que honrara a la carta magna como factor unificador de todos los españoles por encima de cualquier otro valor.
Para bastantes [cita requerida]personas el himno español y la bandera roja y gualdasiguen remitiendo al pasado franquista por ello no se identifican con estos símbolos. La situación en España contrasta con otros países en las cuales una población relativamente mayor ensalza sus himnos y banderas. Pero esto tiene que ver con que son países de mayor tradición democrática, y sus símbolos no han sido usados por la oposición de izquierdas como símbolo del enemigo a aniquilar, físicamente si es necesario...Más aún, en países plurinacionales (Bélgica, Canadá) se han dado los mismos problemas en reconocerse bajo símbolos comunes, teniendo en general los ciudadanos no nacionalistas que vivir en una atmosfera de persecución.
En ese contexto se han desarrollado dos corrientes diferenciadas [cita requerida]de nacionalismo español que difieren en intensidad. Por una parte el nacionalismo excluyente ligado al ideario franquista basado en la citada historia mitificada del pueblo español ancestral cuyos valores se han mantenido inalterados a lo largo de los siglos. Y por otra parte esta este nuevo nacionalismo inspirado en el patriotismo constitucional de Günter Grass que trata de respetar las distintas visiones de España encajándolas en un marco plural y no excluyente.
Hoy día el resto de los nacionalismos que conviven en el estado español defienden que el nacionalismo español (en todas sus formas, pero sobe todo los que se han venido a autodenominar "no nacionalistas"[cita requerida]) debería adecuarse a los nuevos tiempos y defender la unidad de España y no su indivisibilidad -quitando el polémico artículo y la mención al ejército del texto constitucional español- de la misma manera que ellos defienden sus propios postulados. Esta es una de las piedras angulares de la Declaración de Barcelona firmada por los partidos CIU, BNG y PNV.
Uno de los últimos episodios de la historia reciente española que ha hecho pensar a la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles que se ha dado excesivo poder a la descentralización estatal española y a las élites políticas regionales ha sido la aprobación por parte de los parlamentos vasco y catalán de sendos proyectos de estatuto de autonomía que intentarían superar los actualmente vigentes.Básicamente han sido proyectos de, por y para las clases dirigentes de los lugares afectados, para conseguir tener más poder administrativo.
[editar] Referencias
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- Beramendi, J., De la Granja, J. Luis y Anguera, Pere (2001): La España de los nacionalismos y las autonomías, Madrid, ed. Síntesis.
- Arbos, Xavier 1980: Franco I L'espanyolisme. Barcelona: Curial Edicions Catalanes, S.A. ISBN 84-7256-177-1
- García Morente, Manuel 1938: El nacionalismo español. (Orígenes del nacionalismo español. Buenos Aires: Editorial S. A. Casa Jacobo Peuser Ltda.)
- Fox, Inman (1997): La invención de España. Nacionalismo liberal e identidad nacional, Madrid, Cátedra.
- Pérez Garzón, Juan-Sisinio 1999: El nacionalismo Español en sus orígenes: Factores de Configuración; en Anna Mª García Rovira, ed., "España ¿nación de naciones?". Revista Ayer 35: 53-86, Madrid: Marcial Pons.
- Pérez Garzón, J.Sisinio et alii (2000): La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, Barcelona, Crítica.
- Pérez Garzón, Juan-Sisinio (2001): Modesto Lafuente, artífice de la historia nacional española, Pamplona, ed. Urgoiti.
- Saz, Ismael (2003): España contra España. Los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons.
- WULFF, Fernando (2003): Las esencias patrias. Historiografía e historia antigua en la construcción de la identidad española (siglos XVI-XX), Barcelona, Crítica.