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Alquimia

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Artículo destacado

La alquimia es una antigua práctica protocientífica y disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio Romano, en el Imperio Islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, mientras la alquimia dominante evolucionaba en la actual química, sus aspectos místicos y herméticos se convirtieron en el centro de interés de una nueva alquimia espiritual, en la que las manipulaciones materiales eran consideradas meros símbolos de transformaciones espirituales.

Actualmente la disciplina es de interés principalmente para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. No obstante, la alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y debemos a los antiguos alquimistas el descubrimiento de muchas sustancias y procesos que son pilares fundamentales de las actuales industrias química y metalúrgica.

Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias y películas como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro.

El alquimista de Pietro Longhi
El alquimista de Pietro Longhi

Tabla de contenidos

[editar] Visión general

[editar] La alquimia como protociencia

La percepción común de los alquimistas es que eran pseudocientíficos, excéntricos y charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, creían que el universo estaba compuesto de los cuatro elementos clásicos (tierra, aire, fuego y agua) y empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.

Aunque algunos alquimistas eran efectivamente excéntricos y charlatanes, la mayoría eran investigadores inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza de las sustancias y procesos químicos. Tenían que depender de la experimentación, las tradiciones, las cuentas de la vieja y muchas especulaciones en sus intentos de descubrir los misterios del universo físico.

Al mismo tiempo, para los alquimistas estaba claro que normalmente se conservaba «algo» en los procesos químicos, incluso en los cambios más dramáticos de estado físico y apariencia, es decir, que las sustancias contenían algunos «principios» que podían estar ocultos bajo muchas formas externas y que podían ser revelados mediante una manipulación adecuada. A lo largo de la historia de la disciplina, los alquimistas se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos químicos, que a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura confusa e inconsistente.

[editar] La alquimia como disciplina espiritual y filosófica

Las metas más conocidas de los alquimistas eran la transmutación de metales corrientes en oro o plata y la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo en la búsqueda de la «piedra filosofal», una sustancia legendaria que se creía que era un ingrediente esencial para alguna de estas metas o para ambas. Los alquimistas gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas inalcanzables ni por la especulación mística y filosófica que dominaba su literatura, sino más bien sus contribuciones mundanas a las industrias «químicas» de la época: la invención de la pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de extractos y licores, etcétera. (Parece ser que la preparación del aqua vitae, el ‘agua de la vida’, era un «experimento» bastante popular entre los alquimistas europeos.)

Por otra parte, los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos (químicos) de las interpretaciones metafísicas de su arte. Es más: desde la antigüedad hasta bien entrada la Edad Moderna, una física desprovista de interpretación metafísica habría sido tan insatisfactoria como una metafísica desprovista de manifestación física. Para empezar, la falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un abstruso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.

A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corrompible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significado, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.

Algunos investigadores humanistas ven ahora estas alegorías espirituales y metafísicas como el aspecto más auténtico y valioso de la alquimia, e incluso afirman que el desarrollo de la química a partir de la alquimia fue una «corrupción» de la tradición hermética original. Éste es el punto de vista propugnado por los seguidores actuales de la alquimia espiritual. La mayoría de los científicos, por otra parte, tienden a adoptar un punto de vista bastante opuesto: para ellos, el camino desde el lado material de la alquimia a la química moderna fue el «camino recto» en la evolución de la disciplina, mientras la rama metafísicamente orientada de la alquimia fue un «giro equivocado» que no llevó a ninguna parte. En cualquier caso, las interpretaciones ingenuas de algunos alquimistas o las fraudulentas esperanzas abrigadas por otros no disminuyen la contribución de los practicantes más sinceros.

[editar] Alquimia y astrología

La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado con, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal.

La lista de gobiernos era la siguiente:

Algunos alquimistas/astrólogos modernos asocian obviamente:

Como estos últimos planetas y metales mencionados no habían sido descubiertos hasta hace relativamente poco, no hay base clásica ni tradicional para estas asociaciones, a diferencia de lo que ocurre con los cuerpos celestes y metales ya conocidos desde la antigüedad.

[editar] La alquimia en la época científica

Hasta el siglo XVIII la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó considerablemente más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por las que es famoso. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne y Parmigianino. El declive de la alquimia empezó en el siglo XVIII con el nacimiento de la química moderna, que proporcionó un marco más preciso y fiable a las transmutaciones materiales y a la medicina, dentro de un nuevo diseño general del universo basado en el materialismo racional.

En la primera mitad del siglo XIX un conocido químico, el barón Carl Reichenbach, trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.

La transmutación de la materia, antigua meta de la alquimia, disfrutó de un momento dulce en el siglo XX cuando los físicos lograron convertir átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría de 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.

El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a revelar el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva Era.

[editar] La alquimia como objeto de investigación histórica

La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el espiritualismo, el rosacrucismo y otros movimientos místicos, la criptografía, la brujería y la evolución de la ciencia y la filosofía.

[editar] Etimología

La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’). Un decreto de Diocleciano, escrito sobre el 300 dC en griego, arremete contra «los antiguos escritos de los egipcios, que tratan sobre la khēmia [‘transmutación’] del oro y la plata». La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’.

Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significa en realidad, originariamente, ‘la [ciencia] egipcia’, tomando prestada del copto la palabra kēme, ‘Egipto’ (o su equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era la ‘tierra negra’, en contraste con la ‘tierra roja’, el desierto circundante), por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de ‘magia negra egipcia’. Sin embargo, esta teoría puede ser sólo un ejemplo de etimología popular.

En la Edad Media se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.

A veces se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, ‘oro’, y πoιεω, ‘hacer’. El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).

[editar] Historia

Extracto y clave de símbolos de un libro sobre alquimia del siglo XVII. Los símbolos usados tienen una correspondencia unívoca con los usados en la astrología de la época.
Extracto y clave de símbolos de un libro sobre alquimia del siglo XVII. Los símbolos usados tienen una correspondencia unívoca con los usados en la astrología de la época.

La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».

Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.

[editar] La alquimia en el antiguo Egipto

El origen de la alquimia occidental puede generalmente situarse en el Antiguo Egipto faraónico. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo, pues la transformación de oscuro mineral en brillante metal debe haber parecido un acto de magia gobernado por misteriosas leyes. Se afirma pues que la alquimia era en el Antiguo Egipto el dominio de la clase sacerdotal.

La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han sobrevivido a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.

No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma (referencia: artefacto 5437[1]). Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el VI milenio adC, si bien posiblemente fuera descubierto por accidente.

Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del antiguo Egipto habían inventado el mortero de cal ya en el 4000 adC y el vidrio en el 1500 adC. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas:

CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2

El Antiguo Egipto produjo además cosméticos, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado en el 3000 adC.

La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Thot, llamado Hermes-Thot o Hermes Trimegisto (‘Tres veces grande’) por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara de serpiente, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trimegisto, conocida sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.

El primer punto de la Tabla de Esmeralda cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa» (Burckhardt, p. 196-7). Ésta es la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos (Burckhardt, p. 34-42).

Se ha especulado con que un acertijo de la Tabla de Esmeralda («fue llevado en el vientre por el viento») alude a la destilación de oxígeno a partir de salitre, un proceso que era desconocido en Europa hasta su (re)descubrimiento por Sendivogius en el siglo XVII.

En el siglo IV adC, los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias (véase «La alquimia en el mundo griego» más abajo).

[editar] La alquimia china

Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.

La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.

La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica).

[editar] La alquimia india

Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna, en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio, zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos.» Sin embargo, sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr el Moksha: la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus experimentos.

Los textos de medicina y ciencia ayurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaishashik Darshana de Kanada (sobre 600 adC), quien describía una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.

Dado que la alquimia terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias de otras doctrinas metafísicas y filosóficas como el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika y el Ayurveda fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la personalidad de Matsyendranath.

El Rasayāna era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso ejemplo de la antigua medicina india.

En la terminología médica tradicional india rasa se traduce como ‘mercurio’, y se decía que Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyur Veda).

[editar] La alquimia en el mundo griego

La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia, extendida en el Imperio Romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Los gnósticos no buscaban la salvación del pecado, sino que perseguían huir de la ignorancia, creyendo que el pecado es meramente una consecuencia de ésta. También absorbieron las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios.

Un concepto muy importante introducido en esta época, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).

Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitchcock, p. 66) Alquimistas posteriores (si puede llamarse así a Platón y Aristóteles) desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.

[editar] La alquimia en el Imperio Romano

Los romanos adoptaron la alquimia y la metafísica griegas, al igual que adoptaron gran parte de su conocimiento y filosofía. Al final del Imperio Romano la filosofía alquímica se había unido a las filosofías de los egipcios creando el culto del hermetismo (Lindsay).

Sin embargo, del desarrollo del cristianismo en el Imperio trajo una línea opuesta de pensamiento, proveniente de Agustín de Hipona (354-430), un filósofo cristiano temprano que escribió sobre sus creencias poco antes de la caída del Imperio Romano. En esencia, Agustín sentía que la razón y la fe podían ser usadas para entender a Dios, pero que la filosofía experimental era nociva: «Hay también presente en el alma, por los medios de estos mismos sentidos corporales, una especie de vacío anhelo y curiosidad que pretende no conseguir el placer de la carne sino adquirir experiencia a través de ésta, y esta vacía curiosidad se dignifica con los nombres de conocimiento y ciencia.» (Agustín, p. 245)

Las ideas agustinianas eran decididamente antiexperimentales, si bien las técnicas experimentales aristotélicas no fueron rechazadas cuando estuvieron disponibles en Occidente. Aún así, el pensamiento agustiniano tuvo fuerte arraigo en la sociedad medieval y se usó para mostrar la alquimia como contraria a Dios.

Buena parte del saber alquímico romano, como el de los griegos y los egipcios, se ha perdido. En Alejandría, el centro de los estudios alquímicos en el Imperio Romano, el arte era principalmente oral y en interés del secreto poco se confiaba al papel. (De ahí el uso de «hermético» para indicar ‘reservado’.) (Lindsay, p. 155) Es posible que alguna obra fuese escrita en Alejandría y que subsecuentemente se perdiese o quemase en los turbulentos periodos siguientes.

[editar] La alquimia en el mundo islámico

Tras la caída del Imperio Romano, el foco de desarrollo alquímico se trasladó al mundo islámico. Se sabe mucho más sobre la alquimia islámica porque fue documentada mejor: de hecho, la mayoría de los primeros escritos que han sobrevivido el paso de los años lo han hecho como traducciones islámicas (Burckhardt p. 46).

El mundo islámico fue un crisol para la alquimia. El pensamiento platónico y aristotélico, que ya había sido en cierta medida incluido en la ciencia hermética, continuó siendo asimilado. Alquimistas islámicos como al-Razi (en latín Rasis) y Jabir ibn Hayyan (en latín Geber) aportaron descubrimientos químicos clave propios, tales como la técnica de la destilación (las palabras alambique y alcohol son de origen árabe), los ácidos muriático (clorhídrico), sulfúrico y nítrico, la sosa, la potasa y más. (De los nombres árabes para estas dos últimas sustancias, al-natrun y al-qalīy, latinizados como Natrium y Kalium, proceden los símbolos modernos del sodio y el potasio.) El descubrimiento de que el agua regia, una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico, podía disolver el metal más noble —el oro— habría de avivar la imaginación de alquimistas durante el siguiente milenio.

Los filósofos islámicos también hicieron grandes contribuciones al hermetismo alquímico. El autor más influyente en este aspecto posiblemente fuera Jabir Ibn Hayyan (en árabe جابر إبن حيان, en latín Geberus, normalmente escrito en castellano como Geber). El objetivo primordial de Jabir era la takwin, la creación artificial de vida en el laboratorio alquímico, hasta e incluyendo la vida humana. Jabir analizó cada elemento aristotélico en términos de las cuatro cualidades básicas de calor, frío, sequedad y humedad (Burkhardt, p. 29). De acuerdo con él, en cada metal dos de estas cualidades eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y seco, mientras que el oro era caliente y húmedo. De esta forma, teorizaba Jabir, reordenando las cualidades de un metal, podía obtenerse uno diferente (Burckhardt, p. 29). Con este razonamiento, la búsqueda de la piedra filosofal fue introducida en la alquimia occidental. Jabir desarrolló una elaborada numerología mediante la que las iniciales del nombre de una sustancia en árabe, cuando se les aplicaban varias transformaciones, mantenían correspondencias con las propiedades físicas del elemento.

Actualmente suele aceptarse que la alquimia china influyó a los alquimistas árabes (Edwards p. 33-59; Burckhardt, p. 10-22), aunque el alcance de la misma es aún objeto de debate. De la misma forma, las enseñanzas hinduistas fueron asimiladas por la alquimia islámica, pero de nuevo la extensión y efectos de ello no son bien conocidos.

[editar] La alquimia en la Europa medieval

El alquimista de Sir William Fettes Douglas
El alquimista de Sir William Fettes Douglas

Debido a sus fuertes conexiones con las culturas griega y romana, la alquimia fue bastante fácilmente aceptada por la filosofía cristiana y los alquimistas medievales europeos absorbieron extensivamente el conocimiento alquímico islámico. Gerberto de Aurillac (fallecido en 1003), quien más tarde se convertiría en el Papa Silvestre II, fue uno de los primeros en llevar la ciencia islámica a Europa desde España. Más tarde, hombres como Abelardo de Bath, quien vivió en el siglo XII, trajeron enseñanzas adicionales. Pero hasta el siglo XIII los movimientos fueron principalmente asimilativos (Hollister p. 124, 294).

En este periodo aparecieron algunas desviaciones de los principios agustinianos de los primeros pensadores cristianos. San Anselmo (1033–1109) fue un benedictino que creía que la fe debe preceder al racionalismo, como Agustín y la mayoría de los teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe y el racionalismo eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de ocurrir. Pedro Abelardo continuó el trabajo de Anselmo, preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no tenían una existencia separada fuera de la consciencia del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones filosóficas (Hollister, p. 287-8).

Robert Grosseteste (1170–1253) fue un pionero de la teoría científica que posteriormente sería usada y refinada por los alquimistas. Grosseteste tomó los métodos de análisis de Abelardo y añadió el uso de observaciones, experimentación y conclusiones al realizar evaluaciones científicas. También trabajó mucho para tender en puente entre el pensamiento platónico y el aristotélico (Hollister, p. 294-5).

Alberto Magno (1193–1280) y Tomás de Aquino (1225–1274) fueron dos dominicos que estudiaron a Aristóteles y trabajaron en la reconciliación de las diferencias entre la filosofía y el cristianismo. Tomás de Aquino también trabajó intensamente en desarrollar el método científico. Incluso fue tan lejos como para afirmar que los universales podrían ser descubiertos sólo mediante el razonamiento lógico y, como la razón no puede oponerse a Dios, debe por tanto ser compatible con la teología (Hollister p. 290-4, 255). Esto contradecía la comúnmente aceptada creencia platónica en que los universales se encontraban sólo mediante iluminación divina. Ambos estuvieron entre los primeros en emprender el examen de la teoría alquímica y ellos mismos podrían ser considerados alquimistas, excepto por el hecho de que hicieron poco en cuanto a la experimentación.

El primer alquimista auténtico en la Europa medieval fue Roger Bacon. Su obra supuso tanto para la alquimia como la de Robert Boyle para la química y la de Galileo Galilei para la astronomía y la física. Bacon (1214–1294) era un franciscano de Oxford que estudió la óptica y los lenguajes además de la alquimia. Los ideales franciscanos de conquistar el mundo en lugar de rechazarlo le llevaron a su convicción de que la experimentación era más importante que el razonamiento: «De las tres formas en las que los hombres piensan que adquieren conocimiento de las cosas: autoridad, razonamiento y experiencia, sólo la última es efectiva y capaz de llevar de paz al intelecto.» (Bacon p. 367) «La ciencia experimental controla las conclusiones de todas las otras ciencias. Revela verdades que el razonamiento de los principios generales nunca habrían descubierto.» (Hollister p. 294-5) A Roger Bacon también se le ha atribuido el inicio de la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir de la vida: «Esa medicina que eliminará todas las impurezas y corrupciones de los metales menores también, en opinión de los sabios, quitará tanto de la corruptibilidad del cuerpo que la vida humana podrá ser prolongada durante muchos siglos.» La idea de la inmortalidad fue reemplazada por la noción de la longevidad: después de todo, el tiempo que el hombre pasa en la Tierra era simplemente para esperar y prepararse para la inmortalidad en el mundo de Dios. La inmortalidad en la Tierra no encajaba con la teología cristiana (Edwards p. 37-8).

Bacon no fue el único alquimista de esta época pero sí el más importante. Sus obras fueron usadas por incontables alquimistas entre los siglos XV y XIX. Otros alquimistas de su misma época compartieron diversos rasgos. Primero, y más obviamente, casi todos fueron miembros del clero. Esto se debía simplemente a que poca gente fuera de las escuelas parroquiales tenía la educación necesaria para examinar las obras derivadas del árabe. Además, la alquimia en esta época era autorizada por la iglesia como un buen método de explorar y desarrollar la teología. La alquimia era interesante para la amplia variedad de clérigos porque ofrecía una visión racionalista del universo donde los hombres apenas estaban empezando a aprender sobre el racionalismo (Edwards p. 24-7).

Así que hacia finales del siglo XIII, la alquimia se había desarrollado hasta un sistema de creencias bastante estructurado. Los adeptos creían en la teorías de Hermes sobre el macrocosmos-microcosmos, es decir, creían que los procesos que afectan a los minerales y otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano (por ejemplo, si uno aprendiese el secreto de purificar oro, podría usar la misma técnica para purificar el alma humana). Creían en los cuatro elementos y las cuatro cualidades anteriormente descritas y tenían una fuerte tradición de esconder sus ideas escritas en un laberinto de jerga codificada lleno de trampas para despistar a los no iniciados. Por último, los alquimistas practicaban su arte: experimentaban activamente con sustancias químicas y hacían observaciones y teorías sobre cómo funcionaba el universo. Toda su filosofía giraba en torno a su creencia en que el alma del hombre estaba dividida dentro de él tras la caída de Adán. Purificando las dos parte del alma del hombre, éste podría reunirse con Dios (Burckhardt p. 149).

En el siglo XIV, estos puntos de vista sufrieron un cambio importante. Guillermo de Ockham, un franciscano de Oxford que murió en 1349, atacó la visión tomista de la compatibilidad entre la fe y la razón. Su opinión, hoy ampliamente aceptada, era que Dios debe ser aceptado sólo con la fe, pues Él no podía ser limitado por la razón humana. Por supuesto este punto de vista no era incorrecto si uno aceptaba el postulado de un Dios ilimitado frente a la limitada capacidad humana para razonar, pero eliminó virtualmente a la alquimia como práctica aceptada en los siglos XIV y XV (Hollister p. 335). El papa Juan XXII publicó a principios de los años 1300 un edicto contra la alquimia, que efectivamente retiró a todos los miembros de la iglesia de la práctica del arte (Edwards, p.49). Los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a este siglo sirvieron también sin duda de obstáculo al ejercicio filosófico en general.

Nicolas Flamel tenía estos misteriosos símbolos alquímicos grabados en su tumba en la iglesia de los Santos Inocentes de París.
Nicolas Flamel tenía estos misteriosos símbolos alquímicos grabados en su tumba en la iglesia de los Santos Inocentes de París.

La alquimia se mantuvo viva gracias a hombres como Nicolas Flamel, digno de mención sólo porque fue uno de los pocos alquimistas que escribieron en estos tiempos difíciles. Flamel vivió entre 1330 y 1417 y serviría como arquetipo a la siguiente fase de la alquimia. No fue un investigador religioso como muchos de sus predecesores y todo su interés por el arte giraba en torno a la búsqueda de la piedra filosofal, que se dice que halló. Sus obras dedican gran cantidad de espacio a describir procesos y reacciones, pero nunca llegan realmente a dar la fórmula para conseguir las transmutaciones. La mayoría de su obra estaba dedicada a recoger el saber alquímico anterior a él, especialmente en lo relacionado a la piedra filosofal (Burckhardt p. 170-181).

Durante la baja Edad Media (1300–1500) los alquimistas fueron muy parecidos a Flamel: se concentraron en la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la juventud, que ahora se creía que eran cosas separadas. Sus alusiones crípticas y su simbolismo llevaron a grandes variaciones en la interpretación del arte. Por ejemplo, muchos alquimistas durante este periodo interpretaban que la purificación del alma significaba la transmutación del plomo en oro (en la que creían que el mercurio desempeñaba un papel crucial). Estos hombres eran considerados magos y hechiceros por muchos y fueron con frecuencia perseguidos por sus prácticas (Edwards p. 50-75; Norton p. lxiii-lxvii).

Uno de estos hombres que surgió a principios del siglo XVI se llamaba Heinrich Cornelius Agrippa. Este alquimista creía ser un mago y poder invocar espíritus. Su influencia fue insignificante pero, como Flamel, elaboró escritos a los que se refirieron alquimistas de años posteriores. De nuevo como Flamel, hizo bastante por cambiar la alquimia de una filosofía mística a una magia ocultista. Mantuvo vivas las filosofías de alquimistas anteriores, incluyendo la ciencia experimental, la numerología, etcétera, pero añadió la teoría mágica, lo que reforzó la idea de la alquimia como creencia ocultista. A pesar de todo esto, Agrippa se consideraba a sí mismo cristiano, si bien sus opiniones entraron con frecuencia en conflicto con la iglesia (Edwards p. 56-9; Wilson p. 23-9).

[editar] La alquimia en la era moderna y el Renacimiento

La alquimia europea continuó por esta misma senda hasta los albores del Renacimiento. Esta época vio también un florecimiento de los estafadores que usaban trucos químicos y juegos de manos para «demostrar» la transmutación de metales comunes en oro o que afirmaban poseer el conocimiento del secreto que (con una «pequeña» inversión inicial) llevaría con toda seguridad a ello.

El nombre más importante de este periodo es Paracelso (1493–1541), quien dio a la alquimia una nueva forma, rechazando parte del ocultismo que había acumulado a lo largo de los años y promoviendo el uso de observaciones y experimentos para aprender sobre el cuerpo humano. Paracelso rechazó las tradiciones gnósticas pero mantuvo mucho de las filosofías hermética, neoplatónica y pitagórica; sin embargo, la ciencia hermética tenía tanta teoría aristotélica que su rechazo del gnosticismo era prácticamente insignificante. En particular, rechazó las teorías mágicas de Flamel y Agrippa. Paracelso no se veía a sí mismo como un mago y desdeñaba a quienes lo hacían (Williams p.239-45).

Paracelso fue pionero en el uso de compuestos químicos y minerales en medicina. Escribió que «Muchos han dicho que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí no es tal el propósito, sino considerar sólo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas.» (Edwards, p.47) Sus puntos de vista herméticos eran que la enfermedad y la salud del cuerpo dependían de la armonía del hombre (el microcosmos) y la naturaleza (el macrocosmo). Paracelso dio un enfoque diferente al de sus predecesores, usando esta analogía no como referencia a la purificación del alma sino a que los humanos deben mantener ciertos equilibrios de minerales en sus cuerpos y que para ciertas enfermedades de éstos había remedios químicos que podían curarlas (Debus y Multhauf, p. 6-12). Mientras sus intentos de tratar enfermedades con remedios tales como el mercurio podrían parecer contraproducentes desde un punto de vista moderno, su idea básica de medicinas producidas químicamente ha permanecido vigente sorprendentemente bien.

Alchemik Michał Sędziwój, óleo sobre tabla de Jan Matejko, 73×130 cm, Museo de Artes de Łódź.
Alchemik Michał Sędziwój, óleo sobre tabla de Jan Matejko, 73×130 cm, Museo de Artes de Łódź.

En Inglaterra la alquimia en esta época se asocia frecuentemente con John Dee (1527–1608), más conocido por sus facetas de astrólogo, criptógrafo y «consultor científico» general de la reina Isabel I. Dee era considerado una autoridad en la obra de Roger Bacon y estuvo lo suficientemente interesado en la alquimia como para escribir un libro sobre ella (Monas Hieroglyphica, 1564), influenciado por la cábala. El socio de Dee, Edward Kelley —quien afirmaba conversar con ángeles a través de una bola de cristal y poseer un polvo que transformaría el mercurio en oro—, puede haber sido la fuente de la imagen popular del alquimista-charlatán.

Un alquimista menos conocido de esta época es Miguel Sendivogius (1566–1636), filósofo, médico y pionero de la química polaco. Según algunas fuentes, destiló oxígeno en el laboratorio sobre 1600, 170 años antes que Scheele y Priestley, calentando salitre. Pensaba que el gas resultante era «el elixir de la vida». Poco después de descubrir este método, se cree que Sendivogius enseñó su técnica a Cornelius Drebbel, quien en 1621 le daría aplicación práctica en un submarino.

Tycho Brahe (1546–1601), más conocido por sus investigaciones astronómicas y astrológicas, era también un alquimista. Tuvo un laboratorio expresamente construido para este fin en Uraniborg, su observatorio e instituto de investigación.

[editar] El declive de la alquimia occidental

La desaparición de la alquimia occidental se debió al auge de la ciencia moderna con su énfasis en la rigurosa experimentación cuantitativa y su desdén hacia la «sabiduría antigua». Aunque las semillas de estos sucesos fueron plantadas ya en el siglo XVII, la alquimia aún prosperó durante unos doscientos años, y de hecho puede que alcanzase su apogeo en el siglo XVIII.

Robert Boyle (1627–1691), más conocido por sus estudios sobre los gases (véase la ley de Boyle), fue uno de los pioneros del método científico en las investigaciones químicas. Boyle no asumía nada en sus experimentos y recopilaba todos los datos relevantes: en un experimento típico anotaba el lugar en el que se efectuaba, las características del viento, las posiciones del sol y la luna y la lectura barométrica, por si luego resultasen ser relevantes (Pilkington p. 11). Este enfoque terminó llevando a la fundación de la química moderna en los siglos XVIII y XIX, basada en los revolucionarios descubrimientos de Lavoisier y John Dalton, que finalmente proporcionaron un marco de trabajo lógico, cuantitativo y fiable para entender las transmutaciones de la materia, revelando la futilidad de las tradicionales metas alquímicas tales como la piedra filosofal.

Mientras tanto, la alquimia paracélsica llevó al desarrollo de la medicina moderna. Los experimentalistas descubrieron gradualmente los mecanismos del cuerpo humano, tales como la circulación de la sangre (Harvey, 1616), y finalmente localizaron el origen de muchas enfermedades en las infecciones con gérmenes (Koch y Pasteur, siglo XIX) o la falta de nutrientes y vitaminas naturales (Lind, Eijkman, Funk et al.). Apoyada en el desarrollo paralelo de la química orgánica, la nueva ciencia desplazó fácilmente a la alquimia en sus aplicaciones médicas, interpretativas y prescriptivas, mientras apagaba sus esperanzas en elixires milagrosos y mostraba la inefectividad e incluso toxicidad de sus remedios.

De esta forma, a medida que la ciencia siguió descubriendo y racionalizando continuamente los mecanismos del universo, fundada en su propia metafísica materialista, la alquimia fue quedando despojada de sus conexiones química y médica, pero incurablemente sujeta a ellas. Reducida a un sistema filosófico arcano, pobremente relacionada con el mundo material, la alquimia sufrió el destino común a otras disciplinas esotéricas tales como la astrología y la cábala: excluida de los estudios universitarios, rechazada por sus antiguos mecenas, relegada al ostracismo por los científicos y considerada habitualmente como el epítome de la charlatanería y la superstición.

Estos avances podrían ser interpretados como parte de una reacción más amplia del intelectualismo europeo contra el movimiento romántico del siglo anterior.

[editar] «Alquimia» moderna

En la época actual se han realizado progresos para alcanzar las metas de la alquimia usando métodos científicos en lugar de alquímicos. Estos avances pueden en ocasiones ser llamados «alquimia» por razones retóricas.

En 1919 Ernest Rutherford usó la desintegración artificial para convertir nitrógeno en oxígeno. Este proceso, consistente en bombardear los núcleos atómicos con partículas de alta energía, es el principio en el que se basan los modernos aceleradores de partículas, en los que las transmutaciones de elementos son comunes. De hecho, en 1980 Glenn T. Seaborg transmutó plomo en oro, si bien la cantidad de energía usada y las cantidades microscópicas creadas hacen imposible cualquier beneficio económico.

En 1964 George Ohsawa y Michio Kushi, basándose en las afirmaciones de Corentin Louis Kervran, informaron haber logrado transmutar sodio en potasio usando un arco eléctrico, y más tarde carbono y oxígeno en hierro. En 1994, R. Sundaresan y J. Bockris informaron que habían observado reacciones de fusión en descargas eléctricas entre barras de carbono sumergidas en agua. Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones ha sido reproducida por otros científicos y la idea está en la actualidad totalmente desacreditada.

Al 2006 la panacea universal sigue resultando esquiva, aunque futuristas tales como Ray Kurzweil creen que una nanotecnología lo suficientemente avanzada podría prolongar la vida indefinidamente. Algunos dicen que la tercera meta de la alquimia ha sido alcanzada con la fecundación in vitro y la clonación de embriones humanos, aunque estas tecnologías quedan muy lejos de crear una vida humana de la nada.

Podría decirse que el objetivo de la investigación en inteligencia artificial es precisamente crear una vida de la nada, y los filosóficamente opuestos a la posibilidad de la IA la han comparado con la alquimia, como Herbert y Stuart Dreyfus en su ensayo de 1960 Alquimia e IA (Alchemy and AI).

[editar] La alquimia en el arte y entretenimiento

Las referencias a la alquimia en el arte y el entretenimiento son incontable. A continuación se enumeran algunos ejemplos. Pueden encontrarse algunos más en el artículo piedra filosofal.

[editar] Cine y televisión

  • Los conceptos del Replicador y la Holocubierta en la serie de ciencia ficción Star Trek se usan frecuentemente como un recurso argumental alquimista. En este universo, los materiales básicos pueden ser manipulados a nivel molecular para producir objetos, dispositivos, alimentos y compuestos químicos de virtualmente cualquier naturaleza —el caso de la Holocubierta, incluso réplicas animadas de seres vivos como personajes históricos, animales y plantas.
  • En la película Silence Becomes You (2005) la alquimia influencia claramente las decisiones y vidas de los personajes.

[editar] Arte contemporáneo

Algunos artistas contemporáneos han usado símbolos alquimistas en sus obras:

[editar] Novelas y teatro

Un laboratorio alquímico, de La historia de la alquimia y los comienzos de la química
Un laboratorio alquímico, de La historia de la alquimia y los comienzos de la química

Muchos escritores satirizaron a los alquimistas y los usaron como blanco de ataques satíricos. Dos famosos ejemplos antiguos son:

  • Geoffrey Chaucer, The Canon's Yeoman's Prologue and Tale (c. 1380). El protagonista, un alquimista de camino a Canterbury, afirma que «lo enlosará entero de plata y oro».
  • Ben Jonson, El alquimista (c. 1610). En esta obra de cinco actos, los personajes montan un taller de alquimia para estafar a la gente.

En obras más recientes los alquimistas suelen ser presentados bajo una luz más romántica y mística y a menudo se hace poca distinción entre alquimia, magia y brujería:

[editar] Cómics, manga y videojuegos

  • Hiromu Arakawa, FullMetal Alchemist (2002–), manga y anime. La historia gira en torno a los hermanos Edward y Alphonse Elric, alquimistas que pueden transformar cualquier cosa mediante principio de equivalencia de intercambio o «ley de la naturaleza», como se la denomina en el manga. Los hermanos Elric, como los alquimistas occidentales, también buscan la piedra filosofal, para así poder transmutar sus cuerpos ahora metálicos de vuelta a su forma original. Además, la alquimia se practica mediante diagramas conocidos como «círculos de transmutación».
  • Stan Lee y Jack Kirby, Los cuatro fantásticos (c. 1962–), cómics. El villano Diablo es un alquimista.
  • Chakan (1992), juego para Genesis y Game Gear. El protagonista recopila pociones en el más allá. Dichas pociones contienen alguno de los cuatro elementos, y pueden mezclarse para lograr soluciones alquímicas que curan a Chakan, dañan a los enemigos u otorgan propiedades elementales a sus espadas.
  • Darklands (1992), juego para PC. La alquimia aparece prominentemente a lo largo de todo el juego.
  • Mike Mignola, Hellboy (1993–), cómics. El personaje de Roger el Homúnculo es producto de la alquimia.
  • Aidyn Chronicles: The First Mage (2001), videojuego para Nintendo 64. La alquimia aparece como una habilidad.
  • Los famosos juegos para ordenador Everquest de Verant Interactive (1998-). Los personajes chamán pueden aprender y practicar esta habilidad.
  • Golden Sun de Camelot Software Planning (2001), videojuego para GBA. La psinergia es una fuerza que le da a los humanos poderes especiales, divididos en Tierra, Viento, Fuego y Agua, y la ciencia que estudia todo esto es la alquimia.
  • Nobuhiro Watsuki, Buso Renkin (2003–2006), manga.
  • Kazuki Takahashi, Yu-Gi-Oh! GX (2004–), anime. El personaje de Daitokuji es un alquimista que transfirió su alma a un homúnculo.
  • Final Fantasy Tactics Advance de Square Enix (2003), juego para GBA. Incluye una clase de jugadores llamada Alquimista.
  • Final Fantasy XI de Square Enix (2003). La alquimia es una de las habilidades de comercia que un personaje puede aprender y practicar.
  • Final Fantasy Crystal Chronicles. Hay una industria comercial alquimista.
  • En The Elder Scrolls III: Morrowind de Bethesda Softworks aparece prominentemente la alquimia como un método para crear varias pociones que puede usar el jugador.
  • Similarmente, The Elder Scrolls IV: Oblivion (2006), también de Bethesda Softworks, contiene una habilidad de comercio alquímica.
  • En Shadow of Destiny de Konami aparecen un alquimista y una criatura producto de la alquimia como personajes principales.
  • Indiana Jones and the Emperor's Tomb (2003), juego de ordenador. Una gran parte del juego se centra en un castillo de Praga cuyo antiguo propietario fue un rey alquimista.
  • World of Warcraft (2004), videojuego. La alquimia es una de las profesiones que el jugador puede aprender.
  • Ultima Online (1997), videojuego. La alquimia es una de las habilidades y profesiones del jugador.
  • Zork Nemesis (1996), videojuego.
  • Secret of Evermore (1995), videojuego para SNES. Usa un sistema de combate alquimista en el que el jugador mezcla ingredientes para en lugar de los típicos sistemas mágicos.
  • RuneScape de Jagex, MMORPG. Permite que un jugador transforme objetos en oro con hechizos una vez haya alcanzado cierto nivel mágico.
  • Atelier Iris: Eternal Mana, RPG para Playstation 2. La alquimia es un aspecto clave en la trama del juego.
  • Ragnarok Online (2002), MMORPG. Una clase de jugadores llamada Alquimista puede crear pociones, explosivos, monstruos vegetales simples y homúnculos que luchen en su lugar.
  • Haunting Ground (2005), videojuego. El protagonista está atrapado en un castillo propiedad de poderosos alquimistas y sus creaciones, quienes el persiguen para arrebatarle el Azoth.
  • Final Fantasy X-2 de Square Enix (2003). Alquimistas es uno de los atuendos.
  • Star Ocean: Till the End of Time de Square Enix. La alquimia es una habilidad que los personajes pueden aprender en las tiendas.
  • The Big O (1999-2003), anime. Un alquimista moderno, Eugene, transmuta humanos y animales en quimeras.
  • Castlevania: Lament of Innocence de Konami (2003), videojuego para PlayStation 2. Sir Leon Belmont, el protagonista, utiliza un látigo hecho con alquimia para hacerse camino entre los enemigos. Este látigo se utiliza en muchas otras entregas del juego.

[editar] Música

  • The Smashing Pumpkins, álbum Machina/The Machines of God (2000). El concepto y diseño del disco está basado en la alquimia y su simbología.
  • Tool, álbum Lateralus (2001).
  • Susumu Hirasawa, álbum La hélice del filósofo (賢者のプロペラ, Kenja no Puropera) (2000).
  • Bruce Dickinson, álbum The Chemical Wedding (1998). El diseño y arte del disco está basado en las obras de William Blake además de en la alquimia y sus símbolos.
  • XTC, álbum Mummer. Incluye la canción Human Alchemy, sobre la antigua filosofía detrás de la esclavitud.
  • Dire Straits, Alchemy. El primero de sus dos discos en directo.
  • Home, The Alchemist. Disco de rock progresivo.

[editar] Obras clásicas de alquimia

  • Albertus Magnus, Compositum de Compositis (El Compuesto de los Compuestos)
  • “Altus”, Mutus Liber
  • Anónimo, Rosarium Philosophorum
  • Arnaldo de Villanueva, Semita Semitae (El Camino del Camino)
  • Basilio Valentín, El Carro Triunfal del Antimonio
  • Fulcanelli, El Misterio de las Catedrales, Las Moradas Filosofales
  • Hermes Trismegisto, Tabla de esmeralda
  • La Turba de los Filósofos
  • Michael Sendivogius, Carta Filosófica
  • Nicholas Flamel, El Libro de las Figuras Jeroglíficas
  • Paracelso, Textos Esenciales, Thesaurus Thesaurorum Alchimistorum (El Tesoro de los Tesoros de los Alquimistas)
  • Ramon Llull, La Clavícula o La Clave Universal
  • Roger Bacon, Speculum Alchemle (El Espejo de la Alquimia)
  • Speculum veritatis

[editar] Bibliografía

  • Augustino (1963). Confesiones. Traducción al inglés de Rex Warner. Nueva York: Mentor Books.
  • Burckhardt, Titus (1967). Alchemy: Science of the Cosmos, Science of the Soul. Traducción al inglés de William Stoddart. Baltimore: Penguin.
  • Cavendish, Richard. The Black Arts. Perigee Books.
  • Debus, Allen G. y Multhauf, Robert P. (1966). Alchemy and Chemistry in the Seventeenth Century. Los Ángeles: William Andrews Clark Memorial Library, Universidad de California.
  • Edwardes, Michael (1977). The Dark Side of History. Nueva York: Stein and Day.
  • Gettings, Fred (1986). Encyclopedia of the Occult. Londres: Rider.
  • Greenberg, Adele Droblas (2000). Chemical History Tour, Picturing Chemistry from Alchemy to Modern Molecular Science. Wiley-Interscience. ISBN 0471354082
  • Hitchcock, Ethan Allen (1857). Remarks Upon Alchemy and the Alchemists. Boston: Crosby, Nichols.
  • Hollister, C. Warren (1990). Medieval Europe: A Short History. 6ª ed. Blacklick, Ohio: McGraw-Hill College.
  • Lindsay, Jack (1970). The Origins of Alchemy in Graeco-Roman Egypt. Londres: Muller.
  • Marius (1976). On the Elements. Traducción al inglés de Richard Dales. Berkeley: University of California Press.
  • Norton, Thomas (edición de John Reidy) (1975). Ordinal of Alchemy. Londres: Early English Text Society.
  • Pilkington, Roger (1959). Robert Boyle: Father of Chemistry. Londres: John Murray.
  • Weaver, Jefferson Hane (1987). The World of Physics. Nueva York: Simon & Schuster.
  • Wilson, Colin (1971). The Occult: A History. Nueva York: Random House.
  • Zumdahl, Steven S. (1989). Chemistry. 2ª ed. Lexington, Maryland: D. C. Heath and Co.

[editar] Véase también

[editar] Otros artículos relacionados con la alquimia

[editar] Conexiones científicas

[editar] Sustancias de los alquimistas

[editar] Enlaces externos

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